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domingo, 6 de septiembre de 2009

Como chileno que vive décadas en Madrid, ¿cuál es tu relación con Chile y sus procesos políticos?


Marcos Roitman: Desgastada la Concertación, emergería una nueva derecha síntesis de RN, UDI y la DC

escrito por Paul Walder.(Fuente El Clarin.cl)

Como chileno que vive décadas en Madrid, ¿cuál es tu relación con Chile y sus procesos políticos?

Cuando llegué a España, tenía dieciocho años, era 1974, aun vivía Franco y la dictadura se reconvertía para abordar la reforma pactada. Decidí incorporarme a las luchas democráticas en Madrid y no abandonar mi compromiso con Chile. Compromiso que lentamente se reconvirtió. España me acogía y se respiraban otros aires. La vida quiso que me quedara. Acabé mi licenciatura de ciencias políticas y sociología y continué mi formación doctoral. Tanto la tesina como la tesis tuvieron como objeto de estudio Chile. Había preguntas que contestar. Me centré en la formación del Estado y el papel de los sectores medios en el proceso político de la Unidad Popular. Tras ello, siempre creí tener vocación docente, me presenté a unas oposiciones para profesor titular, las gané y desde ese momento doy la asignatura de Estructura Social de América latina y cursos monográficos de doctorado. Así, en los años ochenta comencé realizando seminarios, en los cuales participaron Clodomiro Almeida, Pedro Vuskovic, Jacques Chonchol, Hugo Zemelman, Eduardo Ruiz, Sergio Bagú, Celso Furtado, Gregorio Selser, Aníbal Pinto, Ruy Mauro Marini, Pablo González Casanova, Agustín Cueva, Juan Bosch, Gerard Pierre Charles, Suzy Castor o Luis Maira. Así comenzó mi aprendizaje y una lucha constante contra la colonialidad del saber que impregna toda la universidad española en sus visiones sobre América latina.



Nunca he dejado de pensar Chile y creo haber aportado mi granito de arena durante estas décadas. Además de ayudar a chilenos en sus convalidaciones, dirigir sus tesis y decidir sus currículum doctorales. Durante el caso Pinochet, me enorgullece decir que formé parte del equipo de la acusación particular y popular dirigido por Joan Garcés. Y como docente no he dejado de dar seminarios sobre la experiencia de la Unidad Popular y participar en conferencias, debates y mítines denunciando la violación de los derechos humanos durante los años de tiranía. Mismamente, el año pasado coordiné un curso de la Universidad Complutense, en colaboración con el periódico La Jornada de México en El Escorial. Su titulo, “El pensamiento de Salvador Allende: actualidad y perspectivas a la luz del centenario de su nacimiento”. Está mal decirlo, pero fue un éxito. Decenas de personas debatiendo. El mismo contó con la participación de Francisco Zapata, Pablo González Casanova, Luis Hernández Navarro, Mario Boero, Joan Garces, Blanche Petrich, Carlos Fazio, Pedro de Miguel, Carlos Taibo, Hugo Gutiérrez Vega, quien recibió a Salvador Allende en Guadalajara en el famoso discurso a los universitarios. También asistieron el diputado del PSOE José Antonio López Tapias, el coordinador de Le Monde Diplomatique en España Ferrand Montesa y el rector de la Complutense entre otros. La pena fue la negativa de Gabriel Salazar a sumarse al proyecto.


En fin, nunca he renunciado a mi responsabilidad. Pienso que vivir la experiencia de la Unidad Popular desde el compromiso socialista fue un privilegio. Esos años, tal vez sean los más ricos en la experiencia de las luchas populares y democráticas en la historia de Chile del Siglo XX, tal vez compartido con el periodo del primer Frente Popular. Pero no se trata de un recuerdo nostálgico, como un tiempo cuyos objetivos han sido cubiertos por los gobiernos de la Concertación a decir de Ricardo Lagos. Mentira acorde con el personaje. Más bien lo contemplo como una alternativa vital no realizada. Ninguno de los puntos del programa de la Unidad Popular puede considerarse obsoletos, mas bien fueron abandonados en pro del neoliberalismo.


Tienes alguna impresión sobre este proceso eleccionario. ¿Qué papel juega la derecha chilena y la misma Concertación en este momento histórico regional? ¿La polarización política regional incidirá también en el pensamiento de estos conglomerados? ¿Habrá una mayor tendencia hacia una derechización?


