Manuel Humberto Ahumada Lillo
Profusamente
se ha informado, desde el 1 de diciembre de 2014, que la Intendencia
Metropolitana dio cuenta de la votación del concurso de Cerros Isla,
resultando ganador el Cerro Chena de San Bernardo.
Y
como siempre sucede nos hemos llenado de comentarios respecto de lo que
será el cerro luego de esta importante inyección de recursos,
conociéndose por ejemplo la opinión de uno de los jurados, experto en
diseño urbano, don Pablo Alard, quien dijo que el proyecto pretende "la
preservación de ciertas zonas de alto valor ecológico y también
cultural. Hay unos pucarás históricos ahí, de pueblos pre-hispánicos.
Todo eso y mucho más es cierto y como san Bernardino lo celebro.
Sin
embargo hay una omisión que no puede pasar inadvertida y aunque se dirá
que con lo que expongo me resisto a dejar el pasado en paz, puedo
asegurar que si no se da cuenta a la ciudadanía de que el Cerro Chena
tiene un pasado oscuro que no se ha develado en su totalidad, cualquier
instalación no será todo lo justa que debe ser.
Hay
que preservar lugares en los que cientos de compatriotas sufrieron.
Justamente para que, así como el pucará, se conozca lo que allí se vivió
independiente del paso del tiempo.
Por
años han pasado maquinas y quitado la mayoría de los vestigios de la
tenebrosa casa blanca, visible desde cualquier lugar de la pista de moto
cross, lugar de esparcimiento cuando la población entera de San
Bernardo se volcaba a la celebración del "dieciocho chico", fiesta a la
que llegaban desde muchos otros lugares.
Soy
uno de los que podría ayudar a reconstruir ese lugar, o al menos
elaborar la maqueta del mismo, porque está en mi mente, la de un
muchacho de 17 años que supo en 1973 de la detención arbitraria y la
tortura. Que conoció lugares del Cerro Chena que no pueden desaparecer.
Es
el mínimo homenaje que se puede brindar a los 11 ferroviarios de la
Maestranza Central, a los campesinos de Paine que aparecieron años
después en Cuesta Chada.
Yo
lo hago desde estas líneas, pues tuve el honor, el orgullo de compartir
con ellos en ese lugar de detención y hasta poco antes de su muerte
dolorosa.
Un memorial que recuerde estos hechos, no puede faltar en el futuro parque que allí se construya.
"El Cerro Chena, nuestro cerro para los san Bernardinos, no siempre estuvo asociado al terror y la muerte.
A
él íbamos con Emilio, Pachicho, Rucio jorge, Chito y otros a buscar
sapolio en sacos que conseguíamos en la feria, sapolio que
empaquetábamos para venderlo casa por casa.
Con
algunos años mas, cuando entraba la noche nos distribuíamos entre sus
lomas para aprender a hacer señales de morse, aperados de una vela y un
tarro de leche Nido o de Milo de ½ kilo.
Luego
de correr y jugar entre las piedras la tierra y la maleza, generaciones
de chiquillos y adolescentes enfriaron sus transpirados cuerpos en el
tranque que está a la entrada.
Desde que García de la Huerta regaló
el cerro a los militares ya nunca fue el mismo. Al principio solo
asustaba ver a algún soldado haciendo guardia, era cosa de burlarlo y
nos la empinábamos cerro arriba.
Después,
disparaban al aire asustando a los pájaros y alejando a los muchachos
intrusos, aquellos que querían recuperar el cerro para sus juegos.
Nuestra comuna, nuestro San Bernardo era la muestra más viva de la convivencia entre militares y civiles.
Contingentes de importantes instalaciones del Ejercito y la
Fuerza Aérea, calificados obreros y técnicos de una de las maestranzas
mas grandes de América Latina y miles de trabajadores que viajaban día a
día a Santiago, compartían actividades deportivas y recreativas cada
fin de semana.
Las
madres no hacían distingo entre sus hijos al participar en las labores
escolares. Los niños compartían los cursos y un patio común para sus
juegos.
En San Bernardo teníamos nuestra propia parada militar el 18 de Septiembre, el tambor mayor de la Escuela de Infantería encabezaba la parada al día siguiente en el Parque O’Higgins.
Toda la civilidad desfilaba, saludando las glorias del Ejército.
Las
razones de porque destruyeron todo esto los militares, se seguirán
buscando por mucho tiempo mas. Yo he intentado expresar mi visión sobre
lo sucedido.
Nadie sabe cuando cerraran tantas heridas que dejó el golpe militar.
Solo
puedo decir que aún el Cerro Chena sigue en llamas, y que estas no las
extinguen con bandos, ni resoluciones de comisiones de hombres buenos.
Se necesita toda la verdad.
Aún
el viento que viene del sur recoge desde la tierra mil veces removida,
los gritos de auxilio de los que perdieron la vida en ese lugar y los
esparce en los atardeceres y las noches de la patria.
La justicia deberá hacerse algún día, no pierdo la confianza en ello.
En el intertanto, nadie mas podrá decir que el Ejercito fue injustamente vilipendiado.
Miles de voces los acusan. Aquí y allá los que quisieron hacer desaparecer se levantan para enrostrarles su inhumanidad.
Las
victimas de la maldad son héroes que pasaron por Chena y no serán
olvidados, por que su ejemplo de consecuencia va marcando a las nuevas
generaciones y permanecerá vivo por siempre.
No está lejano el día en que un memorial reconozca a cada una de las victimas.
Quizás entonces nuestro Chena volverá a ser lo que fue.
Un lugar de encuentro de la población que yace a sus faldas."
Del libro, CERRO CHENA, TESTIMONIO, UN CAMPO DE PRISIONEROS.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE
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