Como ya se sabe, los convencionales elegidos en abril próximo, pueden, si es que se junta más de 1/3, es decir, por lo menos 52 de ellos, negarse a dar el vamos, es decir, negarse aprobar las normas y reglamento que rige el funcionamiento de la Convención Constitucional, según lo indica claramente el art.133 de la ley 21200, ya que para aprobar dichas normas y reglamento, se requiere de un elevadísimo quórum de 2/3, es decir, contar por lo menos con 104 convencionales genuflexos dispuestos a aceptar el modo de redactar cada artículo de la Constitución Política, donde 1/3 es lo mismo que 2/3, y 52 convencionales son más que 103 convencionales.
Dicho raciocinio, no sólo es un absurdo matemático, sino que es absolutamente antidemocrático, es una ofensa, una marca infamante para cada constituyente que procediera de esa forma abyecta.
Un hombre de bien, no puede ni debe participar de una farsa de esa índole, no puede traicionar la confianza de sus electores que por una abrumadora mayoría ,un 78%, decidió en el plebiscito recién pasado, cambiar la vieja Constitución, y con ese modo, el de los dos tercios, es prácticamente imposible cambiar nada. Así lo ha demostrado la experiencia, que ha llevado al pueblo a rebelarse, manifestando en las calles su impotencia, porque nada importante se ha podido cambiar en 30 años.
¿Qué sentido, y que efecto tendría negarse aprobar esa norma y reglamento, el primer día de funcionamiento de la Convención?
Tiene mucho sentido, tiene un sentido moral en primer término, y el efecto sería muy potente, nada menos que paralizar la Convención, que no puede hacer nada sin normas y reglamento para su funcionamiento.
¿Y qué se saca con hacer esto?
Mucho, simplemente hacer presente que existen al menos 52 hombres y mujeres, que no están dispuestos a arrodillarse frente a la casta política corrupta que llegó a ese acuerdo el 15 de noviembre pasado, que firmó una ley, la 21200, que tiene un artículo, el 133 en que fija unas normas y reglamento para dicha Convención, en que se le concede, más bien se le regala a la minoría el veto, es decir, la facultad de impedir que se haga ningún cambio.
De modo tal, que esperarían una rectificación, que se modifique esa ley, que se haga lo imposible por solucionar ese entuerto, y se permita a la propia Convención Constitucional fijar el quórum en que desean redactar la nueva Constitución, lo que no es mucho pedir, ya que tienen bloqueado el funcionamiento, lo que es totalmente legítimo de acuerdo a la ley, y es razonable y cortés además.
No será fácil juntar 52 constituyentes honestos, valientes e incorruptibles, que desmientan lo que aseguró hace 118 años un miembro de la derecha oligarca. (1)
Será necesario que expresen claramente siendo candidatos su determinación de rechazo al reglamento con el fin de que nadie se engañe al votar por ellos, al traspasarle su cuota de libertad y de confianza que se deposite en ellos.
Será necesario que exista por lo menos una lista, la lista del pueblo, cuyos candidatos, solemnemente se conjuren a cumplir su promesa de presionar de esa forma y hasta sus últimas consecuencias, para cambiar el antidemocrático quórum que se estableció entre 4 paredes.
Por René Dintrans
(1)“«Los dueños de Chile somos nosotros,
los dueños del capital y del suelo.
Lo demás es masa influenciable y vendible;
ella no pesa ni como opinión ni como prestigio.»
(Eduardo Matte Pérez,
parlamentario, ministro e hijo del
fundador del Banco Matte (1892)
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