Vistas de página en total

martes, 11 de marzo de 2014

Giorgio Jackson y la generación que impugna el modelo entran hoy al Parlamento

“Cada vez que encuentre una razón justa voy a marchar y sin ningún complejo”

Hoy promete, no jura, como diputado en Valparaíso. El líder de Revolución Democrática, dice que viene a eso, a hacer una revolución y no una reforma. Junto con Camila Vallejo, Gabriel Boric y Karol Cariola sacaron, junto a muchos otros, a millones de chilenos a marchar el 2011. Su consigna de educación gratuita corroyó el sentido común, remeció a los dinosaurios en el poder y cambió la agenda para siempre. Un país completo se repolitizó y se despertó de la borrachera neoliberal, volviendo a hablar de derechos sociales. Hoy, el mayor símbolo político es el de estos cuatro veinteañeros, la primera generación que trae un proyecto de poder propio, lejos de los consensos y la lógica cupular de una política capturada por el dinero. “Venimos a reescribir el código”, advierte Jackson.
Dice que no, que no jurará, cuando se le pregunta al respecto. Lo suyo es prometer, aclara, como los viejos tercios radicales, los liberales, los que desde el siglo XIX se alzaron contra el poder de una Iglesia que se confundía con el Estado, como institución rectora de un tiempo, señora de la moral, guardiana del orden social y político.
Giorgio Jackson, 27 años, Ingeniero Civil Industrial, llega hoy a la Cámara con la corbata que le regaló su polola e impulsado por el viento de una idea subversiva que sopla fuerte desde la calle y que viene a impugnar, ya no a la Iglesia, sino al gran amo del presente: el dinero. Neoliberalismo lo llaman y su mantra es el mercado: el mercado de la educación, el de la vivienda, el de la salud y el de la política, entre otros.
Su generación, la de Giorgio, trae una nueva moral sobre lo público, la idea de la participación extendida y horizontal, de una igualdad en la toma de decisiones que irrita a la elite amante de los salones, los seminarios en CasaPiedra, las cenas privadas donde se corta el queque entre los que mandan. Se organizan, celular en mano, y ya no delegan el poder en sus representantes. Su símbolo es la asamblea. Junto a Giorgio prometerán también otros tres dirigentes estudiantiles: Camila Vallejo y Karol Cariola (PC) y Gabriel Boric, por la Izquierda Autónoma.
De entrada, Jackson marca diferencia con las generaciones anteriores. “Nacido o criado en democracia inmediatamente te hace tener una visión que intenta poner la vara más alta. No sentir como un logro que existan instituciones y que haya democracia, sino que nos sintamos insatisfechos con la democracia que hay. Que es poco profunda, que tiene poca densidad”, dice.
Con Giorgio en la cámara y Miguel Crispi como asesor en el Ministerio de Educación, Revolución Democrática (RD) tendrá presencia en dos de los tres poderes estatales, algo a lo que Jackson se refiere como una apuesta. “Constantemente vamos a tener que estar revisando qué tan bien estamos cumpliendo ese objetivo estratégico y las apuestas que estamos haciendo”, señala.
-Hoy (martes) en la mañana estarás prometiendo como diputado. ¿Qué significa tu entrada, y la de los otros tres dirigentes estudiantiles, al Parlamento? 
-No puedo hablar por los otros, pero sí por lo que yo interpreto. Por un lado, como un anhelo popular de recambio de personas, de esta sensación de que los mismos mantienen el statu quo, cosa que tiene algo de cierto, pero también algo de generalización. Por otro lado, como una esperanza en el discurso que se enarboló desde el movimiento estudiantil y en el cual nos tocó participar y ser voceros. Esa expectativa, ese clic en un cambio de paradigma, en una posibilidad de romper con los esquemas establecidos, es algo que la gente está anhelando.
