Sucede que es la ilegalidad del hambre lo que hace que en algún momento los hambrientos salgan a pedir algo que los ayude, algo tan básico como seguir respirando.
Chile no es un país tan viejo y añoso, eso nos permite buscar en su historia algo parecido a lo que sucede en los días actuales donde las urgencias del hombre y los mazazos que recibe cada día del implacable modelo que impera en Chile, son la causa de todos los males.
Nuestra historia está escrita a punta de dolores y viajes a los cementerios. Nunca le han gustado a los dueños de casi todo las pancartas y las calles exigiendo lo merecido, es sin duda por aquello que la primera línea seamos todos nosotros, esa valentía justa que inevitablemente será el pie de página para la nueva historia que se está escribiendo.
La primera línea viene desde mucho antes.
No todos los días tenemos en el calendario calles con millones de hombres y mujeres clavando en el centro de la injusticia lo que se merece. Esta batalla ha sido en carne propia. Ninguno de los viejos parlamentarios y los recién llegados han dado razones cuando existen muchas para defender la dignidad de la valentía, la generosidad de los insurrectos.
Todos pagando el peaje de la condena a la violencia.
Hombres chiquitos son los que condenan la violencia porque el modelo así se los pide para salir en alguna foto de El Mercurio. No hemos visto ningún gesto de rebeldía para estar en algún funeral de los que se han ido de manera generosa. Ni los Cariola/Vallejos/Boric/Winter, los caídos se los llevan los más sencillos esos que no tiene nada que perder, lo extraño es que Chile ya transita por el tercer milenio.
La violencia tiene su historia y su razón de existir.
Los pobres, la clase obrera ha logrado rozar con los dedos el poder para lo cual trabajó por decenios. Los militares financiados por los EE.UU fueron los gatos para impedir un proyecto que era notablemente superior al que por decenios generó pobreza y miseria.
Como condenar al nieto que constata como su abuelo vive en la miseria y su paupérrima pensión se la roban las farmacias coludidas. Como vamos a condenar a los hijos del Sename que justamente salen a curar el abandono del sistema y su clase dirigente.
Entonces la violencia se instaló porque es la alternativa de los días actuales, es que no hay otra solución. La calle lleva las sumas de los millones de pasos dados pidiendo derechos frente a la negativa cerrada, sectaria, miserables y clasista.
Otra sería la historia si los del salitre de la Escuela Santa María se hubieran levantado en armas, les hubiera temblado todo a los dueños de las salitreras, finalmente fue más fácil dispararles porque el presidente así lo exigió.
Es la primera línea que sumando a los millones están escribiendo estos momentos tan especiales. Han sido su presencia diaria la que obligó al gobierno más precario de los últimos años a aceptar las condiciones que la calle impone.
Chile un país donde millones caminan con las manos en alto todos los días sencillamente porque el modelo instalado provoca que todo sea de pago, así no puede continuar y en estos momentos tan especiales para alterar la miserable ruta del neoliberalismo cobra vigencia la justa rebeldía.
(No queda duda que Mariano Puga se fue conociendo como luchan los hijos de los que él amparó e intentó salvar del hambre y vestirlos de dignidad)

Por Pablo Varas