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jueves, 4 de diciembre de 2014

Presidenta suspendió parte final de gira en VIII Región y aplicó lógica del secretismo para reaccionar

La Moneda paralizada entre la encuesta CEP y el cambio de gabinete

Se sabía que ayer sería una amarga jornada para el gobierno. Nadie en el oficialismo esperaba buenos resultados del combo de encuestas simultáneas –Adimark y CEP– que se dieron a conocer y que confirmaron la caída del apoyo ciudadano a la administración de Michelle Bachelet. Pero del fuerte golpe político –que representaba bajar más allá de la barrera sicológica del 40% en la aprobación a la conducción de La Mandataria–, en Palacio se pasó a una seguidilla de errores que desataron transversalmente en el Ejecutivo una ola de rumores sobre el inevitable cambio de gabinete.
“Voy a una reunión en La Moneda”, dijo Bachelet ayer en la tarde, cuando aterrizó en Santiago, cerca de las 17:00 horas, dos horas antes al menos del programa original, porque la agenda oficial de la Mandataria la situaba todo el día de gira por la VIII Región, concluyendo la visita con una actividad en Lebu, la que fue repentinamente suspendida. Los Presidentes no tienden a cancelar sus giras o parte de ellas por cualquier razón, las pocas veces que ha sucedido ha sido por causas de fuerza mayor, por lo que la medida, que no tuvo una explicación coherente ni oficial hasta varias horas después, gatilló que todo el gobierno se quedó en ascuas, literalmente, apostando por un ajuste ministerial, dado que sucedió el “día negro de las encuestas” y que el cambio es algo que los partidos de la Nueva Mayoría piden a gritos hace semanas para enmendar la gestión política de varias carteras débiles.
Hay que precisar que ese “clima” de compás de espera del cambio de gabinete, ha generado una suerte de “paralización” del gobierno, como confiesan y coinciden en varios ministerios. Agendas inconclusas, actividades que no se consuman, reuniones que se suspenden, un aire de “inseguridad” –recalcan en el gobierno– generalizado entre las huestes del Ejecutivo.
Otro antecedente. Todo esto sucede en el contexto en que la encuesta CEP determinó que el rechazo al gobierno llegó al 43%, superando al nivel de apoyo, que cayó hasta el 38%, y que la evaluación positiva de la Presidenta se desplomó en 13 puntos, hasta el 50%, mientras que en la Adimark el respaldo llegó solo al 42% y la desaprobación se empinó al 52%, con el acápite de la caída de casi todos los ministros. Todas cifras que la Presidenta conoció a primera hora de la mañana.
Como no se veía hace mucho y recordando los mejores momentos del primer mandato de Bachelet, ayer en Palacio se aplicó un rígido secretismo, que dio paso a todo tipo de especulaciones sobre el regreso anticipado: que se quiso evitar una protesta contra la Mandataria en Lebu, que hubo una descoordinación del área de programación de La Moneda con la de seguridad, que se venía porque iba a cambiar intendentes, que se llamó a La Moneda a algunos subsecretarios, que se iba a citar a los ministros, que un miembro del gabinete había renunciado y que eso había desordenado todo el panorama de la Presidenta.
A esto se sumaba que a esas alturas tanto en el gobierno como en la Nueva Mayoría había varios que reconocían en privado que era “un error garrafal” haber adelantado el regreso de la Presidenta a Santiago, porque con eso se generó “innecesariamente un ambiente” de crisis, que no era tal, porque –según explicaron en Palacio– cuando el martes se avisó formalmente que la CEP se adelantaba para ayer, era la señal irrefutable de que las cifras eran peores de lo pronosticado inicialmente, por lo que si bien los resultados fueron un duro golpe, este no ameritaba el gesto de cancelar la gira sin explicación.

