Ladino, solapado, enamoradizo, vivaracho, resbaladizo, mentiroso… características todas de nuestro conocido Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, militar que sentía verdadero temor por su esposa, Lucia Hiriart, a quien no siempre amó y, menos aún, respetó.
Aparentaba ser un defensor fundamentalista y talibán de la familia, del matrimonio y de las tradiciones templarias del catolicismo, pero…
La historia se remonta al año 1957, cuando Pinochet, siendo oficial del ejército chileno (con el grado de Mayor) pero aún lejos del generalato, fue asignado por el gobierno de Chile a la República del Ecuador, específicamente enviado en misión militar a Quito, luego de haber sido seleccionado junto a un grupo de oficiales para potenciar la Academia de Guerra de Ecuador.
Tres años y medio en que Pinochet fue parte de la socialité quiteña, pero en los que tuvo
que lidiar con la atosigadora presencia de su esposa, Lucía Hiriart Rodríguez, con quien había contraído matrimonio en 1943.
En la hermosa capital ecuatoriana, con el volcán Chimborazo como magnífico telón de fondo, Pinochet conoció a Piedad Noé,
distinguida dama perteneciente a la aristocracia quiteña, eximia pianista y dueña de hermosos ojos claros que encandilaron al duro militar sureño. El romance surgió vertiginoso y Lucía Hiriart, desencantada y furiosa, regresó a Chile con sus tres hijos -Augusto, Lucía y María- dispuesta no a terminar su matrimonio sino, por el contrario, a salvarlo y atarlo férreamente a su propia vera…como finalmente ocurrió.
Según el periodista ecuatoriano Byron Rodríguez, quedaron el rumor y el enigma de que Piedad tuvo un hijo idéntico al padre. Lo
concreto es que Pinochet regresó a Chile, país extremadamente conservador en asuntos de familia, pero jamás dejó de apoyar y ayudar a Piedad Noé en la manutención del hijo que ambos habían procreado.
En Ecuador, desde hace muchos años, circula el rumor de que Pinochet siempre estuvo preocupado por el bienestar y desarrollo de su hijo Juan, el que por cierto, siguiendo el ejemplo paterno, ingresó a la Escuela de Oficiales del Ejército del Ecuador, y desde allí, sin dudas ni titubeos, en una u otra medida y forma sirvió de corresponsal a su padre.
José Tohá ‘salva pellejo’ de Pinochet y obtiene la furia y odio de doña Lucia
Pinochet no habría mantenido un romance únicamente con Piedad Noé en Ecuador, sino también jugó al “amante bandido” con una iquiqueña –de ancestros alemanes– que vivía en la capital de la región de Tarapacá, romance que en la época de la Unidad Popular fue “tapado” por el entonces ministro José Tohá, quien hizo lo posible por cuidarle las espaldas, el honor, la carrera y el matrimonio, a su ‘amigo’ general.
Para Lucía Hiriart, en cambio, la cuestión se transformó en asunto de “seguridad nacional”, excelente ropaje con el cual disfrazó su propia ira en varios asuntos.
Entre ellos se encontraba este secretillo
personal de Pinochet, inconfesable públicamente ya que le habría significado el repudio de toda la cúpula del generalato, el cual logró resolver con la ingenua ayuda administrativa de su amigo, el ministro de Defensa, José Tohá González, en el invierno del año 1972… pero, doña Lucía no toleraba que el propio ministro de Defensa socialista se hubiese esforzado por cubrir los pecados carnales de su marido.
Todos estos antecedentes forman parte del expediente judicial abierto el año 2000-2001 por el entonces ministro de la Corte de Apelaciones, Juan Guzmán Tapia, quien
investigaba el asesinato de José Tohá.
En su libro “Ego Sum, Pinochet”, las periodistas Raquel Correa y Elizabeth Subercaseaux, en la segunda edición de esa obra (año 1999), cuando el dictador estaba detenido en Londres, avalan la existencia de la ya mentada amante iquiqueña y las razones que pudieron haber motivado a Lucía Hiriart para solicitarle al Mamo Contreras el asesinato de Tohá.
Esto está claramente explicitado en el proceso judicial que llevaba adelante el juez Guzmán, pero, así como uno de los testigos principales, de apellido Fischman, se
acobardó y optó por el silencio, también la propia familia del exministro Tohá decidió no ahondar en el asunto para evitar que saliese a la luz pública un posible acto de corrupción administrativa efectuado por el ex ministro de defensa en beneficio de su ‘amigo’ Augusto Pinochet.
Queda flotando en el limbo informativo una suposición que bien podría tener bastante de cierto… que la muerte de José Tohá no la ordenó Pinochet directamente (el que tampoco deseaba matarlo) sino, y este es el quid a investigar, la orden –saltándose los manidos ‘conductos regulares’ propios de una organización jerarquizada– habría emanado de manera directa desde la más alta instancia de la DINA… la cual era muy leal con la fanática y despechada Lucía Hiriart.
Por Arturo Alejandro Muñoz
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