-Ustedes son la primera generación que entra al parlamento impugnando el orden establecido. Están identificados con lo educacional pero va más allá de eso.
-Yo creo que el relato que nos sostiene es precisamente el afirmar que hay muchos temas pendientes y no hay razones para detenerse a la autocomplacencia. Detenerse en la autoalabanza de Chile como ejemplo de desarrollo, como muchas veces se mencionó durante los 90 y 2000. Nosotros nos hemos centrado en aquellas falencias, injusticias y discriminaciones que siguen existiendo hasta el día de hoy y que no te permiten un minuto para autofelicitarse. Desde esa perspectiva, yo creo que hay una sensación de que la política se ha tomado demasiado tiempo para felicitarse y para autocomplacerse. Nosotros venimos a reescribir el código. Esto es como hackear el código un poco. La forma en que entramos al parlamento no es la tradicional.
-En el sentido positivo de la palabra, ¿van a ser un virus en el sistema? 
-Es que virus suena mal porque uno se enferma con un virus. Lo que sí queremos es un estilo diferente de hacer política, donde lo convencional, lo que se ha hecho, no se naturalice. Estamos tratando de innovar en las relaciones políticas, en las tensiones y en las concesiones. Van a haber cosas donde vamos a estar de acuerdo con los que llevan años en política y eso es parte de un diálogo intergeneracional. Pero hay otras donde nosotros traemos una visión y una forma de hacer las cosas distintas.
-Ernesto Ottone, asesor de Lagos, orejero de Michelle Bachelet, uno de los símbolos del establishment y de la transición, dice que este Gobierno y este ciclo que se inician siguen siendo parte de la lógica de las reformas y no de la revolución. ¿Qué puedes decir tú, que eres parte de un movimiento que se llama Revolución Democrática?
-Es que la palabra revolución tiene una carga histórica y política muy potente. Desde la revolución francesa, la rusa o la misma revolución en democracia que quería hacer Salvador Allende. Creo que acá en Chile hay muchos que estamos planteando hacer una revolución en varios planos. De partida, para mí plantear una Asamblea Constituyente, plantear transformar un país que tiene los aranceles más altos y el sistema de mercado más álgido en educación, a uno gratuito que esté basado en un sistema público, es revolucionario. Para mí esas dos cosas son revolucionarias. No es cambiar la forma al sistema, es cambiar el sistema, y para mí eso es una revolución.
-¿No te acompleja la palabra revolución?
-No, no me acompleja.
-En ese sentido, es una impugnación de lo anterior, de lo que viene siendo hasta ahora la realidad. 
-Creo que la connotación de reforma, así como se le han hecho reformas a la Constitución, no da. Hay que hacer una nueva Constitución y para mí eso es darle un giro, y si se hace a través de una Asamblea Constituyente es algo revolucionario. Nunca se ha hecho con éxito en la historia de nuestra República. Yo sé que a muchas personas las aleja, pero nosotros siempre hemos mantenido al lado este oxímoron que es “democrática”. O sea, lo queremos hacer consultando, plantear temas que pueden sonar radicales, pero que en otras latitudes del mundo son sentido común. El mover el sentido común hacia esas ideas hoy puede ser revolucionario, puede ser esta forma de reescribir el código.

