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jueves, 18 de marzo de 2010

Añoranza de una esperanza. Asunción de Allende


escrito por Raúl Auth Caviedes

En septiembre de 1970, Salvador Allende veía por fin coronados sus esfuerzos de alcanzar la Presidencia, luego que la derecha lograra impedirlo en dos ocasiones. En 1958, comprando a Antonio Zamorano Herrera, el “cura de Catapílco” y, en 1974, apoyando a Frei Montalva, desechando a su propio candidato.

Había logrado superar a una de las campañas del terror en su contra más virulentas e infames que se tenga memoria.
Su triunfo despertó una ola entusiasmo y grandes expectativas en la opinión mundial progresista. Ninguna otra experiencia política latinoamericana había originado tantas esperanzas de desarrollar una sociedad solidaria, con verdadera justicia social, sin los grandes defectos existentes en la URSS y en sus satélites. La tradición democrática y estabilidad institucional de este país sudamericano, parecía ser una garantía para salvaguardar las libertades y el pluripartidismo aplastados en las naciones en que imperaba el socialismo real. Conllevó a introducir una mística de generoso servicio a la comunidad en gran cantidad de chilenos, nunca antes vista. Eran los años de las utopías de justicia social, que la democracia cristiana había pretendido hacer realidad en su llamada “revolución en libertad”. Elevado número de artistas e intelectuales progresistas de todo el orbe visitó Chile como manifestación solidaria de apoyo a este inédito proyecto político socialista humanista innovador. Entre quienes conocíamos a Allende se renovaron dormidas perspectivas. Despertó la esperanza de dar curso, democráticamente, a la trasformación del régimen capitalista por un sistema socialista que asegurara la distribución equitativa de la riqueza nacional, una real participación de los trabajadores, recuperación de nuestras riquezas naturales en beneficio de todos, eliminación de los monopolios Allende pretendía establecer una nueva sociedad conformada por hombres y mujeres conscientes, libres, solidarios y responsables en cuya creación todos estuviéramos orgullosos de participar. Se ansiaba modificar el sistema educativo para que fuese un factor de ascenso e igualdad social y no creador de una élite privilegiada. Se quería nacionalizar la banca para que el crédito estuviese al alcance de empresarios medianos y pequeños y no restringido a un grupo poderoso bien relacionado. Se perseguía una mejora en la atención en salud para que los pobres dispusieran de prestaciones de calidad no tan alejada de la que contaban los adinerados. En muchos existía el entusiasmo de vivir en una sociedad en que fuésemos activos partícipes de su destino. Se aspiraba que contribuir al bien común perteneciese al proyecto personal de vida. Se anhelaba que se eliminase el egoísmo y prevaleciese una noble solidaridad. ¡Qué abismal diferencia con el Chile neoliberal actual! Ahora predomina el individualismo y el egoísmo. Domina el capitalismo a ultranza, afianzado por un marco legal y constitucional impuesto por la dictadura que no vela por el bien común, sino que lo hace por la propiedad privada y limita la acción del Estado. Es el único país que tiene un sistema de previsión no solidario que favorece a las rentas altas y a las empresas que utilizan los fondos de los imponentes. La distribución de la riqueza es una de las más injustas del mundo. Posee una estructura impositiva regresiva, que favorece a los empresarios y perjudica a los más pobres. Es el paraíso de los monopolios, como el de farmacias, supermercados y bancos. Los medios de comunicación están monopolizados y manipulan la opinión pública a su antojo. Se ha convertido a los ciudadanos en consumidores carentes de conciencia crítica. Nuestros yacimientos minerales son expoliados, sin mayores compensaciones por empresarios nacionales e internacionales, quienes obtienen fabulosas ganancias. El medio ambiente es deteriorado sin contemplaciones, debido al incontrarrestable lobby empresarial. La solidaridad se manifiesta sólo en los más jóvenes y en hábiles empresarios que ven en su exhibición una forma de obtener grandes beneficios en el futuro. La tasa de trabajadores sindicalizados es ridículamente baja y existe gran precariedad laboral. La salud y la educación estatales son de pésimo nivel de calidad y la medicina y educación privadas son fuente de descontrolado lucro. Los movimientos sociales son descalificados y reprimidos. Un signo demostrativo de estos tiempos es que la mayoría ha elegido de presidente a un multimillonario inversionista que hizo su gran fortuna mediante sagaces maniobras especulativas bajo el amparo del sistema neoliberal.

