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sábado, 26 de diciembre de 2020

La gran batalla por la democracia verdadera y la libertad es la que vi

    

Hasta este momento, para la derecha y sus aliados socialdemócratas, aún nada se ha perdido. Y el pueblo aún nada ha ganado. La batalla que viene es la que decide varios destinos

 

Y finalmente el año 2020 –más allá de la pandemia provocada por el virus Covid19- termina siendo políticamente un  caos, pues  son muchos los que aseguran que en estos últimos doce meses lo único que se logró a nivel nacional fue certificar que el país está gobernado por un grupo de individuos carentes de las cualidades mínimas necesarias para hacerse cargo de la administración del país, en quienes, además,  nadie confía, ni siquiera lo hacen aquellos que les llevaron a La Moneda. El desastre es absoluto.

El constante uso del payaseo barato, de la exacerbación farandulera usada  en la exposición del “líder”, ni los aplausos grabados para dejarlos caer  en cualquier toma televisiva, pudieron librar a Piñera y a sus asesores del ridículo nacional e internacional. En sus estertores finales de una agonía que se ha prolongado demasiado, el gobierno transforma en circense cualquier evento que realiza. Ello no tan sólo cansa sino, también, provoca el efecto contrario al deseado por los bufones que actúan en esas funciones.

¿Por qué lo hacen? La respuesta puede no satisfacer a los lectores más exigentes, pero quizás lo que esos ‘actores’ ejecutan –el fungir de bufones y hacer el ridículo ante los ojos del mundo- obedezca simplemente a que ya no tienen respuestas válidas para solucionar los problemas que el sistema salvaje ha originado…entonces, confiados en que a mucha gente le agrada el show y la farándula, lo festinan todo.  No lo hacen porque quieren o se les ocurre, sino porque deben obedecer ciegamente a un jefe cuyas facultades mentales parecieran haberse descentrado.   El señor Piñera Echenique, a la incontinencia verbal ha sumado acciones propias de un bufón, pero de los malos, de los fomes, de aquellos  que finalmente terminan siendo pifiados. Si hay un caballo, quiere montarlo; si hay un desfile militar quiere encabezarlo; si hay un bote, quiere remar; si hay una pelota quiere patear un penal; si hay un Ford ‘T’ quiere conducirlo; si hay un helicóptero, quiere pilotarlo; si hay una nalga quiere ponerle una inyección; si hay un escenario quiere ocuparlo; si llegan vacunas quiere ir al aeropuerto a recibirlas, aunque sean totalmente insuficientes en número para las necesidades del país……definitivamente es demasiado.

La verdad es que ese constante ‘payaseo’ bien podría haber sido aceptado –a regañadientes, claro está- por la mayoría de los ciudadanos si algunas políticas de bienestar social hubiesen tenido éxito. El problema radica en que no hubo, ni hay (ni habrá) tales políticas, ya que para poder implementarlas es imperioso legislar clara y directamente en beneficio directo de las mayorías nacionales, sin letra chica ni subterfugios insulsos  que se convierten en cizaña, la cual es acogida de buen grado por una institución que, también en opinión de la mayoría, se ha convertido en un ente abiertamente antidemocrático, el Tribunal Constitucional… y este no lo ha hecho por desarrollo libre e interno ni por vuelo propio, sino merced a que el actual gobernante y sus fracasados asesores lo transformaron en una chapucería que para el neoliberalismo salvaje resulta ser una especie de redentor sagrado, pues permite al 5% de la población mantener incólumes los  privilegios e inmoralidades que obligaron a las grandes masas acumular ira y estallar en desobediencia civil y movilizaciones históricas.

Aunque a muchos derechistas y socialdemócratas de última hora les moleste, el país carece de buen gobierno, tanto como carece además de una oposición que cumpla a cabalidad el rol que le compete. Ello se encuentra refrendado por las diversas encuestas de opinión que certifican cuán rechazadas son las mentadas “instituciones que funcionan”, como es el caso del mundillo parlamentario y del mismo poder ejecutivo.

Aquellos que aún creen a pie juntillas que un golpe de estado (militar o cívico-militar) arreglaría y solucionaría el majestuoso desorden e injusticia social existentes, se equivocan de lleno. Es más que improbable que las fuerzas armadas quieran meterse en un nuevo brete tan complejo –para ellas- como el que hubieron de sobrellevar durante la época pinochetista, ya que al retornar la democracia los únicos (insisto en el término ‘únicos’) que debieron poner cara y cuerpo ante los tribunales de justicia nacionales e internacionales, fueron precisamente ellos, los uniformados, mientras quienes les habían animado y apoyado para sacar a relucir bayonetas, torturas, asesinatos y exilios, se recogían en sus propias conchas para evitar juicios y perder privilegios y propiedades. En suma, los que instigaron al milicaje a dar el golpe, una vez que el régimen totalitario falleció dejaron en la estacada y en la soledad a quienes les salvaron (temporalmente) sus privilegios y bienes. ¿Querrán nuevamente los uniformados salir a poner el cuerpo, el alma y el futuro (de ellos y de sus familias) para proteger los inmorales privilegios de una minoría clasista y predadora? Parece difícil que así ocurra.

Este gobierno está sin salida. Atrapado en su propia red de intrigas, mentiras y traiciones. Su presunto ‘liderazgo’ huele sala psiquiátrica…está definitivamente enfermo, definitivamente acabado. Ya ni los suyos le creen, ni le apoyan, ni le defienden. Este gobierno convirtió al país en un  barco sin timón. El magro 7% de “apoyo” que registran en su beneficio las  encuestas, así lo certifican. A la muy minoritaria clase social altamente enriquecida le queda solamente una, y nada más que una, opción. Obtener el mayor número posible de ‘constituyentes’ en abril del 2021 que les permita contar con algo más de los dos tercios para manejar a su amaño la redacción de la nueva Constitución Política del Estado. Si lo logran, habrán ganado la batalla, independientemente de cuán mal se encuentre hoy Piñera Echeñique, o de cuán malos sean para esa clase social los resultados electorales próximos.

La gran ‘batalla’ por la democracia, la libertad y la justicia social, aún no se ha dado.

 

Por Arturo Alejandro Muñoz

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