ENTRA MIGUEL, SALE LA DC

-Giorgio, tú vas a ser parte de la comisión de educación…
-Es muy probable…
-Y Miguel Crispi va a ser asesor del ministro de Educación, ¿cómo ven ustedes esta incorporación al Estado, Parlamento y Gobierno, cuál es el diseño político que hay detrás de eso? 
-El diseño político lo dimos colectivamente a través de un congreso estratégico que fue en noviembre, después de la primera vuelta electoral. En ese congreso, una de las primeras definiciones fue estar disponible en aquellas agendas en que creemos que hay una oportunidad de transformación en la misma línea que nuestros ejes orientadores, programáticos e ideológicos. En educación ciertamente hay una oportunidad, porque hay un principio de ideas: de gratuidad universal y de término al lucro. ¿Significa eso garantía de que va a suceder tal cual como nosotros leemos o interpretamos esa gratuidad? No, no hay garantías de nada. ¿Es garantía que yo esté en el parlamento? Tampoco. Pero son apuestas. Apuestas individuales, colectivas, conversadas con el movimiento para poder incidir desde distintas esferas, tanto desde frentes de acción con el movimiento social, como desde el Parlamento, como también desde asesorías o aprendiendo en el aparataje estatal para que esos cambios no se posterguen más.
-Podríamos decir que el 2011 tenían más épica, pero hoy tienen más poder. ¿Lo lees así? 
-El 2011 teníamos mucho poder en algunas esferas. No teníamos el poder de cambiar las cosas y nos dimos cuenta a fines de ese año. Por eso dijimos, al menos la reflexión que hicimos quienes participamos ese año de Revolución Democrática, que hay que meterse en la política y la democracia. En cómo se toman las decisiones para alterar no sólo educación, también salud y trabajo, entre otras.
-Como un virus con un nuevo software… 
-Exacto. Con unas reglas nuevas. Desde esa perspectiva, hoy estamos intentando ocupar distintos espacios de influencias que nos hemos ganado, nada ha sido regalado. Miguel tiene competencia e historia de sobra para dar cuenta que puede hacer una buena asesoría en cómo se pueden llevar los temas de educación. Gonzalo Muñoz, que estuvo en la comisión de educación de RD, tiene credenciales de sobra, no sólo desde la academia y la investigación, sino que también habiendo sido consejero de la agencia de calidad, para entender cómo opera el sistema y hacer los cambios que haya que hacer.
-¿Crees que este grupo de asesores del ministro Eyzaguirre –Miguel, Gonzalo– es lo que hace hablar al presidente de la DC y decir que están fuera de la foto?
-De partida, creo recordar que hubo una tesis en la DC cuando hicieron sus definiciones después de haber ganado el Gobierno, de que no querían estar en la titularidad de Educación porque era la papa caliente, la que ellos no querían. Una que les había tocado mucho tiempo atrás….
-Con Mariana Aylwin, José Pablo Arellano, Yasna Provoste…
-Muchos estuvieron en esa cartera. Después de haber estado disponibles a un programa que no era el del candidato presidencial de la DC. Claudio Orrego tenía grandes diferencias con el programa que salió de la Nueva Mayoría. Por lo tanto, a mí me parece coherente que quienes tomen la responsabilidad de hacer esto no sean quienes estén en contra de algunos de esos principios. Ahora bien, creo que en una coalición de Gobierno siempre tienen que estar presentes las distintas posturas y sensibilidades, pero a la hora de conducir hay una hoja de ruta que es el programa y que hoy tiene muchos espacios abiertos y temas que están ausentes.
-¿Crispi va a trabajar para el ministro o para la reforma? 
-Por lo que tengo entendido va a formar parte del gabinete conjunto que se conformó no sólo por el ministro, sino que también por Valentina Quiroga, que es la subsecretaria y en la cual nosotros tenemos bastantes expectativas porque la conocemos. Va a responder a ese grupo. Sus convicciones personales, no sólo porque lo conozco, también porque comparto militancia y conozco su criterio político, siempre van a estar al servicio de esta transformación al sistema educativo y de esta reivindicación por la defensa de la educación pública.
-O sea, él no entra como un funcionario de Gobierno sino como un agente de transformación…
-Puede ser ambas cosas.
-Depende de la definición de ustedes…
-Yo creo que son ambas cosas.
-¿Dónde está la responsabilidad primera? ¿Con la reforma o con el ministro?
-Conozco a Miguel y sé que sus lealtades van a estar con sus convicciones y él nunca va a estar realizando algo que traicione sus principios fundantes. Confío plenamente en su criterio para ese tema. Ahora, él no es quien toma las decisiones. Él está prestando una asesoría y yo sé que ésta va a estar concordante con sus principios.
-Con Miguel en el Ministerio, ¿ustedes no están en la Nueva Mayoría?
-No. Eso es una definición estratégica sin matices. Nosotros no somos parte de la Nueva Mayoría, pero vamos a colaborar críticamente en aquellas agendas que nos interesan.