El 24 de octubre de 1970, en emocionante sesión, Salvador Allende fue proclamado Presidente Electo de Chile por el Congreso Pleno. La votación fue rotunda, 153 parlamentarios de la UP. y la DC se pronunciaron a su favor, Jorge. Alessandri obtuvo 35 preferencias. Hubo 7 votos en blanco, correspondientes a la Democracia Radical más el independiente Víctor Carmine. Conocido el resultado, se escuchó el potente grito del combativo diputado socialista Mario Palestro: ¡Viva Chile, mierda!. El presidente del Senado, Tomás Pablo, cerró la sesión declarando: “De acuerdo con el artículo 64-65 de la Constitución Política, el Congreso Pleno proclama Presidente de la República de Chile por el período comprendido entre el 3 de noviembre de 1970 y el 3 de noviembre de 1976 al ciudadano Salvador Allende Gossens”. Los parlamentarios y el público que concurrió al Salón de Honor se levantaron de sus asientos y entonaron fervorosamente el himno patrio.
A la salida el ambiente fue relajado y grato. Francisco Bulnes manifestó: “Los parlamentarios nacionales votamos por Jorge Alessandri como una manifestación de adhesión hacia su persona y a las ideas y programa de gobierno que él sustentó durante su campaña electoral. Deseamos pleno éxito al Gobierno del senador Allende. Nuestra actitud será de independencia constructiva”. Alberto Baltra expresó con entusiasmo: “El acto de hoy representa la culminación del proceso democrático y la permanencia de los valores que conforman la democracia chilena. Han sido vanos los intentos para interrumpirlos. Se inicia un nuevo capítulo de la evolución chilena para configurar una nueva sociedad al servicio de las grandes mayorías y no organizadas en beneficio de pequeños grupos. Es una democracia imperfecta que requiere de vuestra acción para terminar con las injusticias”
El Presidente Allende recibió congratulaciones de todos los países del orbe, con la notoria abstención del gobierno estadounidense, quebrando una larga tradición de diplomacia internacional. Esta desusada descortesía fue cometida por expresa instrucción de Henry Kissinger. La Nación comentaría la omisión en los términos siguientes: “Jamás un Presidente de Estados Unidos deja de saludar a un nuevo mandatario elegido por sufragio universal y libre. Debe interpretarse como hostilidad o reserva política”

El 3 de noviembre, se celebró la ceremonia de Transmisión del Mando. En ella Allende rompió con viejas tradiciones, anticipando el advenimiento de una época diferente. Se presentó vestido con un terno gris, contrastando con el tradicional frac utilizado por todos los anteriores gobernantes. Presentó a su gabinete en que figuraban cuatro ministros obreros: Américo Zorrilla, José Oyarce, Pascual Barraza y Carlos Cortés. Prescindió de las tradicionales carrozas tiradas por caballos y utilizó un automóvil descubierto. En la ceremonia religiosa, celebrada por el cardenal Raúl Silva Henríquez en la Catedral Metropolitana, invitó a participar a todos los credos, rompiendo con la exclusividad de la Iglesia Católica. Los titulares de La Nación fueron ilustrativos de los radicales cambios que se avecinaban para el país: “Asumió el gobierno del pueblo. Hoy se abren las puertas de la historia.” En su editorial comentaba: “Nunca a lo largo de su trayectoria de nación soberana, nuestro país había suscitado mayor interés internacional que en esta oportunidad. La llegada al poder de una combinación de izquierda pluripartidista, pero que se estima fuertemente influenciada por el marxismo, hace que las miradas de todos converjan hacia este lejano rincón de la tierra. ... Desde el mediodía de este 3 de noviembre asume la conducción del país el nuevo gobierno, cuya responsabilidad se acrecienta en proporciones extraordinarias por el hecho de tener sobre sí fijos los ojos del mundo y por su compromiso del pueblo que lo eligiera de dar solución a los problemas nacionales, extirpando la miseria y el retraso de las personas menos favorecidas por la fortuna”. Al día siguiente La Nación informaba: “Más de medio millón de enfervorizadas personas se volcó a las calles para vitorear al Presidente. Sobre un centenar de Embajadas Extraordinarias y Fraternales se unieron a los santiaguinos, por la iniciación, a través del Gobierno de la Unidad Popular, de una etapa histórica que señala para Chile la construcción de una nueva sociedad, más justa y revolucionaria, de acuerdo con lo que se prometió durante la campaña presidencial”

