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martes, 26 de noviembre de 2013

Gonzalo Martínez Corbalá: “El 17 de septiembre de 1973 declaré en Perú que regresaba a Chile por Neruda”

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México DF.- En entrevista con Clarín.cl Gonzalo Martínez Corbalá (1928), embajador de México en Chile (1972-1973), habla de la ruptura de relaciones diplomáticas con la dictadura de Pinochet: “Le pedí tres veces al presidente Luis Echeverría que rompiera relaciones diplomáticas con Pinochet, pero el gobierno de México tenía que esperar hasta que pudiéramos rescatar a los 71 asilados en la embajada, hubiera sido un crimen abandonarlos, al principio habían más de 500 asilados políticos en la embajada, la dictadura no autorizó los salvoconductos de los últimos 71 refugiados. El Canciller Rabasa viajó a Chile en mayo de 1974 para solucionar la crisis diplomática y para solicitar la liberación del Canciller de la Unidad Popular, una vez que la dictadura liberó a Clodomiro Almeyra y permitió la salida de los 71 refugiados, el presidente Luis Echeverría anunció la ruptura de las relaciones con el régimen de Pinochet el 26 de noviembre de 1974”. El diplomático mexicano también reveló un dato hasta ahora desconocido: “En Perú dije: ‘Llevo la invitación del presidente Luis Echeverría para el poeta Pablo Neruda como Huésped de honor del gobierno de México’”. Desde el 17 de septiembre de 1973 la dictadura sabía los planes del exilio de Neruda.


MC.- Don Gonzalo, en su libro “Instantes de decisión” (1998) publicó los salvoconductos de la familia Allende Bussi, pero en la Cancillería de México no encontramos los salvoconductos de Pablo Neruda y Matilde Urrutia, ¿dónde quedarían los documentos?
GM.- No podría asegurarte si todavía conservo los salvoconductos de Pablo Neruda y Matilde Urrutia, me cambié de casa, pero te ofrezco revisar en mi archivo, si encuentro los documentos te regalaré una copia. Yo tengo los originales de los salvoconductos de la familia Allende Bussi, los publiqué en mi libro, junto con el mío propio, que era impropio porque la dictadura debió respetar mi inmunidad diplomática, pero me exigieron el trámite del salvoconducto, de lo contrario podrían arrestarme o asesinarme en las calles, así que cumplí con sus requerimientos; o me ponía estricto al pedir que respetaran la Convención de Viena o tramitaba el salvoconducto para poder movilizarme a cualquier hora y así agilizar la salida de los asilados de la embajada.

MC.- El 16 de septiembre regresó a México, conversó con Luis Echeverría y con el Canciller Emilio Rabasa, le pidieron que fuera a buscar a Neruda; el 17 de septiembre aterrizó en Perú, los periodistas le preguntaron si México rompería relaciones con Pinochet…
GM.- Le pedí tres veces al presidente Luis Echeverría que rompiera relaciones diplomáticas con Pinochet, pero el gobierno de México tenía que esperar hasta que pudiéramos rescatar a los 71 asilados en la embajada, hubiera sido un crimen abandonarlos, al principio habían más de 500 asilados políticos en las dos casas de la embajada, la dictadura no autorizó los salvoconductos de los últimos 71 refugiados. El Canciller Rabasa viajó a Chile en mayo de 1974 para solucionar la crisis diplomática y para solicitar la liberación del Canciller de la Unidad Popular (detenido en Isla Dawson y trasladado a Tres Álamos), una vez que la dictadura liberó a Clodomiro Almeyra y permitió la salida de los 71 refugiados, el presidente Luis Echeverría anunció la ruptura de las relaciones con el régimen de Pinochet el 26 de noviembre de 1974.

MC.- Usted salió definitivamente de Santiago el lunes 1 de octubre de 1973, ¿quién se quedó a cargo de la embajada hasta noviembre de 1974?
GM.- El agregado militar de México en Chile, yo no confiaba en Manuel Díaz Escobar, participó en la represión contra los estudiantes del 10 de junio de 1971 en México DF (El Halconazo), era anticomunista. Díaz Escobar tenía muchos amigos en la Junta Militar de Chile, simpatizaba con la dictadura de Pinochet; cuando yo salí de Santiago, Díaz Escobar se quedó en la embajada de México con el riesgo de que revirtiera lo que habíamos logrado por la vía diplomática, yo estaba preocupado porque los militares chilenos podrían allanar la embajada para detener a los asilados políticos.

MC.- Usted “engañó” al canciller de la dictadura, le hizo creer que los militares deberían respetar la Convención de Caracas, pero Chile no había ratificado la convención sobre el asilo político, además de ignorantes, ¿los milicos eran ingenuos al creer que México no rompería relaciones diplomáticas?
GM.- Está claro que los militares no sabían que Chile no había ratificado la Convención de Caracas, tampoco sabían si México rompería relaciones diplomáticas. En el regreso a Chile, me sirvió la Doctrina Estrada (la no intervención de México en los asuntos políticos de otros países), en la escala en Lima los periodistas querían saber si romperíamos relaciones con Pinochet, yo respondí: “Voy de regreso a Chile, México no califica ni descalifica a la Junta Militar, se considera un gobierno de excepción. México, en ejercicio de su soberanía, decide con cuáles gobiernos mantiene o no relaciones diplomáticas”. A Pinochet no le convenía quedarse sin el intercambio comercial con México, la dictadura necesitaba el petróleo y algunos productos agropecuarios.

