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martes, 25 de julio de 2023

El poder en el Chile posgolpe según EE.UU.: “Pinochet, Dios y la DINA”

 

El poder en el Chile posgolpe según EE.UU.: “Pinochet, Dios y la DINA”
Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso PrietoUnidad de Investigación de El Mostrador
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Documentos desclasificados de Estados Unidos evidencian que la inteligencia de dicho país se dividió en dos ante al fenómeno mundial que significó el surgimiento de la DINA, la policía política dirigida por Manuel Contreras. Mientras un sector advertía de los abusos que cometía, del poder omnímodo de que gozaba su director, de la falta de preparación que tenían sus agentes y de su organización semejante a la del organismo de represión política de los nazis, otros, dentro de la comunidad de inteligencia de Washington, enviaban informaciones relativas a las versiones de los allegados de la DINA, que culpaban al marxismo internacional y a campañas de desprestigio de otros servicios de inteligencia chilenos de las acusaciones que existían en su contra.


Los estadounidenses tenían muy claro lo que sucedería después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Pocos días después de este, una fuente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estuvo conversando con uno de los integrantes de la Junta Militar de Gobierno, el general de la FACH Gustavo Leigh, así como con otros generales implicados en la asonada militar, los que no tuvieron muchos reparos a la hora de explicar que “está planificada una represión severa”, según escribió el agente de la CIA en el punto 6 de su informe al respecto, fechado el 21 de septiembre de 1973.

A la luz de lo señalado por los documentos desclasificados de Estados Unidos (EE.UU.), no cabe duda de que la idea de la “mano dura”, tan popular en algunos sectores de Chile, iba a ser la insignia de quienes acababan de derrocar a Allende. Incluso, según la misma CIA, el 19 de enero de 1974 había oficiales jóvenes del Ejército que estimaban que la junta estaba siendo “demasiado suave”. De acuerdo con dicho reporte, la misma acusación se repetía en sordina en contra del general Washington Carrasco, que era comandante en Jefe de la guarnición militar de Concepción en septiembre del 73. Según los informantes de la CIA, “había sido demasiado suave en ir detrás de los líderes del MIR en su bastión, pero su reemplazo, el general Agustín Toro, está haciendo un trabajo mucho mejor”.

El primer nombre de la DINA

Hoy día sabemos que el organismo que posteriormente sería llamado Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), y que estaría destinado a cumplir el objetivo de aplicar “la represión severa”, comenzó a actuar a fines de 1973, enmascarada en la Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos (Sendet), al mando del coronel de Ejército Manuel Contreras Sepúlveda, quien contaba con el favoritismo absoluto de Augusto Pinochet.

Un cable de la Agencia de Información de la Defensa (DIA) de Estados Unidos detallaba que la existencia de la Sendet se había formalizado el 17 de enero de 1974, en función de un decreto con efecto retroactivo, que fijaba el “inicio” de las actividades de dicho organismo al 31 de diciembre de 1973, aunque –como ya está dicho– operaba desde antes de aquello.

De acuerdo con dicho reporte, la Sendet tenía como objetivo preocuparse de los presos que había como resultado del estado de sitio y estaba dividida en cuatro departamentos: Estadísticas, Administración, Logística e Inteligencia. Ese último departamento fue, justamente, el germen de la DINA. Según la DIA, la creación de la Sendet era “la mera formalización de un comité de detenidos que ha existido desde octubre de 1973”.

La CIA, sin embargo, estaba más al tanto de la existencia de la DINA. Un reporte secreto de dicha agencia, del 24 de enero de 1974, alertaba ya acerca de esta y decía que el general Nilo Floody asumiría el mando de ella en febrero. La verdad es que Floody nunca estuvo en la DINA y que el mando de ella siempre fue ejercido por su creador, el coronel Manuel Contreras. Sin embargo, es probable que quizá el o los informantes de la DINA hayan manejado información en el sentido de que se hubiera querido dejar a un general al mando de la entidad.

Como sea, la CIA sabía que en ese momento la DINA enfrentaba un problema muy serio: la falta de entrenamiento en inteligencia que tenía su personal, a lo que se sumaba “la falta de organización interna, que ha causado incidentes que han sido una fuente de bochorno para el Ministerio de Defensa”, agregaban los estadounidenses, según los cuales ya había varios casos de detenciones efectuadas por la DINA que esta había negado haber efectuado, solo para posteriormente descubrirse que sí lo habían hecho.