El 5 de noviembre, ante un repleto Estadio Nacional, en el llamado “mitin de la victoria de la Unidad Popular, Allende pronunció un discurso programático. En él ratificaba su propósito de llevar a cabo una real revolución socialista de la sociedad chilena Entre otras cosas expresó:

“Basta de desigualdad social. Edificar una nueva sociedad es una magna tarea, aunque realizable por cuanto se trata de una sociedad justa, en cuya construcción participa todo el pueblo, que con su trabajo plasmará vehementes anhelos y llevará a cabo un plan que él mismo ha trazado.

No existe ruptura entre el Gobierno Popular y el pueblo, entre el Presidente y todos los chilenos. Somos los ejecutores de la voluntad del pueblo. Ante los trabajadores de Chile se abren grandes posibilidades, coartadas hasta ahora por el régimen capitalista. Nuestro atraso se debe a nuestra dependencia de los monopolios. El Gobierno, apoyado por las masas populares, será capaz de poner fin a la miseria y al hambre, y hacer que los valores culturales sean patrimonio de todos. Precisamente en eso consiste la revolución

Nos esforzaremos por cumplir el programa de la Unidad Popular, que muestra claramente cuanto hay que hacer para terminar con la dependencia imperialista y convertir a Chile en un país desarrollado.

Somos una nación que sirve de abastecedor de materias primas al capitalismo y a los monopolios extranjeros. Las riquezas naturales de Chile son enormes. Aprenderemos a utilizarlas, pero en primer lugar hay que hacerlas nuestras. Lucharemos por recuperar los yacimientos de cobre, salitre y mineral de hierro. Haremos la reforma agraria.

Pero hay otra riqueza que hasta ahora no ha sido bien utilizada en bien de la Patria, me refiero al propio pueblo chileno. El sistema de relaciones sociales existente dificultaba y obstaculizaba el desarrollo de las cualidades personales del hombre, el despliegue de su genio. Ese es el destino de todos los pueblos subyugados, de los trabajadores de los países capitalistas”.

“Cada pueblo tiene el derecho a desarrollarse libremente, marchando por el camino que ha elegido. Pero bien sabemos que, por desventura, no es así, como lo denunció Indira Gandhi en las Naciones Unidas. Ella dijo: “El derecho de los pueblos a elegir su propia forma de gobierno se acepta sólo sobre el papel, pero en la realidad existe una considerable intromisión en los asuntos internos de muchos países. Los poderosos hacen sentir su influencia de mil maneras”. Chile, que respeta la autodeterminación y practica la no intervención, puede legítimamente exigir de cualquier gobierno que actúe hacia él en la misma forma”

.La victoria electoral de Salvador Allende abría auspiciosas perspectivas para su gobierno, dada la similitud de su programa con el de Tomic y el entusiasmo manifestado por la juventud del PDC el 4 de septiembre y que su sector de izquierda se encontraba llano a colaborar. Sin embargo, existía un factor externo adverso de gran trascendencia. Chile iba a experimentar una realidad de la cual no tenía plena conciencia, vale decir, su subordinación de Estados Unidos y su innegable carácter de semicolonia. Sería víctima de un brutal y despiadado estrangulamiento económico Comenzaría a producirse el ingreso subrepticio de agentes del gobierno norteamericano, solapados, encubiertos, intrigantes, erigiendo los cimientos de lo que sería su incontrarrestable injerencia para derribar al nuevo régimen marxista sudamericano. Corromperían, instigarían asesinatos políticos, comprarían conciencias, fomentarían deslealtades y divisiones, tramarían y financiarían paros, Contarían para ello con la complicidad y participación de chilenos, dispuestos a jugarse enteros por la defensa de sus intereses económicos y de clase. El director de la CIA en 1973, William Colby, describiría la actuación de su organismo en Chile, durante el gobierno de la Unidad Popular en forma bastante gráfica. Diría que consistió en: “Un prototipo o experimento de laboratorio para probar las técnicas de gran inversión económica destinada a desprestigiar y derrocar a un gobierno”.

