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domingo, 14 de diciembre de 2014

El crudo testimonio de una mujer brutalmente torturada: “No me pudieron destruir”

Por Mario López Moya
La violencia sexual ejercida en contra de las prisioneras políticas en dictadura durante muchos años fue un tema tabú. La sociedad se negaba a creer, el sistema ocultaba los crímenes. Hasta el pudor les impedía hablar a las víctimas. Hasta que por deber moral algunas se decidieron a hacerlo. Una de ellas, Nieves Ayress, quien encaró a Cristián Labbé, cuenta su historia.
La tortura, aquella que busca ablandar mediante el terror y el dolor al "enemigo", ya de por sí brutal e inhumana, puede alcanzar su máxima expresión cuando no solo obtener información o crear pavor es lo que se pretende con ella. En Chile también se buscó con los tormentos sexuales degradar a mujeres y hombres.

Tres años de suplicios


Nieves Ayress Moreno, en la foto, era una bella chica de 25 años para el Golpe de 1973, jamás imaginó que la brutalidad podría alcanzar los niveles que debió soportar. Mancillaron su cuerpo, pero su dignidad jamás fue doblegada. Cuesta no impactarse al escuchar a esta mujer relatar su calvario. No es la voz de alguien resentido o con odio, tampoco la de quien rememora un hecho sin que le afecte. Es el testimonio de una mujer, chilena, que fue capaz de superar sus miedos, su pudor, su dolor y rehacer camino, aunque fuera del país, en un triste autoexilio.


La primera vez que fue apresada sucedió a pocas semanas después del golpe, "eran cerca de la 10 de la noche y estaba en la casa de la madre de una amiga mía que estaba presa, allí llegó un grupo de oficiales de carabineros y me arrestaron. Luego supe que mi anfitriona había dado mi nombre con la esperanza de salvar a su hija. Fui trasladada a la Escuela de Suboficiales de Carabineros donde me golpearon. También tocaban mi cuerpo, amenazándome con forzarme sexualmente. A los presos nos tenían en unas celdas que quedaban en la parte de atrás de la Escuela, en las caballerizas", relata Nieves.


A los pocos días la trasladaron al Estadio Nacional, donde permaneció un par de semanas. "Me tenían en una de las torres del Estadio, sola. A menudo me interrogaban, a golpes y puñetazos, siempre encapuchada. También me insultaban; mis interrogadores tenían acentos brasileros". Como se recordará, miembros de la policía secreta de Brasil, por aquel entonces bajo dictadura derechista, vinieron como instructores de interrogaciones a Chile. Así se ha demostrado en numerosos procesos judiciales. Fue liberada por no existir cargos en su contra.


El camino del calvario


La libertad duraría poco. A mediados de enero de 1974 sería nuevamente apresada. Esta vez le imputarían ser parte de una serie de atentados terroristas, el "Plan Leopardo", que fue la creación y justificación de la DINA para efectuar las detenciones e incluso asesinar personas. "Yo estaba en la fábrica de mi padre en San Miguel, cuando llegaron muchos hombres armados, algunos con uniformes y otros no". Entre ellos estaba un delator, quien la identificó cuando la arrestaron. También detuvieron más tarde "a mi padre, Carlos Ayress y a mi hermano Carlos ''Tato'' Ayress, de solo 15 años y a otros amigos que estaban en la casa", afirma Nieves.


La llevaron al centro clandestino de torturas en la calle Londres 38, en Santiago. Allí estuvo recluida cerca de dos semanas, sola e incomunicada. "Fui torturada brutalmente. Golpes, y choques eléctricos en todas las partes más sensibles de mi cuerpo, senos, ojos, ano, vagina, nariz, oídos, y dedos", eran los preferidos. También usaron con ella el método de tortura denominado "Pavo de Arara", en el cual la amarraban de pies y brazos, y "me colgaban cabeza abajo, y me aplicaban choques eléctricos al ano", relata Nieves Ayress. Los tormentos recién comenzaban y se prolongarían hasta fines de 1976.


Desnuda y encapuchada fue torturada "en la presencia de mi padre y hermano, y una vez me forzaron a intentar el acto sexual con mi padre y hermano. Me obligan a presenciar las torturas a ellos. Varias veces en el baño de Londres me violaron". Aunque no supo exactamente quiénes fueron sus torturadores en Londres 38, sí recuerda que algunos de quienes le apremiaron tenían acentos extranjeros. "Ellos me convencieron que estábamos en Buenos Aires. Una vez durante las torturas me vino algún tipo de ataque de corazón, y los torturadores se asustaron. Escuché una voz chilena que dijo dónde tenían que ir a buscar medicina, en la calle Arturo Prat, y así es como supe que estaba en Santiago".


