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sábado, 15 de abril de 2017

Cae agente represiva de la dictadura: La “Flaca Cecilia” no podrá refugiarse en Punta Peuco


15/04/2017 |
Por Mario López M.
El asesinato de cinco frentistas fue la causa que la llevó a terminar condenada a diez años de pena efectiva. No es la única sentencia que amenaza ampliar su tiempo privada de libertad.
A Ema Verónica Ceballos Núñez, alias la "flaca Cecilia", una cruel sargento segundo de la Armada asignada a la DINA y posteriormente a la CNI, se le acabó la protección que por años le prestaron los demás agentes de los órganos represivos, caracterizados por "cuidar" a las mujeres que eran parte de los servicios secretos que aterraron en el país.

Aunque no reconoció participación en los hechos, antecedentes reunidos por el juez y ratificados por la Corte de Apelaciones y luego por la Suprema dejaron en evidencia que la "flaca Cecilia" perteneció a la Brigada Azul de la CNI, la que secuestró, torturó, asesinó e hizo desaparecer a los frentistas Julián Peña Maltés, Alejandro Pinochet Arenas, Manuel Sepúlveda Sánchez, Gonzalo Fuenzalida Navarrete y Julio Muñoz Otárola, crímenes perpetrados a partir de septiembre de 1987.

La "dama de compañía"

En sus declaraciones judiciales aseguró que jamás prestó servicios de campo, menos que secuestró o asesinó a alguien, juró que ella fue "destinada al departamento de personal de Borgoño  y de ahí  fue trasladada a seguridad de la esposa del Mayor (Álvaro Corbalán Castilla), realizando labores de dama de compañía y domésticas en el domicilio, sin perjuicio de acudir a la oficina de personal o bien con el Mayor a dar cuenta de sus labores".

Sí reconoció que "perteneció a la Armada entre los años 1973 a 1994, fecha en la cual se acogió a retiro con el grado de sargento segundo. Cuando llegó al cuartel  Borgoño en el año 1982 o 1983 ingresó a la Unidad Rojo, que después paso a llamarse Azul, que estaba a cargo de los temas del MIR. Según ella, realizaba labores de ‘leer periódicos, recortes de prensa, labores administrativas, empadronamiento, punto fijo de vigilancia a determinada persona, pero nada operativo" refiriéndose a detenciones, allanamientos e interrogatorio, "ya que las mujeres de la unidad no eran contempladas en labores operativas'".

"Que no obstante desconocer la encartada Ceballos Núñez, su participación en el ilícito que se le imputa, ésta será desestimada, por encontrarse desvirtuada con el mérito de la multiplicidad de antecedentes que se han reunido en autos y (...) obran en su contra la diligencia de careo entre la encausada y Alejandro Francisco Astudillo Adonis, quien señala que Ema Ceballos habría participado en el operativo de Tobalaba con Coventry, particularmente al haberla escuchado por radio cuando respondió a la orden de retirada, luego de ocurrida la detención. Lo que no deja dudas que formaba parte de los equipos de agentes que participaron en el operativo que privo de libertad a Peña Maltés", consigna la sentencia.

Peña recién regresaba del exilio

En la causa se le imputó a Ceballos haber sido parte del comando que de manera ilegal secuestró al frentista Peña, uno de los cinco miembros del FPMR que fueron  elegidos como moneda de cambio por el plagio realizado por ese movimiento del entonces coronel Carlos Carreño, en 1987. Este sería más tarde liberado y los frentistas asesinados, para ocultar la responsabilidad del Ejército, la DINE y la CNI en una abortada transacción que nunca llegó a efectuarse.

Peña tenía 37 años al momento de su detención y era parte del Partido Comunista y del FPMR. Había estudiado ingeniería en la UTE. El 9 de septiembre de 1987 fue detenido en Santiago por la Brigada Azul de la CNI. Desde ese momento se le perdió la pista, hasta hoy, donde figura en calidad de detenido desaparecido.
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Recién regresaba del exilio, pues era buscado por su labor política al interior de la UTE. Desde agosto de 1986, oportunidad en que conoció a Mara Peñaloza, con quien mantuvo una relación de amistad que luego sería de convivencia, arrendaba un inmueble en la comuna de Renca.

Ella declararía más tarde que Peña le había dado otro nombre y que le contaba pocas cosas, salvo que "no veía a su familia desde años, que había estudiado en la Universidad Técnica del Estado y que no había terminado sus estudios, que era el regalón de su madre, quien falleció mientras él se encontraba en el exilio, que había salido del país el año 1974 con destino a Francia".

