Si a las tiendas, buses o supermercados caben derechos humanos inalienables, indivisibles e imprescriptibles, entre otras características inherentes a dichas prerrogativas, organismos como la Sofofa o la CPC son en realidad verdaderas Comisiones Chilenas de Derechos Humanos o Vicarías de la Solidaridad. Con razón se quejan desde estos gremios porque el INDH sólo defiende los derechos humanos ¡de los humanos! No es de extrañar que, de haber un nuevo gobierno de Chile Vamos, se informe al país de la creación del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de la Infraestructura Comercial y el Transporte Público, para recordar(nos) lo que nunca más debe volver a ocurrir.
En una irrupción inesperada y conceptualmente sorprendente, el intendente de la Región Metropolitana, Felipe Guevara, nos ha ilustrado sobre un aspecto hasta ahora desconocido en la vasta literatura sobre el tema: los buses de la locomoción colectiva también tienen derechos humanos. Sí, ha leído bien. Más aún, a esto ha sumado otros planteamientos igualmente llamativos: 1) El transporte público constituye un derecho fundamental de las personas; 2) Quienes violan los derechos humanos son los delincuentes. Todo esto fue señalado por la autoridad a raíz de las manifestaciones de este jueves 10 de diciembre, en cuyo marco fueron quemados cuatro buses del Transantiago. Las declaraciones textuales están disponibles en distintos portales de noticias, por si aún no da crédito a lo que acaba de leer.
Ahora bien, antecedentes respecto de estas innovaciones jurídicas encontramos a partir del 18 de octubre, cuando no fueron pocos quienes alzaron la voz para defender a los pobres supermercados, tiendas del retail y comercio en general, que eran tratados como seres inertes a los cuales no cabían derechos algunos. En aquellos meses fuimos testigos de la vehemencia con que personeros de la derecha y del empresariado –o de la derecha empresarial, que vendría siendo lo mismo– se mostraban conmovidos ante los saqueos e incendios que afectaron a dichas entidades. Por cierto, se los veía mucho más conmocionados que frente a los cientos de mutilados oculares, torturados, mujeres y hombres vejados, o grandes masas de manifestantes gaseados, entre otros. Y con justa razón, pues, reconozcámoslo, esas son exageraciones que no pueden ser admitidas ni siquiera como agravantes. En definitiva, ¿por qué habría de ser más grave quemar a personas que a supermercados o a buses?
Esos asertos que se anunciaban con el despertar del octubre chileno, no obstante, no habían sido hasta ahora formulados de manera tan precisa como lo ha hecho esta mañana el intendente. En efecto, todas estas infraestructuras son entes depositarios de derechos humanos. Lo que pasa es que no nos habíamos dado cuenta de ello. No reparamos en que los dolientes que vociferaron por los daños a la infraestructura del comercio fueron, en el fondo, unos vanguardistas en su forma de reinterpretar la teoría sobre derechos humanos en el siglo XXI. Frente a esto, el intendente Guevara sólo ha recogido el guante de esta relectura sui generis sobre el particular.
Pero vamos a lo sustantivo. Esta redefinición de lo que es un sujeto de derechos humanos nos impele a reconceptualizar, a la par, al sujeto de obligación, que hasta ahora erróneamente creíamos era el Estado. Pero resulta que no, que son los delincuentes, uno cualquiera, o unos, por allá o por acá, que se manifiestan en la calle y deciden con desenfreno violar los derechos humanos de esas infraestructuras rebosantes de vida que hay que proteger.
Respecto de la consideración sobre el transporte público como derecho fundamental, mi estado de ignorancia y confusión es aún mayor, puesto que no logro dar con la declaración, convención o pacto internacional que así lo ha establecido. Sinceramente, tras mis años como investigadora y docente en derechos humanos, me siento igual que el vocalista de Emociones Clandestinas, en los años 80, cuando cantaba “Ha salido un nuevo estilo de baile y yo no lo sabía”…
Y si a las tiendas, buses o supermercados caben derechos humanos inalienables, indivisibles e imprescriptibles, entre otras características inherentes a dichas prerrogativas, organismos como la Sofofa o la CPC son en realidad verdaderas Comisiones Chilenas de Derechos Humanos o Vicarías de la Solidaridad. Con razón se quejan desde estos gremios porque el INDH sólo defiende los derechos humanos ¡de los humanos!, en una clara exclusión especifista antropocéntrica unilateral e ideologizada. No es de extrañar que, de haber un nuevo gobierno de Chile Vamos tras la elección del año próximo, se informe al país de la creación del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de la Infraestructura Comercial y el Transporte Público, para recordar(nos) lo que nunca más debe volver a ocurrir.
Finalmente, no deja de sorprenderme el simbolismo temporal en que se revelan estas verdades al país: un 10 de diciembre. Y si usted está pensando que me refiero a la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos, se equivoca rotundamente. Guevara lo hace un 10 de diciembre, cuando se cumplen 14 años de la muerte del dictador Augusto Pinochet, que coincide también con el 99 cumpleaños de su esposa Lucía Hiriart. O sea, todo queda en familia. Pinochet sigue penando y pauteando por estos confines. No hemos aprendido nada.
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