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martes, 8 de abril de 2014

Cuando los representantes de las víctimas rinden homenaje a los verdugos

Escrito por Rafael Luis Gumucio 

Rivascausa más indignación que la mezcla entre los líderes políticos que fueron víctimas de la dictadura y los verdugos de la derecha fascista. Causa pena y vergüenza cómo en las páginas sociales del diario El Mercurio aparecen algunos dirigentes, que fueron parte de la Unidad Popular, hombro a hombro compartiendo un coctel con los empresarios y los Novoas de la UDI, que aplaudieron entusiastas los abusos contra los derechos humanos. Yo, personalmente, no me trago el hecho de que estos personajes se hayan arrepentido, sinceramente, de su apoyo al dictador Pinochet y a su séquito.
 
Que los Correa, los Tironi, los Garretón, y otros, se hayan pasado de estalinistas a neoliberales de tomo y lomo y, además, sean los “juniors” de los Matte y Cía. y, para más remate, los líderes de la casta de los nuevos ricos en democracia, surgidos de la Concertación, no nos puede extrañar: esta realidad es tan cotidiana como el nacer y morir del día, pero lo imperdonable es que los máximos dirigentes del Partido Comunista, que sufrieron el asesinato de muchos miembros, incluso, varios de sus directivas, de manos de los agentes de la DINA y de la CNI, rindan pleitesía, en Congreso Nacional, nada menos que al ideólogo de la dictadura, Jaime Guzmán Errázuriz, que con su diabólica inteligencia inventó “la jaula de hierro”, que ha hecho imposible alcanzar una democracia medianamente decente.
En la ridícula ceremonia del desprestigiado Parlamento, en días recientes, la única persona que tuvo el valor de manifestarse decentemente – y vaya que es importante este valor de dignidad en medio de esta “cueva de ladrones – fue la diputada Camila Vallejo, para quien van nuestras felicitaciones y admiración por su consecuencia. Se veían un tanto ridículos el resto de los diputados comunistas de pie, homenajeando al líder máximo de un partido fascista-franquista, la UDI – sería equivalente a que el PSOE rindiera homenaje a Francisco Franco que, ni siquiera, el Partido Popular se atreve a hacerlo -.
Nadie me podría acusar de anti comunista por el hecho de condenar moral y éticamente un hecho que, desde todo punto de vista, me parece inaceptable. Hace pocos días recordamos el asesinato de los tres militantes comunistas degollados por orden de Pinochet y que cumplieron “lealmente” agentes de la dictadura. Ahora, no parece justo rendir tributo a tan nefasto personaje.
Personalmente, condeno todo tipo de violencia, venga de donde venga, y me precio de haber militado, durante toda mi vida, en la “no violencia activa”, como método para poner fin a las tiranías, en consecuencia, no puedo más que condenar el vil asesinato de Jaime Guzmán, como lo haría con respecto a cualquier ciudadano, víctima de terrorismo de Estado, de individuos o ideológico, pero otra cosa es promover y utilizar la tribuna del Congreso para homenajear a un dirigente, a todas luces enemigo de la democracia.
Jaime Guzmán Errázuriz, como el cura Osvaldo Lira, su mentor ideológico, fue un gran admirador de Francisco Franco y de los ideólogos españoles Donoso y Cortés y Vásquez Mello, Ramiro de Maeztu, que negaban el sufragio universal y creían en corporativismo católico; a Guzmán Errázuriz siempre le gustó el fascismo, como también despreció la democracia liberal, y su ideal era la democracia protegida, con el agravante de un Estado subsidiario, que perdura hasta hoy, a causa de la funesta democracia de los “acuerdos”.
Mucho me temo que si continúan estas actitudes de supuesta “buena crianza” y un ridículo republicanismo, el Congreso siga rindiendo homenaje a tiranos por el solo hecho de contar con algunos representantes – afortunadamente, cada vez menos – en su seno. Quién puede negar, incluso en Chile, haya aún partidarios de Adolfo Hitler, incluso, hubo un personaje que fue embajador en la India, pero jamás, a nadie se le ocurriría ponerse de pie en un homenaje a este político.
Pienso que está bueno que nos dejemos de eufemismos: los colaboradores de la dictadura de Augusto Pinochet, sean civiles o militares merecen, al menos la condena moral, pues de los Tribunales de Justicia poco se puede esperar. Toda tiranía es condenable, sea estalinista o fascista, y los carniceros y verdugos, así como sus instigadores, no merecen ningún homenaje en democracia.

Rafael Luis Gumucio Rivas

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