"Manuel Contreras me torturó"


En febrero de 1974 Nieves fue trasladada a Tejas Verdes, el lugar que fue la cuna de la DINA. Fue nuevamente incomunicada "en una celda que estaba en un grupo de cabañas que se habían construido bajo el (gobierno del) Presidente Allende como un lugar de veraneo para los trabajadores. El centro de torturas quedaba al otro lado de un puente, en el subterráneo de un edificio, donde había celdas de cemento. Como siempre estaba encapuchada cuando me llevaban", rememora.


En ese lugar vivió atroces tormentos. "Sufrí torturas brutales. Me forzaban a hacer actos sexuales con un perro que había sido entrenado para participar en torturas. Colocaban ratas adentro de mi vagina, y luego me daban choques con electricidad. Al recibir el choque, las ratas se desesperaban y hundían sus garros en la carne de mi vagina. Se orinaban y defecaban en mi cuerpo, introduciéndome el virus toxoplasmosis", recuerda con dolor.


Fue vejada en múltiples ocasiones, "me violaron en muchas oportunidades, y me tocaban sexualmente, insultándome, y forzándome a tener sexo oral con ellos. Me cortaban con cuchillos; una vez me cortaron las primeras capas del vientre con un cuchillo, y perdí mucha sangre. También me cortaron las orejas. Aún tengo las cicatrices. Me amarraban brazos y pies, yo estando tendida sobre una mesa, y luego me estiraban los brazos y las piernas hasta que perdía la circulación. Muchas veces me torturaban sin interrogarme".

Denuncia Nieves Ayress que le fue aplicado tormento por el mentor y jefe de la DINA personalmente. "Una vez fui torturada directamente por Manuel Contreras, a quien lo pude divisar porque la venda que cubría mis ojos estaba floja. Después lo reconocí en fotos. El me torturó con otra mujer, una alemana que estaba presa y quien a veces la torturaban conmigo porque pensaban que nos parecíamos y que quizás éramos hermanas. Ella era la ex-mujer de Bautista van Schouwen. Contreras daba órdenes y supervisaba, pero también participaba directamente en las torturas. Él me golpeó, me dio cachetazos, y me insultó", declara Nieves.


"Hijo de la Patria"


Nieves Ayress cada día más, se hacía más débil, enferma, "mi vagina y útero estaban infectados y muy dañados por la tortura. Un sargento me traía paños y vinagre para que me tratara de curar. A través de un pequeño hoyo en mi celda yo podía ver a quienes pasaban; a veces veía a mi hermano y mi padre". Un doctor supervisaba el estado de los interrogados tras el tormento y les decía a los torturadores cuándo podían seguir. "Ya nos torturaban por divertirse, por ser mujeres y meternos en política, eran muy machistas", rememora.


Al llegar marzo de 1974 fue trasladada a la Cárcel de Mujeres en la calle Vicuña Mackenna, en Santiago, la que estaba bajo la supervisión de religiosas (Centro Penitenciario Femenino del Buen Pastor). "Aquí yo estuve en libre plática, a las presas políticas nos tenían apartadas. El mes de abril me di cuenta que estaba embarazada, y esto lo confirmó el Dr. Mery, un doctor militar que ejercía en la Universidad Católica, y quien me dijo que yo debiera estar orgullosa de tener un "hijo de la patria". Mi embarazo causó gran controversia". Ya en contacto con familiares y amigos, su caso se hizo conocido y tuvo trascendencia internacional.


La dictadura temerosa de que el caso escalara a niveles insostenibles, optó por la presión. "Un grupo de esposas de militares vino a visitarme, y me prometieron la libertad si yo no hacía más declaraciones sobre mi embarazo y mi tortura, y hasta me amenazaron con quitarme mi hijo una vez que naciera", denuncia Nieves. Las religiosas a cargo del lugar le "ofrecían ayudarme a pedir permiso para un aborto". Era muy duro para mujer aceptar el estar embarazada producto de una violación, en mi caso era aún más terrible por lo que vivía a diario."


"Me negué a abortar, me negué a morir"


"No era religiosa, pero por estar en una cárcel cuidada por religiosas, tenía que elevar una solicitud al cardenal, y del cardenal al Papa. Yo estaba muy mal físicamente, y si me hacía un aborto clandestino en la prisión me podía morir, y por tal motivo decidí tener el hijo..." Nieves razonaba que "después de haber sobrevivido meses de tortura y detención, no les iba a dar el gusto a los militares de morirme. Sin embargo, en abril o mayo, comencé a tener mucho dolor en el vientre, y a perder coágulos de sangre. Aborté en forma espontánea. No recibí atención médica durante la pérdida, salvo de las compañeras presas del área médica", recuerda.


