No hay caso, la
derecha derrotada en la próxima segunda vuelta, recurre a la campaña del
terror por medio de una de sus intelectuales destacadas. Es mujer, lo
que tampoco es casualidad.
La afirmación de Lucía Santa Cruz de que
el programa de Bachelet nos acerca al socialismo, es tan destemplada
como afirmar que si alguien bosteza se quedará dormido. Pero la pregunta
es ¿por qué tanta aceptación por parte de los viejos líderes de la
derecha? Porque les provee del famoso relato para la etapa que viene, es
decir, propone un camino de resistencia y oposición al programa de
Bachelet desde el fundamentalismo neoliberal. Asume la educación
gratuita como si fuese la Escuela Nacional Unificada, ENU, que llevó a
los Allamand a las calles contra Allende; piensa la reforma tributaria
como la expropiación a los que concentran la riqueza y la Nueva
Constitución como el desmantelamiento del país y, finalmente, se permite
desafiar a que la derecha recupere sus principios. Es otra versión de
la consigna del “Desalojo”, en medio de una derecha en situación crítica
y con otras alternativas políticas para negociar la profundidad de las
reformas que se plantea Bachelet.
Quizás es por lo anterior que el triunfo
de Carlos Montes, en la senatorial Oriente de Santiago, fue tratado
como un delito contra el orden concertacionista, sobre la no menos
respetable senadora Alvear, siendo que se trató de una victoria
electoral. Si se suman los incipientes “díscolos” como M. Walker, C.
Escalona o Aldo Cornejo, se puede decir que también habrá un
reordenamiento interno en la Nueva Mayoría, pero esta vez los díscolos
comienzan a ser los que tienen el poder construido en la transición y no
cejarán en resguardarlo, utilizando sus redes en la elite política y
empresarial. De paso, con sus posturas relativizantes del programa,
están ayudando a que los ciudadanos crean menos en la eficacia de su
voto, desalentándolos a concurrir a las urnas.
Si lo anterior es así, ¿cuál es el
camino que pueden tomar los acontecimientos futuros? Habrá tres
cuestiones principales. La primera estará marcada por la movilización
social y si esta alcanza grados importantes de masividad, persistencia y
desarrolla una plataforma viable de alcanzarse; la segunda será la
coherencia de la bancada parlamentaria bacheletista para concretar sus
promesas, sin letra chica; y la tercera será la situación de la derecha:
si logra crear el ambiente tipo “Confederación Democrática”, CODE,
capturando en términos programáticos –más que orgánicamente– a sectores
de la Nueva Mayoría.
En esta situación, lo fundamental es
preservar y ampliar el proceso de transformaciones de fondo que se viene
abriendo paso en Chile. La Nueva Mayoría puede ser el instrumento
político de ello y es lo que está por verse en los años que vienen. De
forma tal que los cambios serán “con responsabilidad” si la derecha
admite que está en minoría; de otra manera, las mayorías sociales
descontentas y con expectativas de mejorar su situación, pueden pasar a
exigir sistemáticamente cambios reales. Pero también si los guardianes
del orden al interior de la Nueva Mayoría actúan con responsabilidad,
entendiendo que lo viejo es un freno para el desarrollo del país y la
mayor igualdad social.
“Huele a Peligro” es lo que nos quiere
hacer creer la vieja derecha, y en ello está el jefe de campaña de
Matthei, esposo de la intérprete de la conocida letra de Armando
Manzanero. Una forma de respuesta es concurrir a las urnas el 15 de
diciembre, votando contra la derecha y en la creencia que, en parte, el
programa de Bachelet depende de la magnitud de la derrota de Matthei.
Ese domingo marco AC.
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