EYZAGUIRRE, TECNOCRACIA Y NÚMEROS

-Hay un hecho no menor que se registró en enero. La salida de Claudia Peirano, donde ustedes fueron decisivos, en términos de bancada estudiantil, para presionar y poner una suerte de límite en lo que podía hacer el Gobierno entrante en educación. Un poder de veto. ¿Cómo administrarán esa capacidad de decir lo que está bien y mal? Miguel Crispi adentro del Gobierno, ¿tiene la capacidad de ser el fiel de la balanza? 
-No, porque Miguel no es el que asume la responsabilidad del producto que salga. Conociendo la trayectoria, pensamiento y posturas de Miguel, tiendo a pensar en que los procesos sean adecuados. Aquí lo que tiene que legislarse no es lo que RD quiera. Tiene que legislarse lo que la voluntad popular, lo que el país quiera. Eso involucra un proceso de discusión nunca antes visto en nuestro país. El desafío es gigante. Es armar un proceso de reforma educacional, de revolución educativa en el que todos los actores puedan poner sus posturas, que en cada casa la gente pueda saber cuáles son éstas y empiece a operar la democracia. Que se puedan hacer consultas en establecimientos educacionales, con los padres y apoderados. Consultas regionales e incluso nacionales. Puede haber distintos mecanismos para saber cuál es la voluntad popular que ciertamente está hacia la educación gratuita.
-Suena a asambleísmo, algo que la vieja elite rechaza de plano…
-No, no es asambleísmo. Es no tenerle miedo a la democracia. Es no tener miedo a que podamos tener una profundización democrática. A que podamos escuchar lo que opinan los sectores más postergados de la educación técnica en nuestro país. Muchas veces el que se fue a estudiar un magíster afuera siente que tiene todas las respuestas. Creo que esa tecnocracia no puede ser la que gobierne la reforma educacional.
-Es un cambio de paradigma que los economistas sean sacados de la primera línea de la reforma.
-O sea, el ministro de Educación es economista.
-¿Eso es una señal?
-Ciertamente dentro de su historial hay muchos personajes distintos. Está el militante comunista, el músico de grupos de resistencia a la dictadura. Está el del Fondo Monetario Internacional, el creador del Crédito con Aval del Estado…
-El empleado de los Luksic…
-Por eso. El último que conocemos es el que hizo una polémica por pegarles a los colegios de elite, a los cuales él pertenece, y afirmar que está a favor de la educación gratuita. Hay incertidumbre, mucha incertidumbre. Por lo mismo, el proceso va a ser el que le dé la legitimidad y no sólo el contenido. Ahí es importante que haya apertura y disposición a escuchar los distintos puntos de vista. No como el Gobierno anterior, que fue todo lo opuesto.
-¿En qué medida llegamos a este estado de las cosas de la educación por responsabilidad de los economistas, la tecnocracia y los PhD?
-Yo estudié ingeniera, así que los números me gustan, creo que son muy útiles. Pero no pueden ser el principio rector de las políticas públicas. Éstas tienen un diseño político antes que técnico. La técnica va detrás apoyando. Creo que muchas veces ha sido al revés. Nos compramos el Consenso de Washington y fue la hoja de ruta por 15 o 20 años. Y sigue siendo más o menos lo mismo. Entonces, ¿cómo podemos romper ese paradigma? Es parte de las discusiones que se han empezado a gatillar desde principios del 2006, pero desde el 2011 con mucho más fuerza. ¿Cuál es el carácter del Estado? Eso rompe con el paradigma neoliberal que impera en nuestro país.