Según el mismo documento, el 17 de enero de ese año Pinochet había emitido una circular prohibiendo que los militares entregaran detenidos que estaban en sus unidades y supuestamente prohibiendo también la tortura contra los detenidos.

¿Cómo se enteraron de todo lo anterior? Al menos lo relativo al problema del entrenamiento lo supieron de boca del propio Contreras, que en enero de 1974 sostuvo un almuerzo con el subdirector de la CIA, el general Vernon Walters, quien le hizo hincapié en que “la agencia no puede proveer de entrenamiento o apoyo para cualquier actividad que pueda ser considerada represión política interna”, haciéndole presente que estaban muy satisfechos con la circular del 17 de enero y que esperaban “que su gobierno continúe adhiriendo a esas normas”.

Entrenamiento

Sin embargo, algo cambió drásticamente en el curso de ese año y debido a ello es que la DINA sí terminó recibiendo entrenamiento de parte de la CIA. Si bien nadie sabe a ciencia cierta qué motivó lo anterior, al año siguiente–como se reconoce en el Informe Hinchey–, Manuel Contreras recibió pagos de parte de la CIA. Aunque en el mismo documento se asegura que ello fue un error, lo concreto es que el director del organismo represivo chileno era un recurso importante para dicha agencia y eso podría explicar la cooperación que se le prestó no solo en lo económico, sino en la Escuela de Inteligencia que la propia DINA creó en el Cajón del Maipo, ubicada al interior de la casona que los militares expropiaron a Darío Sainte-Marie, el dueño del diario Clarín, más conocido como “Volpone” y quien fuera uno de los mejores amigos de Salvador Allende hasta 1972, cuando se quebró la relación.

Allí, en ese refugio enclavado en la precordillera, conocido como la “Casa de Piedra” y que también fue usado como un centro de tortura, fue donde al menos ocho oficiales de la CIA efectuaron instrucción en técnicas de inteligencia a oficiales y suboficiales de la DINA. El lugar era dirigido por el segundo hombre de dicha policía secreta, Pedro Espinoza, secundado por el entonces teniente Armando Fernández Larios, quien después sería una de las piezas claves en el crimen del excanciller Orlando Letelier.

Tal como informamos en El Mostrador en 2014, durante las investigaciones efectuadas por el juez Jorge Zepeda en cuanto a la existencia de una asociación ilícita entre la DINA y Colonia Dignidad, este interrogó a Espinoza, quien aseveró que “en los meses de julio o agosto de 1974 hubo personal de la CIA que hizo cursos de instrucción en la Escuela de Inteligencia de San José de Maipo”.

Sin embargo, no eran los agentes de la CIA los únicos que cooperaron con la DINA, pues quizá los aliados más estrechos e incondicionales con que esta contó fueron los alemanes de Colonia Dignidad, quienes también estuvieron presentes en la “Casa de Piedra”.

En el mismo fallo, el excabo del Ejército Carlos Labarca relató que “en la implementación de la citada escuela tuvieron una destacada participación colonos de la llamada Colonia Dignidad, quienes instalaron una antena de transmisión y equipos de radio, de alta frecuencia, muy adelantados para la época, pues se comunicaban directamente y sin problemas a Parral y otras ciudades. Este equipo era operado desde Santiago por Fernández Larios y Pedro Espinoza, quienes se comunicaban en clave, diariamente, con los colonos. Cuando los colonos venían a Santiago, concurrían a ‘Casa Piedra’ y ellos probaban los equipos y se comunicaban a Parral o a la casa que tenían cerca del Estadio Nacional”, aludiendo a la casona que los germanos poseían en Ñuñoa. Pese a ello, según Espinoza, los germanos solo habían acudido al Cajón del Maipo con el fin de reparar un equipo de radio descompuesto.

