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lunes, 1 de diciembre de 2014

Derechos Humanos: El ser o no ser del Ejército. ¿Debe refundarse?

Por Mario López Moya
La gran interrogante es saber si el Ejército sigue o no ligado al pasado; si mantendrá o no el pacto de silencio en materia de derechos humanos; si continuará o no protegiendo a responsables de delitos de lesa humanidad. La civilidad, entretanto, los premia otorgándoles un alto índice de credibilidad. Algo difícil de entender.
"El Ejército pertenece a todos". La frase la han pronunciado varios excomandantes en Jefe una vez terminada la dictadura. Incluso hay quienes han llegado a pedir perdón, por las violaciones a los derechos fundamentales ocurridas entre 1973 y 1990. Lo anterior sin embargo, cada cierto tiempo ha sido desmentido por hechos que, aunque aparecen como aislados, demuestran "las dos almas" que coexisten en esa institución armada.

Una de las más claras declaraciones acerca del "nuevo paradigma", la pronunció el exjefe castrense, Juan Miguel Fuente-Alba Poblete, quien llegó a afirmar que una tarea de la institución "fue resolver la tensión provocada por la demanda de la sociedad en el tema de los derechos humanos. El Ejército, entonces, fue capaz de asumir la historia, haciéndose responsable institucionalmente por las graves violaciones a los DD.HH., en la confianza de que tal actitud era un paso necesario para la reconciliación nacional".


"Esto llevó a un diagnóstico clave -según Fuente-Alba-: el Ejército necesitaba entender mejor a la sociedad a la que servía. (...) sin perder su esencia y sus valores profesionales permanentes, que son, en definitiva, los que lo fortalecen y le dan el rasgo de grandeza que los chilenos admiran en esta institución. Las lecciones aprendidas de este período (dictadura) fueron aprovechadas integralmente. En particular, el tratamiento de la verdad en todas sus actuaciones ante la sociedad, por difíciles que fueran las circunstancias".


Gestos, nada más


Desde finales de la dictadura hasta la fecha, varios han sido los gestos que se han dado al interior de esa institución e incluso algunos en relación con la sociedad civil. Se incorporó la cátedra de Derechos Humanos en la formación de los cuadros superiores, participaron de comisiones destinadas a determinar el destino de detenidos desaparecidos, llegando incluso a entregarse ubicaciones específicas en ciertos casos.


Pero a los pocos días, se pudo comprobar que varias de esas "verdades" no eran tales, pues algunos cuerpos que el Ejército aseguró haber lanzado al mar, aparecieron enterrados clandestinamente al interior de un recinto militar. "Que hayan asistido a la Comisión ya fue un paso importante", afirman algunos muy positivistas.


"Se pidió perdón", es cierto. Pero perdón sin reparación no es válido. Y en este caso, la única y más importante mitigación al mal causado, es decir la verdad acerca de qué sucedió con las personas desaparecidas y ejecutadas durante la dictadura, informar sobre el destino de quienes aún no han sido encontrados y llevar a cabo la reparación que en derecho corresponda.


Otras acciones de menor peso, pero simbólicas, han sido asumidas, como el reciente abandono de la "Medalla Comandante en Jefe del Ejército, Capitán General Augusto Pinochet Ugarte", que ahora pasará a ser Comandante en Jefe del Ejército, a secas. También el poner término a la Brigada de Inteligencia del Ejército (BIE), se asumió como otro paso de acercamiento a la civilidad.


Dos pasos adelante y uno atrás


Sin embargo, no todo ha sido avanzar en el sentido correcto de integración. Varios hitos han sido un claro retroceso. Escandaloso ha sido que aún existan uniformados que aportan "voluntariamente" para la defensa de condenados y acusados por delitos de lesa humanidad. Es verdad que ahora no es obligatorio el descuento, pero sigue descontándose por planilla de manera velada bajo la argucia de la voluntariedad.


Para el abogado Luciano Fouillioux, "no corresponde que funcionarios del Ejército sigan contribuyendo con dinero a la defensa de los violadores a los derechos humanos; si bien estos tienen derecho a la defensa, como cualquier ciudadano. Que se haya cambiado la glosa de obligatorio a aporte voluntario, sigue siendo una ligazón al pasado. Hay avances, pero no estamos en completa normalidad", afirma.


