Francisco Vidal inaugura la temporada de las autocríticas que este año viene con retraso y bastante corta. Como los perritos que esperan estar detrás de la reja salvadora del jardín para ladrar, el ex Ministro ahora sale con eso de los cojones y de las alzas de impuestos. Una vez que está a salvo, lejos del gobierno.
Durante demasiado tiempo vimos a Vidal con sus arranques de prepotencia contra todo lo que oliera a pobretón, debilucho o indio. Nunca se supo que estuviera por medidas tan valerosas como la Reforma Tributaria. Ni tampoco que era quien ponía los cojones. Más bien aparecía como un admirador de la cultura militar, coleccionistas de soldaditos de plomo y guaripolas y justificador de la aplicación de la Ley Antiterrorista a cuanto mapuche osara exigir la devolución de sus tierras ancestrales.
Que ahora se dé cuenta que estuvo más cerca de Casapiedra que de los pobladores, parece un chiste.
Otro que se presenta al nanométrico show de las autocríticas es el ex presidente Lagos. Más suelto de cuerpo que nuca, este caballero dice que el error fue no dar a conocer los logros que se obtuvieron en sus gobiernos.
Las maquinarias creativas estarán diseñando la mejor manera de hacerse los lesos. Sin ir muy allá, la ex presidenta Bachelet se va de viaje por España antes de decir esta boca es mía. Ahora reconoce que reinó en vez de gobernar. Que se alejó de la política para hacer ejercicios de contención emocional y poner cara de circunstancias generando con esa actitud comprensión y ternura.
Por eso que los número no cuadran. Una cosa es parecer una mujer que lleva sobre los hombros el sufrimiento del mundo y otra, muy distinta, la que tiene responsabilidades muy terrenales. Una cosa bien puede medir un 85% y otra puede llegar no más que a un 29.6%.
Habrá de quedarse la señora Bachelet con el hito mayúsculo de haber sido la primera presidenta en un país de raigambre machista y por haber sido quien le cruzó la banda tricolor a la derecha.
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