MC.- ¿Los periodistas peruanos le preguntaron si regresaría por Pablo Neruda?, ¿cuándo fue público el plan de Luis Echeverría?
GM.- Ese plan estaba definido desde México, todas las preguntas en Perú tenían que ver con el destino de Neruda: “¿el poeta regresará con usted a México?”, en la rueda de prensa dije: “Llevo la invitación del presidente Luis Echeverría para el poeta Pablo Neruda como Huésped de honor del gobierno de México”. Neruda tenía una enorme cantidad simpatías en México, lo puedes ver en la actualidad, en México no interesa la polémica sobre el suicidio del Presidente Salvador Allende, en cambio, lee el interés que despierta la investigación sobre la muerte de Neruda, la gente se indigna al ver los documentales del funeral de Neruda y la represión de los militares.

MC.- Usted le contó a Volodia Teitelboim los detalles de la invitación extendida a Neruda: “Allá tendrá mejor atención médica que acá” (Neruda, 1984); dos años después le dijo a Ximena Ortúzar: “lo convencimos de aceptar el viaje a México, donde podría recibir toda la atención médica necesaria” (México y Pinochet, 1986). ¿Qué antecedentes tenía sobre la salud de Neruda?
GM.- Sabía que padecía cáncer de próstata y flebitis; sin embargo, en la Clínica Santa María no advertí que estuviera agonizando, encontré a Neruda igual de enfermo como el día que lo conocí en Isla Negra. Nunca entendí sus razones para reprogramar el viaje a México del 22 al 24 de septiembre, lo visité tres días: el 19, el 20 y el 22 de septiembre en la clínica, Neruda no estaba catatónico, ni en coma, el sábado 22, hablaba con normalidad. En la actualidad se investiga si lo asesinaron con la inyección de un medicamento, estoy pendiente de las noticias del Caso Neruda, envié mi declaración jurada ante Notario Público, y espero conocer el veredicto de la justicia.

MC.- El año pasado le organizamos un enlace telefónico con Manuel Araya, ¿cómo describiría el reencuentro con el chofer de Neruda?
GM.- Fue muy especial conversar con Manuel Araya, alguien tan remoto en el tiempo y en la geografía. Conversamos sobre los últimos días de Pablo Neruda.

MC.- El poeta y diplomático Rafael Vargas llevará la Colección Carrillo Gil a Chile, 40 años después, ¿qué piensa ante la posibilidad de recuperar este proyecto?
GM.- Sería un acto magnífico, lo tenemos que celebrar en México, por encima del golpe de Estado que derramó tanta sangre, después de la tragedia y habiendo pasado 40 años, me da una enorme alegría que se reanude el proyecto de inaugurar la Colección Carrillo Gil con el prólogo de Neruda, esperaré ese día con una gran emoción y cariño, será un merecido homenaje para mi amigo Pablo Neruda.

MC.- Al inaugurarse la Colección Carrillo Gil en Chile, ¿quedaría pendiente cumplir la voluntad testamentaria de Cantalao?
GM.- Si todavía tienen valor las palabras, si se puede confiar en la palabra de un poeta, si todavía creemos en la humanidad y en la sensibilidad social, si todo esto es así, se debe cumplir con el gran proyecto de Neruda: la Fundación Cantalao.

MC.- En septiembre se reencontró en México con: Inés Enríquez (la hermana de Miguel Enríquez), Ximena Ortúzar (la histórica corresponsal de Proceso), Rogelio de la Fuente (diputado socialista en 1973), entre otros exiliados. ¿Qué significa para usted la generación de chilenos que decidió quedarse en México?
GM.- Procuro ir a todos los actos que organizan los chilenos del exilio, siempre que me invitan voy a sus actos, sean grandes o pequeños, sean políticos o culturales; a pesar de los años nos seguimos viendo y hablando por teléfono. Con Inés Enríquez nos acordamos de su papá, Edgardo Enríquez (rector de la Universidad de Concepción y Ministro de Educación de la UP); por otra parte, Ximena Ortúzar me dijo que presentará su libro “México y Pinochet”, me invitó a participar en la presentación; y Rogelio de la Fuente es mi vecino en el Pedregal. Todos los chilenos del exilio me mandan sus publicaciones: libros, artículos periodísticos o ensayos académicos. Estrechamos nuestra amistad a partir del exilio de 1973.

MC.- Finalmente, Ximena Ortúzar publicó una carta de Lázaro Cárdenas a Salvador Allende (7/10/1964), ambos se conocieron en Cuba. ¿Fue un privilegio compartir la amistad de Cárdenas y Allende?
GM.- Nunca he encontrado la manera de hacer justicia a lo que muchos llamarían suerte y otros llamarían destino. A mis 85 años tengo el privilegio de vivir para contar los detalles de mi amistad, durante 20 años, con Lázaro Cárdenas. Mi amistad con Salvador Allende, durante 2 años, fue sincera e intensa, lo admiro porque no dudó en apretar el gatillo para conservar la dignidad del cargo de Presidente de Chile.

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