El secuestro de Peña Maltés

En agosto de 1987 Peña Maltés se trasladó a vivir al centro de Santiago. Para ello procedió a arrendar una pieza para pensionista, en calle Ismael Valdés Vergara. Ya los encuentros con su pareja eran más distanciados aunque regulares, una vez por semana, hasta que fue secuestrado. El día 8 de septiembre había ido a visitar a Mara a Renca, pasando la noche allí. El fatídico día siguiente fue el último en que Mara lo vio al despedirse rumbo al trabajo. Él Peña quedó al interior del domicilio, del cual se habría retirado cerca de las 13:00 horas.

Supo algo de él el 22 de septiembre de 1987, "cuando recibió una llamada telefónica a su trabajo, en que una voz de mujer le preguntó si había visto a su compañero. Luego le informó que éste había sido detenido en el centro de Santiago por la Central Nacional de Informaciones (CNI), en circunstancias en que se dirigía a encontrarse con una persona que también fue detenida".

Ese mismo día en la prensa apareció la noticia de unos detenidos en Osorno y Valparaíso, pero los nombres nada le decían. Recién el 26 de septiembre, en el diario La Época, salieron publicadas las fotos de unos desaparecidos, entre los que se encontraba José Julián Peña Maltés, cuya fotografía correspondía exactamente a Daniel Merino, como conocía a su pareja.
El secuestro ocurrió en la vía pública, en Tobalaba con Coventry y en él participó la "flaca Cecilia". Peña, vendado y maniatado, fue entregado en el cuartel Borgoño, donde fue brutalmente torturado en los subterráneos, según declaraciones que los propios agentes custodios entregaron en el proceso.

Ema Ceballos fue identificada como parte de los captores y el fallo judicial dio por acreditada su participación en calidad de autor del delito de Secuestro Calificado de Julián Peña Maltés.

Este fue drogado, por esa vía se le intentó asesinar. Testimonios lo sitúan vivo al momento de ser ensacado junto a los otros cuerpos de sus malogrados compañeros para "transportarlos en un helicóptero del Comando de Aviación del Ejército desde el Fuerte Peldehue hasta costas de Quintay, para finalmente arrojar sus cuerpos al mar atados a durmientes", señala la sentencia.

Boncompte, otro asesinato a sangre fría

Entre las causas y crímenes donde aparece involucrada Ema Ceballos está el ocurrido el 24 de agosto de 1984 en la zona del sur del país, en el marco de la denominada "Operación Alfa- Carbón", dirigida en contra de militantes del MIR. Participaron no solo agentes locales, sino que se les reforzó con unidades de Concepción y Santiago, entre ellos, la "flaca Cecilia". Ella, en Valdivia asesinó al dirigente Juan José Boncompte con una pistola calibre 9 milímetros.

Así lo resolvió el juez Carlos Aldana y lo atestiguaron 28 personas, entre ellas el conocido ex oficial de la CNI Patricio Castro, famoso por la estafa denominada "La Cutufa" de comienzo de los 90, antesala de diversas operaciones financieras fraudulentas muy populares hoy.

La "flaca Cecilia", fue acusada de rematar en el suelo al poblador. En esa operación también fueron ultimados otros dos jóvenes: Rogelio Tapia y Raúl Barrientos, ambos fusilados en el sector de Estancilla, camino a Niebla. Varios más también fueron acribillados.

En ese crimen también resultaron involucrados Patricio Castro Muñoz, alias "BJ", y el agente Óscar Alberto Boehmwald Soto. Ema Ceballos fue quien operó como agente civil y parte de la Brigada Azul. En esta oportunidad y actuando como jefa del equipo, ingresó a la casa de calle Rubén Darío, hogar de  la familia de Juan José Boncompte, en Valdivia, junto con Boehmwald con el fin de ultimar al poblador, a quien se vigilaba durante semanas.

Al verse acorralado por los agentes, intentó huir del lugar, pero fue perseguido y alcanzado por varias balas y cayó herido al suelo. Allí, frente a sus familiares, Ceballos le disparó en la cabeza. Su mujer esperaba una hija, la que nació ya cuando su padre había sido asesinado.