“LA POLÍTICA NI SIQUIERA ES 1.0”

-¿Cuáles son los principales puntos que diferencian a ustedes, la primera generación que entra impugnando el sistema al Congreso, de la generación del 60 –los Mapu-, la G-80, la G-90–?
-Creo que tiene que ver con los ciclos históricos en los que nos toca participar. No creo que intrínsecamente seamos mejores o peores que las generaciones anteriores. De hecho, reconozco muchos logros de éstas y que gracias a eso yo pude nacer en democracia. Ese es uno de los puntos que más nos diferencia en términos de biografía y cómo nos constituimos como personas y sujetos políticos. Nacido o criado en democracia inmediatamente te hacer tener una visión política que intenta poner la vara más alta. No sentir como un logro que existan instituciones y que haya democracia, sino que nos sintamos insatisfechos con la democracia que hay. Que es poco profunda, que tiene poca densidad. Que no nos sintamos conformes con que siete de cada diez estudiantes estén yendo a la educación superior como primera generación, sino que vayamos al doble clic de esa cifra y nos fijemos en que más de la mitad de ellos desertan y lo hacen endeudados.
-Esto se ve muy nítido con el tema de Venezuela, donde la izquierda tradicional, el rojerío, dice que hay un proceso democrático en ese país que pasa por lo electoral. Lo mismo en Chile, nadie puede decir que no hay elecciones. Pero lo electoral es un desde, no es la democracia.
-Es un desde, claro, y es mucho más profundo que eso. Tiene que ver con los procesos internos y con cómo se concibe la democracia. Si es una sólo representativa o una que transita hacia lo participativo, que es mucho más densa.
-En Chile tenemos un sistema electoral impecable, pero más bien tenemos una plutocracia, que es el factor fundamental por el cual se desenvuelve el poder: el dinero. ¿Puede existir un sistema que teniendo elecciones no sea democrático?
-El sueño liberador de la democracia es que todos seamos iguales ante la ley y que todos nos podamos desenvolver en un espacio como iguales y libres. Yo creo en la capacidad de profundizar eso. Uno puede darse cuenta de que nuestra democracia es absolutamente insuficiente. Las elites, dentro de las que me incluyo, tenemos mucho más acceso a cualquier tipo de bien o de influencia que el 95% de la población. Pedro Güell  hace un análisis histórico sobre cómo las oligarquías se han acomodado para seguir manteniendo el poder. El único momento en el que se vieron amenazadas fue con la Unidad Popular. Uno puede tomar ese ejemplo, sacar los aprendizajes y los errores que se cometieron, pero el sueño de la igualdad, de terminar con una sociedad que se mantenga oligárquica, sigue presente.
-Hasta el minuto la clase política, de izquierda o derecha, no ha tenido una convicción transformadora de esto porque han sido parte de la mantención de los privilegios.  
-Una manera en que podemos generar más condiciones de igualdad y disolución de esa oligarquía es a medida que vamos democratizando herramientas, no sólo del aparataje estatal, también en los medios de comunicación, formas de activismo y presión política. Un ejemplo concreto, que el 2011 nos ayudó mucho, son las tecnologías de la información. Si no hubiéramos tenido mecanismos para difundir ciertas ideas, para poder contrastar las posturas oficiales de los medios más influyentes, si no hubiéramos podido contrastar las opiniones del Gobierno, si no hubiéramos podido grabar y subir instantáneamente las violaciones a los derechos humanos que había en las calles de nuestro país, todo habría sido distinto. La comunidad internacional no habría sabido. Estamos viviendo una época donde el sistema político sigue funcionando con las reglas y el código del siglo XIX. Hoy hay mecanismos para que esa democracia vuelva a existir y a profundizarse. Las empresas se adecuan, los medios de comunicación se adecuan, pero la política ni siquiera es 1.0, menos que eso, está totalmente en el siglo XIX.