La transición chilena tuvo un plan de amarre. Todo se dejó atado y bien atado. La propia ley de amnistía, la imposibilidad de juzgar a criminales y torturadores, la consideración de Pinochet como presidente legítimo, el cierre de investigaciones sobre desaparecidos, el secreto para no desvelar los contenidos de los informes Valech y Rettig si afecta a miembros de las fuerzas armadas constatan la unidad de intereses entre la UDI, RN, y los partidos de la concertación. Hoy se gobierna con una constitución proveniente del régimen dictatorial y no hay voluntad política para deshacerse de ella. ¿Cómo puede ser democrático un país donde sus leyes dependen de una constitución espuria? es aberrante. Da la sensación que unos y otros se encuentran cómodos en este marco institucional. Gane uno u otro, poco cambiará la dirección del proceso. Sólo que la derecha mas extrema, los empresarios, la burguesía trasnacional retomará el poder formal, cuestión de importancia para cerrar su proceso de alternancia política. Sería un final feliz. Existe un artículo de Arturo Fontaine Talavera, “El pecado original del capitalismo en Chile”, cuyo contenido sintetiza la actual situación. Para Fontaine, la estabilidad política se conseguiría si los golpistas confían en la oposición para administrar el orden neoliberal impuesto, tanto como si la oposición acepta su presencia en las instituciones sin acritud. Un esfuerzo de pragmatismo político. Una vez conseguido este objetivo, dijo, se tendría superado el pecado original, establecer la economía de mercado por medio de la sangre y un golpe militar. Hoy asistimos a esta realidad. La concertación gestiona el modelo pinochetista y la derecha sigue expiando su compromiso con el régimen pinochetista y la violación de los derechos humanos. Incluso Piñera, en un intento de romper amarras con su pasado recuerda continuamente su apoyo al voto negativo a la continuidad de Pinochet en el referéndum de 1988.


La derecha chilena no la podemos identificar con un partido o dos. La Democracia Cristiana, hoy en la concertación, es parte de un proyecto más amplio de nueva derecha latinoamericana apoyado desde Europa con centro en España. El partido popular tiene lazos fraternales con sus dirigentes y ve con buenos ojos una ruptura, incluso la financia a través de su fundación CIPHIE.


Desgastada la concertación por la corrupción, el fracaso de proyecto educativo, el aumento de la desigualdad y la pérdida de credibilidad, emerja una nueva derecha, síntesis de RN, UDI y la Democracia Cristiana. Sería una manera de garantizar su triunfo durante décadas. Por ello es necesario cambiar la constitución, la ley electoral y promover un proyecto alternativo aglutinador de la izquierda socialista, anticapitalista y antiimperialista. Mientras ello no se produce, Chile juega un papel gris al lado de los Estados Unidos. La involución política en Chile es parte de esta derechización. No olvidemos que en el mundo, Chile es considerado ejemplo de país responsable, con una economía saneada donde el neoliberalismo ha mostrado su éxito. Su elite ha sabido vender bien esta mentira. Pocos conocen el caso Clarín, el control sobre la prensa, la matanza de Mapuches, la existencia de presos políticos y el deseo de mantener la impunidad a los responsables de crímenes de lesa humanidad. Menos aún la reconversión pinochetista de los dirigentes de la concertación, baste recordar, para concluir, las palabras de Alejandro Foxley: “Pinochet realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante habida en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo, descentralizar, desregular, etc. Esa es una contribución histórica que va a perdurar por muchas décadas en Chile..., hoy lo reconocemos como un proceso de importancia histórica para Chile, que ha terminado siendo aceptado prácticamente por todos los sectores. Además ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar.” Poco queda que decir, cuando un criminal a la altura de Hitler es ensalzado por un ex ministro de la concertación, que sin duda dijo lo que sienten cientos de dirigentes democratacristianos y conversos socialistas al neoliberalismo. Han perdido la dignidad y la honradez. Bachelet lo nombró ministro de Asuntos Exteriores, sabiendo sus convicciones. Es el premio a una elite despojada de ética y de principios democráticos.



Una versión resumida de esta entrevista ha sido publicada en la revista Punto Final


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