La excusa pública de la dictadura fue la de siempre, la de un falso enfrentamiento. El exterminio fue en cumplimiento de   órdenes superiores emanadas en 1986 por el entonces director de la CNI, Hugo Salas Wenzel, quien instruyó a Álvaro Corbalán que en adelante "ya no quiero más detenidos".

La abogada del caso, Magdalena Garcés, dijo a Cambio21 que "este es un caso emblemático, porque es una agente que tuvo destacadísima participación en muchos casos e incluso ganó el premio a la mejor agente femenina en la CNI, pues se trataba de alguien que andaba armada y participaba directamente de las operaciones. Ema Ceballos tuvo participación directa con los hechos ocurridos en Valdivia como lo es un homicidio de una persona".

La viuda de Boncompte, Inés Díaz, y su hija póstuma, Javiera Josefina, aún exigen justicia.

Otras andanzas de la "flaca Cecilia"

Una de los más curiosos vínculos criminales de la "flaca Cecilia" se produjo con su declaración en el marco del denominado "Caso Prats", en donde la DINA asesinó en Argentina, mediante una bomba instalada en su automóvil, al matrimonio compuesto por Carlos Prats González, excomandante en jefe de Ejército, y su esposa, Sofía Cuthbert.  Prats había asumido el exilio tras el golpe de Estado de 1973, pero gozaba de fuerte respaldo al interior de las FFAA, por lo que la dictadura estimó necesario eliminarlo, para evitar riesgos.

La declaración de la Ceballos asegura que "ingresó a DINA, aproximadamente en marzo de 1974, desempeñándose en el ‘Cuartel Belgrado'. Agrega que en ese tiempo la DINA enfrentaba una especie de ‘marcha blanca', por lo que no contaban con toda la infraestructura ni la orgánica necesaria para desarrollar en mejor forma sus funciones y que en ese tiempo se vislumbró la división entre Direcciones, Interior, Exterior y Operaciones. El Departamento Exterior estaba un estrato más abajo, a cargo de un oficial de apellido Ureta".

En sus dichos, el trabajo que ella desempeñaba "consistía en hacer contacto con los funcionarios de Policía Internacional para la rapidez de los trámites. En ese tiempo, para ir a Argentina sólo se necesitaba cédula de identidad. Ella se contactaba con un señor de apellido Castro, de Policía Internacional, el que al parecer era Subcomisario y jefe de grupo. De su permanencia en DINA recuerda a Zara, quien le indicó que iba destinada al Departamento Exterior. Conoció a Pedro Espinoza cuando éste era director de la ENI. Señala que no los conoció personalmente, pero oyó hablar de Willike, de Raúl Iturriaga y de Zara".

No pudo determinarse el grado de ayuda o participación específica que cupo eventualmente a Ceballos Núñez en la perpetración o apoyo en el crimen.

La Brigada Azul

De acuerdo con lo declarado por la propia "flaca Cecilia" en los distintos procesos, la Brigada Azul -ex Roja-, era una "unidad que estaba integrada por unos 30 efectivos".  El Departamento V de Investigaciones (PDI), logró identificar a un número importante de agentes que formaban parte de ella. De hecho, fue una de las primeras operaciones investigativas que interrelacionó a los diversos jueces que tramitaban causas de DDHH en que tuvo participación la CNI.

Paradojalmente fue la propia Ema Verónica Ceballos la que alertó a los persecutores sobre la conformación de esa asociación ilícita y que dio la primera luz para dar con los autores de diversos crímenes. Una de las declaraciones más ilustrativas la dio en el denominado caso El Arrayán, en el que aseguró no haber participado, pero que sí fue comentado en la Brigada Azul por un sujeto denominado "El Paco Aravena", de quien sabía que estudiaba Leyes.

Este, según la declaración de Ema Ceballos, "se jactaba de haber dado muerte a Paulina Aguirre Tobar, lo que a ella le molestó mucho, porque consideraba un acto de cobardía haber matado a una muchacha tan joven y sin defensa".

Posteriores indagaciones dan cuenta que ella también habría participado en la encerrona que terminó con la vida de la mujer, el 29 de marzo de 1985, el mismo día en que fueron asesinados los hermanos Eduardo y Rafael Vergara Toledo.

Los datos entregados esta vez por Ceballos Núñez, fueron determinantes para dar con varios agentes cuyos nombres se desconocían. El "Paco Aravena" fue posteriormente identificado como Miguel Ángel Soto Duarte.

Si algo hay que reconocerle a esta criminal condenada, es que fue una de las primeras en romper -en parte-, los pactos de silencio.

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