En marzo de 1975 la devolvieron a Tres Álamos, donde permaneció hasta diciembre de 1976, "fui sometida nuevamente a violaciones, amenazas, insultos, y otras torturas sicológicas. El Comandante Pacheco (Teniente Coronel Conrado Pacheco Cárdenas), quien estaba a cargo de ese centro de torturas, me abusaba constantemente, sometiéndome a acosos sexuales durante casi dos años. Le gustaba pasearse por el campo de concentración conmigo a su lado. Yo estaba muy débil, y me desmayaba con frecuencia. Me quedaba en una celda con ocho otras compañeras", menciona.


El periplo siguió a un centro de detención en Pirque para volver a Tres Álamos desde donde salió expulsada de Chile. La exiliaron junto a otros 17 compatriotas, sin derecho de regreso, según rezaba el respectivo decreto. En esta lista estaban además entre otros Gladys Díaz, Víctor Toro (su compañero), Luis Corbalán. Su familia quedó repartida en varios países, ya nada volvería a ser igual.


Éste sábado pasado, en una sencilla ceremonia íntima, en Valparaíso, los hermanos sobrevivientes se reunieron para depositar en el mar las cenizas de sus padres Carlos Ayress y Virginia Moreno. Cantaron, lanzaron ofrendas, lloraron. "Los viejos se reencontraron con Chile". No había podido acompañar a su madre muerta a los 100 años, hace algunos meses. Su madre murió en Cuba, Nieves estaba siendo tratada de un cáncer en Estados Unidos. Hoy se reencontraron.


El cara a cara con Cristián Labbé


Siguiendo el protocolo judicial, debí concurrir al Instituto Médico Legal a realizarme los exámenes que la Ley ordena (sicológicos, siquiátricos y físicos para constatar lesiones, daños y secuelas producto de delitos de lesa humanidad). Cuando estaba esperando mi turno en ese lugar, vi de frente a un hombre que me costó reconocer. Era Cristián Labbé que estaba en el IML haciéndose los exámenes pre senténciales por su procesamiento y eventual querella por los crímenes de Tejas Verdes.


"Reaccioné sin violencia, pero con mucha fuerza, me paré frente a él y le grité ¡Asesino! Le recordé sus crímenes y le señalé a la gente que se encontraba en el lugar quién era este hombre. Él estaba impávido, como una estaca, me quebré, me causó mucha conmoción y me puse a llorar, me vinieron a la mente los recuerdos de las vejaciones. Seguí gritándole en su cara ¡éste es un asesino, nos torturó! No podía moverse a ningún lado, pero no hallaba dónde meterse y se encontraba acompañado de un guardia. Al salir a la calle lo hizo corriendo mientras gente lo funaba por lo que había hecho. Fue patético", recuerda Nieves a Cambio21.


"No busqué agredirlo, eso es algo en que nos diferenciamos, jamás le haría a alguien lo que me hicieron a mí". No fue su único encuentro con un represor o torturador. En estos pocos días en que ha estado en Chile ya se ha encontrado frente a frente con otros dos torturadores y con una delatora (María Alicia Uribe Gómez, alias "Carola", militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), recién procesada y quien se transformó en colaboradora de los servicios de inteligencia). "Hay cientos de torturadores, no solo militares, sino que también civiles, que aún no han sido castigados y andan por las calles impunemente" -reflexiona Nieves-.


Aún hay esperanza


Tras una entrevista con Nieves Ayress y Alejandra Holzapfel, otra de las querellantes, el presidente de la Corte Suprema, Sergio Muñoz, declaró que la Justicia chilena está "al debe" ante los casos de tortura registrados durante la dictadura y señaló que la justicia debe investigar los delitos de connotación sexual ocurridos en la época.


"La violencia política sexual y la tortura son dos crímenes diferentes, por lo que queremos que en este país se incorporen estos delitos al código penal y los responsables puedan ser castigados", es la esperanza de estas valientes mujeres. "Nuestro objetivo es que los jóvenes que hoy día salgan a manifestarse no sean objeto de violencia política sexual", aseguró Nieves.


"Mi única hija, Rosita, ya de 39 años, es el símbolo de que los torturadores no me pudieron destruir. He ganado esa batalla, también le gané al cáncer y llegará el día en que nunca más vuelva a suceder en Chile algo como lo que yo viví. Pasará tiempo para que se conozca la verdad, para que se haga la justicia necesaria, quizás no la veré yo, quizás la vean nuestros hijos o nietos, pero llegará, llegará...", concluye emocionada Nieves Ayress, fuerte, digna, de murada sincera, sin miedo.

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