“DÉJENNOS VER SI PODEMOS EJERCER ESA PRESIÓN PARA CAMBIAR”

-Hemos llegado a un punto límite de baja credibilidad de la política. Tú eres probablemente, junto a Camila Vallejo y Michelle Bachelet,  de los pocos que se escapan de eso. Sin embargo, desde la izquierda, desde el movimiento social hay quienes dicen que ustedes, los que entran al Parlamento, no tienen ninguna credibilidad, que son ingenuos o traidores. ¿Cómo se da esa tensión con estos grupos, como la Izquierda Autónoma o los anarquistas?
-Creo que hay que diferenciar. No todos los grupos que componen y compusieron el movimiento estudiantil piensan lo mismo respecto de las estrategias de cómo conseguir la educación gratuita. El piso tiene que ver con esos objetivos unitarios que movilizaron al país con altas cifras de apoyo ciudadano. Al interior siempre ha habido distintas posturas. No es nada extraño que el 2011 tuvimos conflictos. El 2012, el 2013 los hubo y probablemente este año también. Por lo mismo, los distintos caminos que vamos tomando. Hay sectores que no validan ninguna de estas formas de haber sido representados, porque no creen en la institucionalidad. Eso es doctrina, es ideología, pero es respetable y hay que reconocer que es parte del movimiento estudiantil. Yo no vería como un fenómeno nuevo esto de que hay personas que tengan escepticismo o que no confíen en lo que vayamos a hacer, pero espero que los hechos vayan hablando más que las palabras.
-¿Cuál es el nivel de tensión por estas diferencias entre todos los grupos que conforman el movimiento estudiantil?
-Yo diferenciaría el movimiento estudiantil como sigue componiéndose hoy y quienes optamos por el camino parlamentario, donde hay también distintas estrategias y tácticas. Están Camila y Karol dentro de la coalición gobernante, pero sé que ellas van a mantener una posición crítica respecto a temas de educación y otros. Por otro lado, estamos fuera de esa lógica Gabriel y yo. No es ningún misterio que yo tuve el apoyo de la Nueva Mayoría. Por lo tanto, son distintas estrategias y tácticas. Desde esa perspectiva no creo que una sea más válida que la otra. Ninguna garantiza el éxito ni la mayor representatividad del movimiento estudiantil. Son apuestas distintas.
-Esas apuestas, ¿tienen tiempos para que se defina si triunfaron o fracasaron? ¿Por ejemplo, si se termina haciendo una reforma que no está acorde a los principios de ustedes?
-No sé si tienen tiempos, pero sí tienen hitos.
-¿Cuáles son esos hitos?
-Se van a ir develando. De aquí al 21 de mayo va a haber un primer hito y a los primeros 100 días va a haber otro. Constantemente vamos a tener que estar revisando que tan bien estamos cumpliendo ese objetivo estratégico y las apuestas que estamos haciendo. Si es que en algún momento fallamos en esa apuesta es totalmente legítimo decir que nos fue mal y que no pasó lo que pensamos que iba a pasar. Por eso a mí me molesta tanto cuando a alguien se le llama tan fácilmente traidor o vendido. Tanto a gente de las Juventudes Comunistas, a las cuales yo respeto por su constante compromiso con la causa de la educación pública, como a otros. Finalmente estamos haciendo apuestas y luchando por lo mismo, sólo que algunos nos creen y otros, con legítimas dudas, no. Pero déjennos por lo menos ver si podemos ejercer esa presión para cambiar. Dennos el beneficio de la duda. No hemos ni empezado y ya hay algunas personas que nos están criticando. Tenemos que asumir los costos por habernos metido en este camino, pero creo que es una desconfianza delegada más que intrínseca.

