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domingo, 30 de abril de 2017

PERO ELLA LA SEÑORA ÁNGELA JERIA NO ES LA VOZ DE LAS AGRUPACIONES DE DERECHOS HUMANOS.


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Ángela, señora Ángela

por  30 abril, 2017

En los últimos años buena parte de los chilenos hemos festinado con la familia presidencial. Denuncias e investigaciones en el marco del Caso Caval  han puesto al hijo y a la nuera en una vistosa vitrina pública, de la cual se han nutrido sabrosamente la prensa, columnistas, matinales, humoristas y, sobre todo, ciudadanos y ciudadanas que en conversaciones de sobremesa y oficina han reído de buena gana con la situación judicial de Natalia y Sebastián.
El tema volvió a reflotar en marzo de este año cuando nos enteramos de que la hija menor de la Presidenta Michelle Bachelet compró un terreno de propiedad de su cuñada en la comuna de La Higuera, IV Región, muy cerca del cuestionado proyecto minero Dominga. Todas las alarmas se encendieron y las suspicacias – era que no- prendieron como pasto seco en la pradera. Los juicios, categóricos como siempre, llenaron nuevamente titulares, rutinas y volvieron a poner un manto de dudas sobre la familia de Michelle Bachelet.
Es cierto. Los más altos personajes públicos y su entorno más cercano deben ser siempre motivo de especial revisión por parte de organismos fiscalizadores, medios y contribuyentes. Es igualmente cierto además que han existido motivos para presumir la existencia de delitos que están siendo todavía investigados. Pero es también justo decir que más allá de toda duda razonable y de toda legítima diferencia política,  ha existido un particular ensañamiento en contra de la Presidenta y de su círculo más íntimo, que muchos parecen disfrutar.  Por eso, cada traspié, cada nuevo antecedente, cada rumor respecto a la familia de gobierno, será un buen pretexto para debidamente investigar y fiscalizar, pero también, para volver a maltratar, burlarse y despedazar.
Por eso me parece prudente hoy, en medio de la batalla de Chile, destacar lo de Ángela Jeria, madre de Michelle Bachelet.
Por si no se ha enterado, el ministro en visita Mario Carroza declaró en estado de demencia, sobreseyó y ordenó la salida del Penal de Punta Peuco, del coronel en retiro de la Fuerza Aérea, Edgar Ceballos, uno de los condenados por torturas y la muerte del general de la Fuerza Aérea de Chile, Alberto Bachelet Martínez, padre de la presidenta y esposo de Ángela.
Por si no se ha enterado, el ministro en visita Mario Carroza declaró en estado de demencia, sobreseyó y ordenó la salida del Penal de Punta Peuco, del coronel en retiro de la Fuerza Aérea, Edgar Ceballos, uno de los condenados por torturas y la muerte del general de la Fuerza Aérea de Chile, Alberto Bachelet Martínez, padre de la presidenta y esposo de Ángela.
En atención a la noticia y consultada por los periodistas, Ángela respondió que “las personas que no están en condiciones buenas de salud, que en realidad ya no saben si quiera qué es de su vida, no tiene sentido que sigan presas”.  Agregó además que “todo lo que me pasó a mí fueron actos de deshumanidad, pero pienso que no tengo por qué tenerlos yo, eso es lo que sí rescaté siempre. No somos iguales”.
En boca de la viuda de un torturado y asesinado, en los labios de una mujer detenida y vejada en los cuarteles de la DINA, en la voz de una exiliada, no hay palabras de odio y venganza. Frente a la libertad del verdugo, hay aceptación y paz y la convicción de lo que corresponde es que el condenado, enfermo y demente, muera dignamente y acompañado en su hogar.
Por mucho menos en Chile disparamos sin piedad. Livianamente, enjuiciamos y condenamos. ¡Hasta las muertes nos hemos acostumbrado a celebrar! Por eso lo de Ángela nos sorprende. Vino a traer un oasis en medio del desierto de Chile que de tanta ira, de roscas, peñizcos y descalificaciones, se nos va secando, dejando grietas difíciles de reparar.
Lo de Ángela, señora Ángela, es un ejemplo, una lección y una señal de esperanza que debemos alentar. Que se converse en las radios, en los medios, en estelares, en oficinas y plazas. Que se hable en almuerzos, matrimonios, convenciones y reuniones sociales. Que lo comenten hasta el hartazgo columnistas y periodistas. Más que mal, Ángela también es parte de la familia presidencial.

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