Sin embargo, además de haber visto allí a Schäfer y a varios de sus acólitos, Labarca también dijo al magistrado que, mientras recibía instrucción en la montaña, viajó al predio de los alemanes en Parral. Según quedó estampado en el fallo, “unas seis a siete personas visitaron Colonia Dignidad, en grupos de dos o tres, por el lapso de una semana, aproximadamente, acompañándolos Fernández Larios. En dicho lugar participó en un curso de nociones de explosivos dictado por el mismo colono gordo llamado ‘Mauk’ (Gerhard Mücke), junto a otros colonos más jóvenes. Les exhibían películas, fotos y documentos relacionados con la Segunda Guerra Mundial, donde se podía apreciar las destrucciones de tanques, puentes, etc., además de las actuaciones de los servicios de inteligencia alemanes”.

En efecto, oficiales y suboficiales de la DINA recibieron instrucción de inteligencia al interior de Colonia Dignidad. Por las temáticas, el relator y las fechas, parece ser que el curso al que asistió Labarca no fue el único que se dictó allí. En otra de las investigaciones efectuadas respecto de Colonia Dignidad, en este caso por la desaparición del fotógrafo Juan Maino Canales, quedó constancia de un curso de inteligencia de una semana impartido dentro del enclave por un instructor alemán, en noviembre de 1974, aunque en dicho caso existe algo más que un testimonio, pues la policía civil halló en 2005 un cuaderno que contiene las anotaciones del curso, el cual fue adjuntado a la causa de Maino y del cual El Mostrador dio cuenta en 2015.

Si bien el juez Zepeda llegó a la conclusión de que el relator de dicho curso había sido el exoficial de la Wehrmacht Cornelius Elmar Krieg, quien residía en Concepción, dos excolonos de Dignidad apuntaron inequívocamente a que el instructor era, en realidad, el excomandante de la Gestapo Walter Rauff, quien entre otras cosas había estado en la Armada, hecho al que se aludió en el curso.

Las dudas

Según la DINA, todo lo que se decía de ella era una simple calumnia. El primer documento que da cuenta de ello es un informe de la DIA que reseña que, frente a las acusaciones de malos tratos, “los oficiales de la DINA dicen que es propaganda marxista y celos de otros servicios”.

Algo semejante reportó la CIA unos meses más tarde, en junio de 1974, cuando emitió un documento que señalaba que, según una fuente cuyo nombre está borrado con plumón, “la DINA no ha estado implicada en tortura o maltrato de prisioneros, excepto por unos pocos casos”. A renglón seguido se explicaba que, de acuerdo con quien entregó dicha información, las acusaciones en ese sentido provenían de “enemigos de la DINA”.

En ese cable también se daba a conocer la existencia de “un campo especial de prisioneros manejado por la DINA en las afueras de la ciudad de San Carlos”, en referencia a Colonia Dignidad.

No obstante, existen informes contradictorios con los anteriores, sobre todo de parte de la DIA. En efecto, en febrero de 1974 dicha agencia emitió un análisis muy breve acerca del “estado presente y el poder de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA)”, basado en lo que les indicó “una fuente muy bien posicionada en el gobierno y en posición de saber. El no dio esta información en forma voluntaria, sino que le fue sonsacada cuando hablaba acerca de otro asunto”. En el encabezado del documento, preparado por el teniente coronel L.A. Corcoran Jr., se indicaba que se trataba de una fuente tipo “A” (es decir, de las mejores) y más abajo se especificaba que, según el informante, en ese momento, cuando la DINA aún ni siquiera existía en forma legal (recién en junio de 1974 se dictó el decreto que la creaba) “nada se puede hacer sin su aprobación”, a tal punto que señaló que “en Chile hay tres fuentes de poder: Pinochet, Dios y la DINA”.

Como estaban hablando de un asunto jurídico, según se subentiende, la fuente indicó que “ningún juez de tribunal alguno o ministro del gobierno va a cuestionar un asunto que ahora se diga que está siendo manejado por la DINA”.

Un año después, el 10 de abril de 1975, la DIA volvió a analizar a la DINA, acusando que se estaba convirtiendo en una Gestapo moderna. En el mismo sentido del informe previo, este apuntaba a la enorme concentración de poder que tenía y se basaba en los comentarios de una fuente no identificada, que se resumían en que “Pinochet ha establecido a la DINA como la única responsable de los asuntos subversivos internos. Debido a ello, las agencias de inteligencia están obligadas a informar a la DINA inmediatamente cuando descubran actividades subversivas y deben entregar los detenidos a la DINA”.

