Para que la Constitución no sea letra muerta
por Cecilia Valdés 29 diciembre, 2020
Escalofrío da pensar que por primera vez en la historia de Chile, y por única vez en nuestras vidas, se podrá construir una nueva Carta Magna con participación popular.
El temor que inunda los corazones de todos los que sacrificaron vidas, piernas, brazos y ojos es que la clase política traicione al pueblo, le vuelva a dar la espalda, vuelva hacerse el sordo y negocie todo por pequeños y miserables espacios que les rindan votos carroñeros y que no permitan avances. Eso por lo que los jóvenes entregaron todo por la revolución hermosa que nos hizo despertar, nos gritaron “no son 30 pesos, son 30 años”, juegos de palabras más o menos, lejos de preguntarnos el porqué de esa frase, nos ofendimos. Un genuino sentimiento que emana de la soberbia que cree que todos le deben gratitud, eternamente.
Lejos de la Violeta Parra que con su canto nos dijo “que vivan los estudiantes”, los ignoramos, no hicimos esfuerzo alguno por comprender su desgarrador grito.
Asustada está la oligarquía que piensa que puede perder poder con el despertar, sin tener conciencia de que perdió hace ya un tiempo el poder que le dio el propio pueblo una y otra vez, con la secreta esperanza, cada vez, de que fueran considerados en esa nueva patria que siempre anunciaban.
Este mundo mezquino que hace que los privilegios se concentren en unos pocos, que se engañe al pobre con caridad, no pudo sostenerse y las calles se rebelaron y nacieron nuevos niños y niñas de la esperanza.
Los que creen ser los salvadores en forma arrogante solo se han convertido en un lastre que no permite la evolución. Es de esperar que se deje el espectáculo simple, el que ya no es creíble aunque lo maquillen con una intensa retórica, porque ya sabemos que es solo eso: re-tó-ri-ca.
Ahora está en manos de algunos que la Constitución no sea letra muerta; no es aceptable que se valoren más los cupos que los principios que necesitamos plasmar en este nuevo trato. No puede ser que cada feudo partidario prefiera tener un resultado pequeño, aunque mayor que el resto y que sacrifique por ello los sueños, las esperanzas de nuestros hijos, hijas, nietos y nietas.
Frases como “la gente no sabe”, pese a que el pueblo ha demostrado ser más sensato que las autoridades, una y otra vez. O como “esto será el caos”, no lo fue y no lo será, por lo menos por los que reclamamos justicia social.
Los que creen ser los salvadores en forma arrogante solo se han convertido en un lastre que no permite la evolución. Es de esperar que se deje el espectáculo simple, el que ya no es creíble aunque lo maquillen con una intensa retórica, porque ya sabemos que es solo eso: re-tó-ri-ca.
Hay que dejar que el pueblo busque su propio destino, confiar en la sabiduría que siempre ha tenido, no se puede manipular más con palabras lindas pero vacías, frases sin espíritu y grandilocuencia inútil para la gran mayoría de los que esperan que algo de este país les pertenezca, pues hoy solo unos pocos lo poseen.
Señores y señoras, ustedes que nunca escucharon, no nos hagan creer que ahora sí lo harán, pues el pueblo es paciente, mas no estúpido.
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