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lunes, 12 de septiembre de 2022

OPINIÓN

 por  12 septiembre, 2022

El rechazo de Renovación Nacional a una nueva Convención: la borrachera de la derecha
La derecha chilena tendrá la oportunidad de demostrar que ha entendido a la ciudadanía que hace tres años planteó claramente que Chile quería una nueva Constitución elaborada por la gente, no los políticos y menos el Congreso. Si la borrachera que hemos visto en parte de ese sector en estos días los nubla por completo, estarán, trágicamente, repitiendo exactamente lo que le criticaron a la Convención. Y, por supuesto, si los Amarillos, Walker & Rincón toman palco, tendremos en un corto plazo un nuevo estallido social de consecuencias insospechadas.

¿De qué sirve que Mario Desbordes insista en afirmar que la derecha, y en particular Renovación Nacional, cumplirán con la promesa de reiniciar el proceso constitucional, si los senadores de su partido ya confesaron que no están por una nueva Convención, pese a que durante la campaña así lo prometieron? De nada, lamentablemente, porque la verdad es que la opinión de Desbordes no tiene ningún peso en una colectividad que incluso está tratando de congelar su militancia. Menos si entre los senadores se encuentra el actual presidente de la tienda, Francisco Chahuán.

Lo cierto es que la derecha, que se ocultó estratégicamente detrás de los Amarillos, Walker & Rincón durante la campaña, salió con todo a mostrar sus cartas. La misma noche del 4 de septiembre, los dirigentes que estuvieron “fondeados” proyectaron un aire de triunfalismo que pareció borrar el relato desplegado por meses y que señalaba que el Rechazo era “transversal”, que votar en contra del texto no era ideológico y otros eslóganes de campaña. Para eso tenían a los llamados “subcontratistas” –como bien los definió Daniel Matamala– que daban fe de que eso era cierto. Por lo visto, todo eran simples promesas de campaña. O promesas de curado, en buen chileno.

Pero la derecha volvió a ser la derecha desde el 5 de septiembre. Esa que defendió por décadas la Constitución de Pinochet. Esa que basureó el proyecto de Bachelet unos pocos años atrás, y que después lo “valoró” durante la campaña con tal de despreciar el trabajo de la Convención. Esa que ya no se necesitaba esconderse detrás de los Amarillos y que arremetió con la soberbia del ganador, adjudicándose votos ajenos –la derecha no ha sido, no es, ni será nunca el 62% de la población–. Y, claro, la borrachera del triunfo a medias, permitió que asomara su esencia: “¿Por qué cambiar lo que funciona? ¿Para qué una Convención si en la élite tenemos expertos? ¿Por qué realizar reformas si nosotros tenemos la sartén por el mango? Gracias, Amarillos, Walker & Rincón y otros dirigentes de la otrora vieja guardia de la Concertación por el favor concedido. Ya no los necesitamos”.

Hasta ahora, quienes lideraron el Rechazo desde la llamada centroizquierda (algunos con la legítima convicción de que la derecha cumpliría su palabra; otros, con el pragmatismo de poder volver a la primera línea; y, cómo no, otros con el deseo oculto de no perder su privilegio de estar ocho años en el Senado y que este no cambiara su "respetado" nombre) parecieran estar algo desconcertados por la actitud de sus socios transitorios. O tal vez, algunos están esperando rearmarse con ellos para el futuro. Porque, claro, levantarles el tono cuando los otros están con la borrachera del triunfo semiprestado puede ser contraproducente. En una de esas, no los consideran después. Pero en cualquier escenario, hoy tienen la obligación moral y política de exigir a sus socios transitorios que honren su palabra y cumplan con lo que prometieron y que ayudó a muchos chilenos a cruzar la frontera y votar junto a personajes como Gonzalo de la Carrera o Johannes Kaiser.

Pero, principalmente, la derecha chilena tendrá la oportunidad de demostrar que ha entendido a la ciudadanía que hace tres años planteó claramente que Chile quería una nueva Constitución elaborada por la gente, no los políticos y menos el Congreso. El peor error que podrían cometer es autoengañarse pensando que la votación del 4S fue un respaldo a un sector que no supera el 30% del electorado, y que no les pertenece.

Si la borrachera que hemos visto en parte de ese sector en estos días los nubla por completo, estarán, trágicamente, repitiendo exactamente lo que le criticaron a la Convención. Y, por supuesto, si los Amarillos, Walker & Rincón toman palco, tendremos en un corto plazo un nuevo estallido social de consecuencias insospechadas. Aunque, lamentablemente, la historia chilena parece estar condenada a repetirse una y otra vez.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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