De acuerdo con los estadounidenses, la policía secreta dirigida por Contreras contaba con “cerca de 2.000 mil funcionarios activos, provenientes en su mayoría de las Fuerzas Armadas, así como con 2.100 civiles que cumplían funciones para ella, repartidos por todo el país, funcionarios de la llamada Brigada de Inteligencia Ciudadana”.

Además, se agregaba que “aparentemente el presidente Pinochet ha dado al Director de la DINA, el coronel Juan Manuel Contreras Sepúlveda, mano libre para determinar los recursos de personal que necesita la DINA”, relatando que cuando la Armada se negó a enviar a 40 mujeres para distintos trabajos, Contreras contrató a 40 mujeres civiles… luego de lo cual mandó la cuenta a la marina, lo que contó con el beneplácito del dictador.

En función de ello, se indicaba que la DINA mantenía relaciones muy tirantes con los demás organismos, aunque el peor problema era el relacionado con la propia inteligencia militar. De hecho, se detalla que el jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), el general Odlanier Mena, así como su antecesor, el general Julio Polloni, “se irrita constantemente por la actitud abrasiva del coronel Contreras y resiente la expansión de la DINA hacia lo que él considera dominios del Ejército. Además, él y oficiales de otros servicios están preocupados por lo que consideran métodos ‘bárbaros’ utilizados por la DINA en sus operaciones”.

Del mismo modo, se precisaba que Contreras mantuvo una buena relación con todos los miembros de la Junta, pero desde que se dictara el decreto 521, que le dio existencia legal a la DINA, “se reporta exclusivamente con el presidente Pinochet y solo recibe órdenes de él. (Contreras) mantiene las formas con los otros tres miembros de la Junta, como fachada, pero las opiniones de estos no son buscadas ni queridas por el director de la DINA”.

Dicha situación, según la DIA, había llevado a que numerosos oficiales manifestaran a Pinochet la necesidad de que la Dirección de Inteligencia Nacional fuera objeto de un mayor control, “pero a la fecha el presidente no ha recibido dichas sugerencias con entusiasmo”.

Como comentario, el redactor señalaba al final que “el patrón de crecimiento actual de la DINA no es consistente con alguna forma de control democrático o administración de sus actividades. Las aprensiones de muchos oficiales de alto nivel respecto de la posibilidad de que la DINA se convierte en una Gestapo moderna muy bien se pueden convertir en realidad, (pues) la autoridad autónoma de la DINA es grande y creciente”, a tal punto –planteaba el autor del texto– que “el desarrollo de la DINA es un fenómeno particularmente inquietante en el deseo de mejorar su imagen internacional (de Chile). Cualquier mejora en cuanto prácticas humanitarias será fácilmente eclipsada por las tácticas del terror (incluso a pequeña escala) de parte de los muy mal entrenados y mal supervisados agentes de la DINA”.

Un año más tarde, Estados Unidos quedaría horrorizado al ver el accionar de la DINA en su propio territorio, cuando una bomba confeccionada por Michael Townley hizo estallar el automóvil en el que viajaban el excanciller chileno Orlando Letelier y su secretaria estadounidense Ronni Moffitt, a 15 cuadras de la Casa Blanca. Fue recién en ese momento cuando todas las advertencias de algunos sectores de sus propias agencias de inteligencia acerca de la peligrosidad de la DINA se hicieron patentes para quienes –desoyendo algunos informes de la CIA y la DIA– la habían apoyado.

Pese a que dicho crimen significó el cese del apoyo estadounidense a Pinochet, este mantuvo su apoyo absoluto a Contreras, incluso desoyendo a su más influyente asesor jurídico, Jaime Guzmán, y de ese modo mantuvo a su fiel jefe de inteligencia en dicha posición hasta fines de 1977, cuando ya fue imposible seguir sosteniéndolo frente a la presión de Estados Unidos.

Así, Contreras fue llamado a retiro y la DINA pasó a llamarse CNI. Al frente de ella, Pinochet designó al máximo archienemigo de Manuel Contreras, el general Odlanier Mena, a quien Michael Townley (antes de ser extraditado a EE.UU.) puso una sopa de bacterias en su té, por encargo de su exjefe. Por cierto, a esas alturas ya nada era como antes, pues dicha arma biológica solo le causó una fuerte indigestión.

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