Hasta que Bachelet llegó a La Moneda, en los patios y oficinas decían que no sabían nada, que no había información de lo que sucedía, abundaron las conversaciones de pasillo, las llamadas telefónicas, se cancelaron algunas reuniones para este jueves y en algunos de los ministerios que se reconoce que serán elegidos para el ajuste de gabinete no fue un día muy productivo.
La Presidenta se reunió efectivamente con el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, por más de dos horas, instancia en que también estuvo el vocero de gobierno, Álvaro Elizalde, quien después de la larga cita se limitó a informar que el encuentro se debía a que Bachelet les dejó una serie de tareas, considerando que este jueves se encontrará de gira por el día en Guayaquil, Ecuador, para participar en un encuentro de Unasur. Ante los rumores que abundaban, el ministro agregó: “El cambio de gabinete no fue tema (…) los Presidentes de la República no conversan los cambios de gabinete con quienes somos sus ministros (…) los Presidentes no cambian los gabinetes sobre la base de encuestas, sino sobre la base de evaluaciones bastante más profundas”.
En el gobierno se reconocía después que todo lo sucedido había sido un error, grave, innecesario y que, además, no tuvo una buena explicación pública, que el episodio pone de relieve el “nerviosismo” que impera, la “descoordinación” y la “falta de fineza política” para moverse.

La espada y la pared

Pero más allá de la falla estratégica cometida por Palacio, los resultados del miércoles negro de las encuestas, arroja –coinciden los análisis en el gobierno y en la Nueva Mayoría– que aunque a la Presidenta Bachelet no le gusta que la pauteen los medios de comunicación, los partidos ni las encuestas, el escenario actual postsondeos “la deja sin mucho espacio de maniobra” y hace inminente el ajuste ministerial.
“Ha perdido grado de libertad por no hacer el cambio cuando se debió. Ahora, cuando sea, aparecerá reaccionando a las encuestas; si lo demora, mantendrá la incertidumbre en el gobierno”, advirtió un asesor de La Moneda, visión que es compartida en varios partidos de la Nueva Mayoría.
Lo que ha encendido las alarmas en el oficialismo es que la caída de la aprobación –dicen– responde a una pérdida “del apoyo de los propios”, del voto duro del bacheletismo, en las mujeres, las regiones y los independientes. “Es nuestra gente la que considera que lo estamos haciendo mal”, sentenció un asesor de Palacio, mientras en La Moneda también se tomó nota de que la Mandataria ha perdido terreno en dos atributos claves de su liderazgo: la cercanía y la confianza de la gente.
Según la CEP, un 50% encuentra a Bachelet lejana y un 47% dice que no le da confianza. Eso, para varios en Palacio, responde a una mala elección de la agenda presidencial, exceso de giras al exterior, poca presencia en regiones y poco contacto con la gente.
El tema del imperativo del cambio de gabinete –señalan en el oficialismo– no pasa solamente por la señal mediática que implica una medida de esa índole, ya que por sí refleja un golpe de timón, una forma de enmendar el rumbo. El lunes en la noche, en el cónclave de la Nueva Mayoría, se decidió equilibrar la agenda y discurso del gobierno y combinar las reformas estructurales con prioridades cotidianas de la gente, como son la seguridad, el transporte, salud, la economía, donde se puede percibir en forma más palpable la gestión de gobierno.
En la coalición dicen que, con eso, “el cambio de gabinete quedó en la puerta”, porque si ya se corrigió la agenda, solo falta “pulir las debilidades de la gestión política” y eso pasa por los ministerios.
El director de Adimark, Roberto Méndez, dijo ayer que lo que demuestran las encuestas es que “el gobierno hoy cuenta con un gabinete debilitado”, una visión que es cada día más compartida en la actual administración.
Dilatar el ajuste ministerial y no dar una señal pronto –agregan desde el oficialismo–, solo perjudicará a La Moneda, porque no se va a poder revertir la tendencia a la baja en las encuestas y, con ello, “no será rentable acercarse al gobierno”. Eso en castellano significa que si la Presidenta y su gabinete están debilitados, será caldo de cultivo para que surja la oposición interna desde los partidos, caudillismos, agendas personales, lo que desordenará a la Nueva Mayoría.
Es, asimismo, transversal la lectura en el oficialismo respecto a que lo único rescatable de las encuestas, en especial de la CEP, es que demuestran que “el foco político” del gobierno y la coalición está bien puesto en apuntar a reducir la desigualdad y acentuar la importancia de la educación.
Un 49% considera que la falta de educación es la principal razón de la pobreza en Chile, un 32% que la desigualdad es causa de la mala calidad de la educación y otro 32% que la prioridad para los próximos 10 años debe ser conseguir una mayor igualdad. “El foco está bien, donde tenemos problemas es cómo lo implementamos, cómo estamos haciendo las cosas”, sentenciaron en la propia Moneda.

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