Por Walter Garib|septiembre , 2020
Si alguien se propusiera hacer la lista de los sinvergüenzas de Chile, tardaría un siglo en confeccionarla. Los hay de primera, segunda y tercera clase. Tarea de titanes o de ociosos, donde ahora el tiempo sobra. Me refiero a las personas que cometen actos ilegales en provecho propio o incurren en inmoralidades. También el término se refiere a los pícaros y a todos que en algún momento, nos hemos dejado seducir por el arte de la pillería. ¿Cómo negarlo? Escribir es un acto de inofensiva picaresca, disfrazado de honorabilidad, donde se inventan mentiras, las cuales al lector, se les quiere hacer pasar por verdades.
No siempre los más mentirosos logran crear una buena novela, un cuento, un poema, una obra de teatro o filmar una película. De ser así, en nuestra política diaria, debería hallarse el intelectual por excelencia. Ese personaje dotado de creatividad e impulsor de nuevas propuestas destinadas a combatir las desigualdades sociales, el abuso, quizá la mayor lacra que aflige a nuestra sociedad. Sí, debemos admirar en nuestra política, lo florido del lenguaje utilizado en los debates o cuando se realizan declaraciones. La situación del país se compara a menudo con un partido de fútbol. Es así como se hace referencia a los goles, autogoles, calidad de la cancha y destreza del entrenador en incluir en su equipo, a los mejores hombres.
Cuando la situación del país empeora y el entrenador o el presidente advierte cómo sus jugadores dan bote en la cancha, pues los cambia. Lo usual apunta a que él deba irse a la casa por su ineptitud, lo cual nunca sucede. Hay quienes dicen haber permanecido en la cárcel por haber robado un banco y su historia la transforma en novela. Otros, alegan ser héroes de revoluciones, combatientes por la causa del pueblo y se lanzan a escribir hazañas mentirosas. Si se les investiga, se descubre que jamás han salido de su pueblo. Inofensiva actitud, pues todo queda en el papel impreso y ahora, en las páginas de Internet.
Hubo un famoso periodista chileno, alrededor de 1960, que cuando le fallaban los temas y tenía que entregar su crónica semanal, inventaba robos, homicidios e incendios donde nunca existieron. Descubrió al cabo de algunos años, que su oficio era escribir novelas y terminó convertido en una celebridad. “Igual el periodismo me proporcionó inestimables temas” se jactaba. Escribir sobre la ficción y mezclarla con el contexto donde vivimos, es tarea de infinita complejidad. Y si hablamos de sinvergüenzas, se acaba de desarticular una banda de pícaros, que prestaba dinero al 20%. La usura, condenada en todas las legislaciones del mundo, reporta gigantescas utilidades. Hasta la fecha la labor de prestar dinero con usura es privilegio de los bancos y por ley, son los únicos habilitados para ejercerlo.
Como los sinvergüenzas medran de sus tropelías, ahora se les observa dispuestos a participar en el plebiscito. Dan recetas, opinan, asesoran y se mezclan en el paisaje citadino, empeñados en obtener una tajada del resultado, ya sea si gana el apruebo o el rechazo. Aunque todo indica que el apruebo sepultará las aspiraciones de pinochetistas disfrazados de socialdemócratas.
En todo este maremágnum de desdichas, intrigas, días de zozobra, mientras el país avanza a tumbos, dirigido por sinvergüenzas de espíritu, quizá los peores en su especie, debemos alegrarnos de los premios concedidos a dos insignes poetas. El Premio Nacional de Literatura otorgado al mapuche Elicura Chiguailaf y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, a Raúl Zurita. Genuinos creadores de metáforas. Profetas de la palabra escrita y los silencios de la noche. Voces encargadas de ensanchar los caminos de la patria, pues aman la tierra, su cultura, y jamás han pensado saquearla. Ambos han sabido expresar las aspiraciones del pueblo.
Por Walter Garib
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