A medio siglo del golpe de Estado, la búsqueda de verdad y justicia continúa siendo una realidad para cientos de casos donde se han vulnerado los derechos humanos. Entre ellos está Verónica, madre de Rodrigo Rojas de Negri, víctima del brutal “caso Quemados”, quien se ha convertido en una figura emblemática y representativa entre las mujeres que jugaron un papel fundamental en la denuncia y preservación de la historia durante la dictadura.
En el marco de los 50 años del golpe de Estado, esta semana es crucial para la resolución de causas donde se han cometido crímenes contra los derechos humanos (DD.HH.), pues la Corte Suprema tiene agendado tratar casos emblemáticos como la muerte de Víctor Jara, Operación Cóndor y Moneda-Intendencia, entre otros. Sin embargo, cientos de causas en Chile aún no han podido encontrar justicia.
Esta es la situación de Verónica de Negri, una dirigente sindical y madre que no solo tuvo que sufrir el asesinato de su hijo Rodrigo Rojas de Negri a manos del Estado, sino que fue también detenida, torturada y exiliada a comienzos de la dictadura de Pinochet y, actualmente, como muchas mujeres, sigue luchando por la búsqueda de verdad, justicia y por mantener viva la memoria.
-Según tu experiencia, ¿consideras que las mujeres, y en específico las madres, cumplieron un rol importante en la denuncia durante la dictadura y en la preservación de la memoria colectiva?
-Claro, hemos sido siempre las mujeres las que hemos realizado eso. Si tú te fijas, por ejemplo, siempre las esposas y algunas hijas de los líderes de la Unidad Popular estuvieron acompañando y buscando en Chacabuco, Melinka, Pisagua, Iquique o en Arica, en todos lados, incluso en Valparaíso, donde empezó. En general, la mujer ha estado ahí siempre y lo estuvo siempre. Incluso antes y después de la dictadura las mujeres jugaron un rol fundamental en la población y, sobre todo, dentro de los sindicatos.
-¿Cómo definirías tu lucha durante estos años?
–Mi batalla no ha sido aislada, yo no puedo defender solo a Rodrigo o a Carmen Gloria, porque ellos no son los únicos. Ahora, el error que cometieron con Rodrigo y con Carmen fue muy grande, por la forma en que los quemaron, y, aun pasando por el Hospital San Juan de Dios, no los dejaron ahí y los llevaron a botar a una zanja. Sin embargo, no es una situación aislada: no es mi hijo, no soy yo, es algo que pasó en todo Chile (…). Yo creo que los sufrimientos se superan combatiendo y pensando que no eres el único, sino que somos muchos.
-¿Qué te motiva a seguir luchando por la construcción de la memoria y la preservación de la historia de la dictadura?
-Lo que me motiva a seguir luchando es que creo en un mundo mejor. Yo creo que el mundo se merece tener el derecho a soñar, tener el derecho a la justicia, a la verdad y a la memoria. ¿Cómo es posible que a 50 años del golpe todavía tengamos más de mil detenidos desaparecidos y que la mayoría de los ejecutados todavía no tengan justicia? Cuando tú crees que debe haber un mundo mejor, porque en ese momento (en dictadura) no existía y porque no ha existido nunca, vale la pena luchar por algo tan importante como el derecho a ser feliz, a tener justicia, a tener una educación, a tener salud y a tener una vivienda. Lo otro que me motiva es el cariño de la gente. Yo puedo andar por el rincón menos esperado del mundo y siempre alguien se acercará a mí y me dará un abrazo, eso me da mucha fuerza.
-En el último tiempo se han visto distintos políticos que han mostrado abiertamente su admiración hacia la figura de Pinochet, catalogándolo incluso como un “estadista”. Junto con eso, otras autoridades, como la diputada Cordero, han bajado el perfil a las vulneraciones ocurridas durante la dictadura y el estallido social, incluso siendo capaz de asegurar que la senadora Campillai fingía haber perdido la vista, pues ella creía que no estaba completamente ciega. ¿Qué sientes al pensar que, a pesar de toda esta lucha, actualmente sigue habiendo políticos que no reconocen las vulneraciones a los derechos humanos y siguen difundiendo mensajes negacionistas?
-Que si tuviéramos una política de derechos humanos no seguiría pasando esto (…). Estos mensajes no se pueden permitir. Son un abuso, son una violación a la vida de los seres humanos, porque cuando insultan a cualquier compañera que haya sido víctima, también me están insultando a mí y nos están insultando a millones de chilenos. No todos somos tan descarados y tan malintencionados para decir esas cosas y, además, golpearnos el pecho. Yo no sé qué tipo de cristianos son esos. Y esto no es libertad de expresión, la libertad es con respeto y, cuando dicen esas cosas, atrás hay una elaboración con maldad y con la intención de hacer daño. Yo no quiero que nunca dejemos de sufrir, sino que avancemos, pero tomando conciencia de lo que significa el violar los DD.HH., que es violar la vida de una persona.
-¿Consideras que las personas le están tomando el peso a los 50 años del golpe y las vulneraciones a los derechos humanos que ocurrieron en ese periodo?
-Definitivamente no y yo creo que esto se debe a que el negacionismo ha jugado un rol, los medios de comunicación han jugado un rol. No hay que olvidar que los medios de comunicación están en manos de quienes fueron parte del golpe en su época, parte de quienes se han robado Chile, y ahora tenemos una cantidad de chilenos, que no podemos enojarnos con ellos, porque no han recibido toda la educación, no tuvieron educación cívica, les quitaron la historia, en los libros borraron toda la historia de la Unidad Popular. Creen en las estupideces transmitidas por la televisión, que lo único que nos da es negacionismo y no muestra un mínimo de cultura.
-¿Sientes que estarás toda tu vida luchando por los derechos humanos?
-La lucha por los derechos humanos es una lucha constante y en Chile hay mucho trabajo para hacer (…), porque para mí, por ejemplo, cualquier muerto, ya sea ejecutado o detenidos desaparecidos o desaparecidos, cualquier joven que fue preso, que le quitaron los ojos o que fue torturado por la represión brutal durante el estallido social, yo lo siento, siento que tengo una responsabilidad de luchar por ellos. No es lo que le hicieron a Rodrigo, lo que le hicieron a Pablo o lo que me hicieron a mí. Las vulneraciones a los derechos humanos dejan de ser propias cuando envuelven a todo el país. Y no podemos ser tan individualistas de pensar: ¿por qué solo yo? Yo sé que voy a morir en la misma parada.
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