por Richard Kouyoumdjian Inglis 4 abril, 2023
Hace casi un año, para ser más preciso, el 23 de marzo de 2022, se publicó en este mismo medio una columna de opinión titulada “El presidente Boric y las Fuerzas Armadas” . En esa oportunidad estábamos hablando de un Presidente que no tenía más de dos semanas en el cargo y, por ende, el foco de la columna era cómo relacionarse y trabajar con las instituciones de la Defensa Nacional, pero ahora estamos hablando de un Mandatario y una ministra que ya llevan más de un año en el cargo, y que posiblemente, contrario a sus ideas políticas previas, han tenido que gobernar muy desde un comienzo de este Gobierno con el apoyo de unidades militares y navales desplegadas en la Macrozona Sur debido al Estado de Excepción Constitucional de Emergencia y, desde hace poco, también en la frontera con Perú y Bolivia a través del mecanismo de infraestructura crítica.
Como dice el título de la columna, el problema sobre el cual hablaremos en esta oportunidad está no en el uso, sino en el abuso que se ha hecho de las Fuerzas Armadas durante el actual Gobierno, los riesgos y problemas que ello conlleva.
Para ser justos, el uso de los institutos armados no es algo de exclusividad del Presidente Boric. Sebastián Piñera los había usado largamente en su último mandato para fines del accionar del Gobierno en el manejo del COVID-19, y antes que eso, tanto él como sus antecesores, para fines de incendios y catástrofes naturales, llegándose al punto de que se crearon brigadas forestales que se activan en los períodos estivales y se dedican aeronaves militares para apagar incendios forestales.
El uso de las FF.AA. para fines distintos de sus roles primarios y fundamentales de defensa del territorio, la soberanía y el interés nacional donde sea que este ubicado, implica:
- Que se dejan de preparar o se entrenan menos para sus roles principales, los que requieren de Fuerzas Armadas capacitadas en el uso de su equipamiento y de su doctrina de empleo, lo que es un elemento básico en la disuasión que buscamos generar y, para no ir más lejos, es cosa de preguntar cuántas horas navegan los buques de la Escuadra Nacional y la Fuerza de Submarinos, las horas de vuelo de los F-16 de la FACH, o el estado de alistamiento de las brigadas acorazadas del Ejército de Chile.
- Que los presupuestos se dedican más a las actividades de seguridad interior y menos a mantener los sistemas de armas, vehículos, aeronaves y buques, lo que obviamente afecta la disponibilidad de estos.
- Que las tropas del Ejército de Chile y de la Infantería de Marina de la Marina de Guerra están muy frecuentemente desplegadas fuera de sus cuarteles y bases y, por ende, alejadas de sus familias, lo que significa una carga adicional para quienes quedan a cargo de niños o adultos mayores, o de personas que necesitan cuidados. Esto no sería un problema si las dotaciones del Ejército estuvieran al 100%, lo que no es una realidad en la tropa profesional y conscriptos, por lo que los que hay rotan más veces o bien las tropas que se envían a las tareas de seguridad son pocas.
- La realidad económica de las Fuerzas Armadas implica que muchos a veces tienen que complementar lo que les paga el fisco con trabajos como guardias de seguridad, choferes de Uber o similares, y pymes, entre otros ejemplos, funciones todas que se ven afectadas por los despliegues a la Macrozona Sur o a la frontera norte. No solo no puede trabajar en temas adicionales quien pertenece a las instituciones, sino también afecta a sus cónyuges o parejas, que se ven recargadas con trabajos domésticos que afectan obviamente sus propios quehaceres profesionales.
- Lo indicado en los puntos 3 y 4 implica en muchos casos que las tropas prefieren presentar la renuncia a seguir afectando las vidas de sus familias, y si a eso se le suma que, producto de la situación de seguridad que hay en Chile, la demanda por este tipo de servicios es alta y con sueldos que superan con creces los que les paga el Estado, la conclusión es obvia.
Volver a dedicar a las Fuerzas Armadas a lo que les es propio y solo darles un uso excepcional en temas de seguridad interior, corrige los problemas antes mencionados, ya que de lo contrario hay que hacerse cargo de las consecuencias que el abuso en el uso de las Fuerzas Armadas para otros fines genera para el futuro de Chile, cumpliéndose el dicho “pan para hoy, hambre para mañana”.
Alguien podría decir que la prioridad actual del Gobierno es la seguridad interior y por eso es que se justifica el uso de las instituciones de la Defensa Nacional, pero también debemos entender cuál es el costo y las consecuencias de hacerlo. Nada es gratis en este mundo. Las Fuerzas Armadas son instituciones permanentes de la República, por algo existen y debemos preocuparnos por ellas, y si el Presidente en virtud de sus facultades decide darles un uso, que no sea un abuso.
Con todo, y como comentario final, el uso permanente de las FF.AA. en tareas excepcionales es evidencia concreta de que el Estado y sus instituciones han sido sobrepasados y degradados, así como la tendencia a su uso permanente indica la disposición del mundo político de querer administrar un problema más que solucionarlo. En el mediano y corto plazo dicho costo será muy superior a los beneficios de actuar en forma proactiva, adoptando las medidas adecuadas, con pleno respaldo a las instituciones que constitucionalmente deben velar por el Estado de Derecho. De esta forma, se fortalece y no debilita el sistema democrático. No hacerlo es autoengañarse, como en el dicho popular “cometiendo trampa en el solitario”.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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