El corvo regalado al futbolista Gary Medel como símbolo de valentía, fue un golpe al rostro de los familiares de chilenos que fueron asesinados durante la dictadura con esa arma. Amarrados y vendados fueron masacrados con ese cuchillo. El regalo se consideró como una falta de criterio absoluta y, hasta un agravio consciente.


El abogado Fouillioux, que también fuera subsecretario de Carabineros, hay un empantamiento doctrinario democrático impulsado por poderes fácticos, no obstante que hay fuerzas importantes que están buscando efectivamente la reinserción de los militares. "Tengo la idea que el Ejército está en una metamorfosis interna muy sensible, que va dos pasos adelante y uno atrás. Aún subsisten, aunque sea aisladamente, este tipo de actos, todas situaciones que develan una nostalgia por el pasado", indicó a Cambio21.


No son los únicos casos


Hay otros casos como la imprudente defensa del actual comandante en Jefe del Ejército a la existencia de Punta Peuco, lo cual es un hecho claro y lamentable. "Yo no vería la necesidad de que eso se cierre, porque sería generar un problema mayor. (...) Por lo tanto, si Gendarmería dice que cumple con los requisitos adecuados, nosotros estamos totalmente de acuerdo que siga funcionando.", aseguró Humberto Oviedo, el mismo del regalo del corvo. "Generar un problema mayor", ¿con quién? O, dicho de otro modo, ¿contra quién? No es necesario leer entrelíneas para percibir una amenaza latente.


El reciente (y único) voto en contra que buscaba transformar el inmueble de Rocas de Santo Domingo, en San Antonio, en un memorial de Derechos Humanos, emanó del representante del Ejército. Ese lugar fue ocupado por Manuel Contreras para formar y entrenar a los primeros integrantes de la Dirección Nacional de Inteligencia, DINA. Allí se flageló e hizo desaparecer compatriotas. ¿Por qué el Ejército se opuso? No tiene sentido en un organismo que dice haber aprendido la lección.


No ha pasado inadvertida tampoco la situación del carabinero que desde Facebook ha lanzado duros ataques a la etnia Mapuche, con amenazas expresas. Es más, ha ofendido a la Presidenta de la República e incluso alardeado con estar listo para la guerra con Perú, entre otras joyitas que ha escrito en su muro virtual. Hasta hoy, la institución ha declarado que se está investigando la situación, pero no se han tomado medidas drásticas, como es lo menos que se espera por parte de la ciudadanía respecto de alguien que, manejando armamento, se supone al servicio de la comunidad.


Se nota un cambio


Pese a todo, se percibe un cambio. Así lo estima Luciano Fouillioux: "El Ejército de Chile de fines de la dictadura y el actual, en materia de compromiso con la civilidad, con la verdad y los derechos humanos, claramente es distinto; son dos situaciones distintas, en que han pasado ya 14 a 15 años. El Ejército ha hecho una evolución necesaria, básica para su sobrevivencia y reinserción social, ya que tuvo conciencia de que estaba en una suerte de ‘hipoteca social' frente a la ciudadanía".


Y continúa el profesional: "si no hacían un giro en términos de respeto a los derechos de las personas y de reinserción en el nuevo sistema político, en este caso el democrático, quedaba en una situación de relevo y ello les afectaba a ellos institucionalmente y por supuesto en parte a la ciudadanía y a la defensa del país", afirma.


De hecho, en Chile la opinión pública ha colocado al Ejército dentro de las instituciones de mayor credibilidad, transparencia y confianza. Y no deja de llamar la atención, pues esa organización ha sido duramente cuestionada en una sociedad cada vez más empoderada por mayor igualdad de oportunidades, respeto de los derechos de los ciudadanos, transparencia en el actuar público y verdad para cerrar heridas. La constante baja en el reconocimiento de la gente de la Iglesia, los partidos políticos e instituciones como el Congreso Nacional, ha permitido que la FFAA recuperen un sitial que habían abandonado por mucho tiempo.