Chile aprendería en carne propia una durísima lección histórica que han sufrido numerosos países latinoamericanos. Una vez que la gran potencia de Norteamérica, entra en acción, no desiste hasta eliminar a quien considera su enemigo. Para alcanzar su meta, no le importan los efectos colaterales, es decir, quebrantar la tradición del país, y las catastróficas consecuencias sobre la población involucrada. Total, a juicio del gobierno republicano de Nixon, se trataba de una nación de hispanos situada en el confín de América, a la cual se sumaba la circunstancia agravante, de tener una elevada proporción de marxistas que irreverentemente amenazaba su estabilidad geopolítica. Henry Kissinger en sus memorias, confiesa:

”El caso de Allende no se trataba de simplemente un problema económico o de una crítica política, sino de un desafío geopolítico. Chile limita con Perú, Argentina y Bolivia, todos ellos países azotados por movimientos radicales”... “En su posición de país continental, un Chile militante tenía la capacidad de minar a otras naciones y apoyar a una insurgencia radical mucho mayor que la de Cuba, y Cuba ya había conseguido hacer bastante daño. Si Chile hubiese seguido el ejemplo cubano, con el tiempo, la ideología comunista habría sido apoyada por las fuerzas armadas soviéticas en el Cono Sur del continente sudamericano. Nuestros temores fueron mayores al descubrir durante el mismo mes de la elección de Allende, el intento soviético de construir una base nuclear de submarinos en el puerto cubano de Cienfuegos...”Nixon aceptó el consenso que sostenía una postura fría, pero correcta”. Él expresó su preocupación de que el éxito de la consolidación de Allende en el poder, animara a todos nuestros oponentes en América Latina y pudiera mover a los indecisos contra nosotros. Pero aceptó que una hostilidad abierta podría ser un arma en manos de Allende; dándole una base sobre la que reunir el apoyo interno e internacional para la consolidación del régimen. Pero al mismo tiempo aunar presiones para evitar la consolidación de un Estado comunista en Chile, hostil a los intereses de Estados Unidos y otras naciones del hemisferio. El Presidente ordenó que no se emitieran garantías para nuevas inversiones privadas, que las ya existentes, de ser posible, se dieran por terminadas, y que usáramos nuestra influencia en las instituciones financieras internacionales para limitar el crédito u otra ayuda financiera a Chile. Por el momento, no deberían llevarse a cabo mas compromisos bilaterales de ayuda económica”... “ En realidad estábamos convencidos de que una política que desanimara la inversión privada, probablemente echaría por tierra las esperanzas chilenas de desarrollo económico”.

Toda persona que conozca la información desclasificada de la intervención norteamericana, tanto del informe Church como la puesta a disposición por Clinton, necesariamente se forma la convicción que, si ella no hubiese existido, Allende habría finalizado exitosamente la presidencia en 1976.

El 11 de septiembre de 1973 se produjo el ineludible desenlace fatal. Allende muere en la Moneda. Sobreviene la gran tragedia chilena. La derecha, utilizando a un mediocre militar megalómano, lleva el péndulo de la historia al otro extremo, convirtiendo al país en un laboratorio de experimentación del neoliberalismo, imponiéndolo a plenitud. Caída la tiranía, debido al marco constitucional y a compromisos suscritos con el ex dictador, la Concertación se convirtió en un eficiente manejador del modelo. El 2010, la derecha, utilizando su poder mediático, consiguió desplazar a los administradores y ella misma ejercerá el poder. Es lógico de esperar que, por su ideología e intereses creados, su política económica sea de un exacerbado fundamentalismo neoliberal. Pero el porvenir se presenta incierto. Cabe conjeturar dificultades dado que el mundo financiero del sistema globalizado neoliberal se encuentra en una fase crítica en Europa y Estados Unidos. ¿Qué nos depara el futuro? ¿Habrá posibilidades de retorno a un mundo más justo? ¿Serán una vana ilusión las últimas palabras de Allende: se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor?

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