Foto: Profesor Jacinto Pino Muñoz

Por Alfredo Peña R.

Esta es de esas historias que es bueno contar. Fue publicada en las últimas horas en el diario mexicano El Universal y tiene como actores principales, a chilenos que sufrieron la persecución de los primeros días de la dictadura luego del golpe de Estado de septiembre de 1973. 
Los involucrados fueron todos perseguidos, despedidos de sus trabajos, exiliados por la dictadura...Por pensar distinto...

Los actores principales son Alvaro Varela, (exMapu) que en 1973 era el presidente del Centro de alumnos de la escuela de Derecho de la Universidad de Chile, hoy un destacado abogado, especialmente en el ámbito de los derechos humanos. Ha defendido varias causas de las familias que sufrieron la violencia y el crimen de la dictadura, entre ellas a la familia Frei Ruíz Tagle, por el asesinato por envenenamiento del Presidente Eduardo Frei Montalva. 

El segundo era el abogado Jacinto Pino Muñoz, (independiente de izquierda) profesor de esa escuela del ramo de Derecho Aeronáutico o Derecho Aéreo.

El tercero era Mario Verdugo, (pro DC) profesor de la Universidad de Chile y director de esa carrera.

El cuarto era Máximo Pacheco Gómez, (DC) Decano de esa facultad, que fue embajador de Frei Montalva y en democracia fue senador por el Maule.

La persecución de la dictadura contra las personas de izquierda, luego del golpe era feroz. Brutal, criminal. Se habla que en los primeros seis meses, las fuerzas militares asesinaron a más de mil 500 personas de las más de tres mil que fueron ejecutadas, lanzadas al mar, fusiladas o hechas desaparecer. Y cuando la persecución por pensar distinto ya estaba en toda su dimensión, los grupos de exterminio de la dictadura, se preocuparon de perseguir a los DC. 

Y en la escuela de Derecho de la Universidad de Chile también hubo persecución ideológica. Despidieron al Decano Máximo Pacheco, a profesores, expulsaron alumnos. No era fácil ser de izquierda o DC y estudiar en esa escuela luego del Golpe. Y en el decanato asumió Hugo Rosende, un abogado derechista al que Pinochet a fines de los 80 le pidió que fuera su ministro de Justicia.

Hace unos días, falleció en México el profesor de Derecho Aéreo de esa facultad en 1973, Jacinto Pino Muñoz, que luego se fue al exilio a Honduras y posteriormente llegó a la capital mexicana.

Y este relato, fue publicado en el diario mexicano El Universal, por el abogado Manuel Gil Antón, en memoria del profesor Jacinto Pino.

Estudie mucho, mañana lo espero...

Desde el 11 de septiembre de 1973, Álvaro Varela y el profesor Pino tuvieron que ocultarse. Había sido derrocado, en Chile, el gobierno del presidente Allende, truncando el proyecto de la Unidad Popular. Pinochet, implacable asesino, toma el poder y persigue a quienes se oponían al golpe de estado, máxime si habían colaborado con el gobierno depuesto a balazos. Ambos se sabían parte de ese grupo.

Álvaro necesitaba terminar sus estudios con el fin de estar mejor posicionado para trabajar en el país que le daría asilo. Iniciaba octubre. Sólo le faltaba una materia que acreditar: derecho aeronáutico. Pudo hablar con el director de la facultad, quien le dijo que, si conseguía un escrito, en un papel cualquiera, en que el titular de la materia lo aprobara, y constase en él su firma, daría trámite a su egreso. ¿Cómo le voy a hacer, si el maestro está escondido, y yo ando a salto de mata? No había mucho tiempo.

Se afanó en hallarlo. Incluso fue a su casa para ver si alguien le daba razón de su paradero. Estaba vacía, saqueada. Una vecina salió y le dijo: “Esos arrancaron, eran comunistas”. Porfió en su empeño y consiguió, tras varios intentos, acordar con él encontrarse en “un punto” a pesar del riesgo que implicaba.

“¿Qué necesita?” Le explicó la urgencia de obtener ese documento, y luego de pensarlo un par de minutos le dijo: “Álvaro, no le puedo poner la nota si no le tomo el examen”. “¿Y cómo, respondió, si usted está en la clandestinidad y yo casi igual? En unos días se publicarán las listas con los nombres de aquellos a quienes se les iniciaría sumario, y entonces ya no se podrá realizar ninguna gestión en la Escuela pues seguro me van a expulsar”. Había sido líder estudiantil y fue notoria su defensa de la legalidad democrática. “Le tomo el examen mañana: vaya a tal hora a la estación Mapocho, (hasta 1986 era una estación de trenes) saque un pasaje del tren a Viña; yo lo espero en el andén.”

La noche entera se dedicó a estudiar y al día siguiente rindió la prueba en esas condiciones. Preguntas. Respuestas. Solicitud de precisión de algún dato y la debida contestación. Luego de valorar sus conocimientos, el maestro le dio la nota aprobatoria en un papel con su rúbrica: Jacinto Pino Muñoz. “Que le vaya bien, Álvaro. Cuídese”. Se alejó con cautela. Dejó pasar unos minutos y, sin demora, fue a la Escuela y logró el certificado de egreso. ¡Vaya lección de solidaridad en serio, uncida al respeto por los valores de la academia decente!

Pasados algunos días, don Jacinto se refugió en la embajada de Honduras. Dos exilios: uno en ese país de Centroamérica (ahí lo alcanzó su familia) y posteriormente en México, donde se quedaron a vivir. Trabajó en distintos puestos relacionados con la aeronáutica, y a los 70 años volvió a la academia. Con su juventud reunida, se doctoró en Ciencias Políticas. Trabajó de la única manera que sabía hacerlo: duro y bien. Escribió libros publicados por la UNAM, y muchos artículos; impartió clases con la diligencia de siempre y dirigió incontables tesis. Logró ubicarse, 16 años después, en el nivel II del Sistema Nacional de Investigadores.

En estos días en que se revisan las maneras de evaluar el trabajo universitario, trayectorias como la de Jacinto nos recuerdan que no se pueden “medir”, como se mal estila, dimensiones que son tan valiosas.

En julio de este año se fue de estos rumbos.

Hasta un día de estos, Dr. Pino: nos veremos en el andén que usted indique.

Seguro que Álvaro estará puntual, como en ese entonces. Y con él, nosotros, sus discípulos mexicanos. Buen viaje.