Es claro que no se puede condenar a una institución por una generación que deshonró su deber de protección de la ciudadanía. Tampoco se puede pretender, en los tiempos actuales, que nuestro país prescinda de esta institución. Muy por el contrario, las FFAA en general y sobre todo la institución de Carabineros, son reconocidas como esenciales para la subsistencia e independencia soberana de Chile.


Pero el cambio será completo, lo que otorgará estabilidad al país, se producirá cuando se conozca toda la verdad, se asuman las responsabilidades y se ponga término por las instituciones armadas al pacto de silencio y complicidad con quienes violaron los derechos humanos. La reconciliación no surgirá como un acto de magia, tampoco se impondrá por el olvido o el transcurso del tiempo. Menos cuando muera la generación que vivió estos terribles episodios, pues a ella le sobreviven los hijos e hijas y aún más, cuando estos tampoco estén, quedarán los hijos de aquellos y luego los hijos de estos. La reconciliación verdadera se construirá con verdad, justicia y castigo a los responsables.


"El mundo estaría mejor sin Ejércitos"


Desde la cátedra, varios han planteado una audaz propuesta: el mundo estaría mejor sin ejércitos. Lo ha dicho entre otros el abogado y profesor de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Héctor Salazar, quien se pregunta: "¿Puede este Ejército seguir existiendo como institución después de haberse deslizado por una pendiente de crímenes y descomposición nunca visto en nuestra historia? ¿No habrá llegado la hora de que dicha institución armada pase -usando un lenguaje castrense- a retiro? ¿Puede una institución armada, con su historia de luces y sombras, caducar? Y si así fuere, ¿qué se debe hacer con ella?


Todas interrogantes que no apuntan en todo caso a la desaparición de esta institución armada. "Como sea que fuere, lo cierto es que no estoy planteando, que no existan fuerzas armadas. Se dice, y con razón, que en el actual estado de desarrollo de la humanidad, las fuerzas armadas son esenciales para el Estado, al punto que sin éstas, éste no puede subsistir. Hay que reconocer, sin embargo, que hay quienes sostienen que el mundo estaría mejor si no existieran fuerzas armadas," afirma categórico Salazar.


"Mi punto dice relación con el actual Ejército de Chile; ese que fundó la Patria y que a lo largo de 200 años de historia fue un actor relevante en el desarrollo y consolidación de la misma. No es que quiera ser mal agradecido y desconocer lo que esta institución significó en la historia de Chile. Lo que sostengo es que en su evolución, este ejército ha vivido un proceso de deterioro creciente que, en los últimos 40 años, lo ha desnaturalizado a tal punto que hoy es irreconocible e imposible su reconstrucción", sostiene.



¿Fundar un nuevo Ejército?


Revisando la historia reciente, se advierte que desde el año 1970 en adelante, dos comandantes en jefe del Ejército fueron asesinados con participación de sus camaradas (Schneider y Prats) y otro terminó acusado de miles de crímenes de lesa humanidad y de enriquecimiento ilícito (Pinochet). Cientos de sus hombres se encuentran condenados por crímenes horrorosos. "Los comandantes que siguieron una vez recobrada la democracia, buscaron ignorar o minimizar las responsabilidades institucionales que evidentemente emanaban de tanto crimen y corrupción y su institución fue muy reticente al momento de colaborar con la justicia", dice el abogado Salazar.


A su juicio, existe un "quiebre de las relaciones entre este Ejército y una parte importante del pueblo chileno, para quienes esta institución es una amenaza vigente. No escapa tampoco al ojo de cualquier observador desapasionado la circunstancia de existir una suerte de alianza tácita entre este Ejército y los sectores más conservadores de nuestra sociedad, cuyos intereses aparecen como convergentes".


Por último, estima que "aún es posible constatar que dicha institución castrense se mira y se siente un compartimiento estanco de la sociedad chilena, y no parte de la misma. Concluida la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán fue disuelto pues su sobrevivencia se hizo inviable después de conocido su compromiso con el nazismo y sus crímenes. Fue necesario fundar un nuevo ejército, con nuevos paradigmas, estandartes y doctrina, compatibles con un Estado democrático de derecho. ¿Acaso no sucede lo mismo con este ejército chileno?", se pregunta Salazar.

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