UN DIPUTADO ACTIVISTA

-¿Qué pasa emocionalmente al interior de Giorgio Jackson visualizando que va a prometer como diputado de la República? ¿Cómo te paras interiormente frente a la historia?
-Con convicciones y ciertos miedos. Dentro de la cabeza, el corazón, las sensaciones y emociones que me van a tocar vivir en esos momentos, no puedo dejar de nombrar esas dos. Convicciones, por un lado, porque hemos trabajado mucho tiempo para este momento. Venimos luchando, marchando, criticando y proponiendo por mucho tiempo. Hoy es momento de cristalizar aquella lucha. Creo que esas convicciones van a estar más presentes que nunca y la emoción nos va a embargar. Por otro lado, hay un miedo, incertidumbre y escepticismo de lo que viene. No me ha tocado ser parlamentario y no sé cómo va a ser esta experiencia. Hay muchas variables que no voy a poder controlar. Soy uno de 120, por lo que hay que estar preparado para aquellas frustraciones.
-Más  allá de lo cuantitativo hay una carga cualitativa. Con Giorgio Jackson entra una generación, un espíritu de época detrás de ustedes entrando también al Parlamento.
-No sólo conmigo. Hay bastante de eso, pero no me gustaría sólo descansar en esa situación para sentirse satisfecho. Cuando la gente me felicita en la calle, yo les digo gracias, pero felicítenme cuando pasemos un proyecto, cuando vote algo. Felicítenme o critíquenme ahí. Acceder a este espacio es sólo el primer paso. Lo que venga los próximos meses y años tiene que juzgarse a medida de cada hecho.
-Michelle Bachelet llegó de Nueva York hablando de un nuevo ciclo político. Buena parte del nuevo ciclo se representa en eso, con la entrada de ustedes al Congreso.
-Es parte del peso del mandato que recibimos, pero a la vez a mí me gustaría devolver esa responsabilidad a toda la gente para que siga activa, siga movilizada, atenta a que efectivamente sea un nuevo ciclo y no sólo una bonita frase.
-¿Va a marchar el diputado Jackson?
-Claro que sí.
-¿Vas a estar de nuevo en la calle con Camila? ¿Como dijo ella, con una pata en la calle  y otra en el Gobierno?
-Probablemente tengamos que marchar en Valparaíso, porque son los días que tenemos que estar allá trabajando. Cada vez que encuentre que hay una razón justa para marchar, yo voy a marchar sin ningún complejo. Creo que el ser diputado no te quita los derechos ciudadanos.
-Hasta el minuto los diputados no marchan. Más que nada por miedo a lo que les puedan hacer o decir.
-Yo tengo que reconocer que cuando voy a una marcha no toda la gente está de acuerdo conmigo. Cuando me presenté como candidato e incluso antes, como presidente de la Feuc, hay gente en las marchas que no está de acuerdo conmigo. Pero yo también espero que tengan suficiente criterio democrático y plural.
-Pero no te vas a restar por ser parlamentario.
-Si es que tengo una convicción y quiero marchar, por ningún motivo me voy a restar. A no ser que haya algo en la agenda demasiado importante y tenga que votar un proyecto de ley sumamente relevante.
-¿La calle también es tuya?
La calle es un espacio público. Yo me sigo sintiendo un activista dentro del parlamento. Me sigo sintiendo igual de activista que antes. Con más herramientas incluso. Estoy preparando temas en reforma tributaria y videos que puedan explicar bien las trampitas que existen en el sistema tributario chileno. Varias de ellas que no se resuelven con la reforma propuesta en el programa de Gobierno de Michelle Bachelet. Por lo mismo, es importante que la gente sepa eso. El activismo  es informar, concientizar y atreverse. Eso espero no perderlo nunca. En el minuto que lo pierda me deberían pegar una patada y para afuera.
-¿Pierdes tu alma?
-Pierdo el por qué.
-¿Eres creyente?
-No. Diría que soy agnóstico, porque no creo que todo venga de la nada, pero no practico ninguna religión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores