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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Opinión

 

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¡Tome su pala y su picota!

por  16 diciembre, 2020

¡Tome su pala y su picota!

Las crisis sociales, políticas y económicas, a veces se parecen por metáfora a las catástrofes naturales. Se desatan por energías acumuladas largo tiempo. En la superficie todo aparentaba estar bien, calmo y ordenado, pero bajo el volcán el magma hervía y presionaba con intensidad; las placas tectónicas de la tierra se presionaban como titanes; el agua se acumulaba en nubes de enorme espesor en que batallan rayos y centellas. Solo los más lúcidos olfatean que algo está mal allí dentro y advierten que viene un descalabro, como los perros que ladran antes del temblor, pero nadie les cree. La catástrofe arremete por sorpresa y con fuerza incontenible. Nos arrastra como muñecos de paja y provoca daños que demoramos décadas en reparar. Cunden el miedo y la incertidumbre. La desesperación desborda cuando vemos que quienes estarían a cargo en realidad perdieron el control, la autoridad y el sentido común. Carecen de un plan para enfrentar tanto la emergencia como la reconstrucción.

¿Le suena  parecido a nuestro último año? Emerge el estallido social, seguido de una fuerte crisis política e institucional, la economía se ve afectada y de repente nos llega la más grande pandemia en 100 años. Todo ello desata una enorme y profunda crisis social y económica, cuya dimensión y evolución me temo aún no calibramos ni asumimos bien.

¿Podemos aprender algo de la metáfora de las catástrofes naturales para las crisis que estamos viviendo?

En 1960 una enorme energía acumulada estaba tensionada bajo nuestro territorio. No eran 30 años, pero sí más de 20 desde el terremoto de Chillán.

Y vino el mayor cataclismo de la historia de la humanidad. Poseidón clavó su tridente sobre la superficie rocosa de la tierra frente a la costa chilena, quebrándola a lo largo de mil kilómetros. Eso desató alrededor de 30 terremotos en dos días desde Talca a Chiloé. En Valdivia fue de 9,5 grados Richter y duró diez minutos, como si fuera el fin del mundo. La ciudad se hundió más de un par de metros, sus puentes y calles se quebraron, sus casas y edificios cayeron, los ríos cambiaron su curso. Fue tan grande la energía liberada por ese terremoto, que se calcula equivalente a 20.000 bombas de Hiroshima. Algo se sintió en todo el planeta y se desplazó el eje de la tierra.

Media hora después vino la segunda catástrofe. Las aguas del río Calle Calle se retiraron hacia el Pacífico y volvieron dos veces junto a olas de casi diez metros de altura, arrasando todo a su paso.

Pasaron dos días e hizo erupción el volcán Puyehue, después de 26 años. Un hongo de varias bombas atómicas cubrió el cielo. Luego un temporal de lluvias torrenciales se desató en la región, formando un lodo pegajoso e intransitable que dificultó socorrer a dos millones de damnificados por los terremotos y tsunamis.

Pero las calamidades no habían terminado. Los derrumbes que causó el terremoto bloquearon con tres enormes tacos el desagüe del lago Riñihue, que a su vez recibe las aguas de otros siete lagos. Día a día subía el nivel del Riñihue. Se previó que llegaría a sobrepasar o botaría los tacos como el derrumbe del muro de un embalse gigante y un alud de lodo y agua recorrería desde la cordillera al mar, arrasando ciudades y sepultando todo a su paso, incluida Valdivia, tal como había ocurrido a consecuencia del terremoto y bloqueo del Riñihue en 1575.

Comenzó una hazaña colectiva para liberar gradualmente las aguas contenidas y evitar la catástrofe. “El 'Riñihuazo' o la 'Epopeya del Riñihue', liderada por el ingeniero Raúl Saez se relata bien en el documental 'La Respuesta' de Leopoldo Castedo (YouTube) y en una crónica del legendario periodista Luis Hernández Parker. Los mejores ingenieros, constructores, historiadores, expertos en hidráulica y en explosivos, centenas de obreros de chuzo, pala y picota, miembros de las FF.AA. y Carabineros trabajaron juntos para sortear el desafío. Lo hicieron contra reloj, día y noche, en medio de la lluvia y el lodo, diseñando y construyendo la solución acordada. Un trabajo colaborativo de miles de  chilenos que pusieron toda su inteligencia, su esfuerzo y el riesgo de sus propias vidas para salvar las de otras decenas de miles.

El agua del Riñihue llegó a subir 30 metros, equivalente a un edificio de 10 pisos.

La solución para evitar la catástrofe fue la construcción de canales que rodearon  los tacos para sacar gradualmente las aguas del lago y llevarlas a su cauce natural hacia el mar. El grueso del trabajo se hizo a puro chuzo, pala y picota. Dos meses de trabajo impidieron “la destrucción de una zona de cien mil habitantes, por la acción de las aguas de un lago, que quedaron aprisionadas y que quisieron recuperar su libertad con furia y fuerza homicida y devastadora.”

Si las autoridades, los profesionales y los obreros de pala y picota no hubiesen trabajado en colaboración para concordar las soluciones y ejecutarlas a tiempo, el alud habría sepultado todo, convirtiéndose en el mayor desastre de nuestra historia. Lo mismo hubiera sucedido si un grupo de “rebeldes”, pretendiendo defender al pueblo, dinamitara los tacos dejando caer toda el agua acumulada de una sola vez. O si hubieran llevado a miles de ciudadanos a “rodear con movilización de masas” la ejecución de los canales.

Las aguas contenidas en el Riñihue son ahora las demandas sociales acumuladas por años. Los tacos que causaron la obstrucción son una Constitución rígida y una tecnocracia ideológica, principalmente liderada por economistas soberbios, que entrabó las reformas graduales que antes pudieron dar cauce a cambios razonables. Los “profesionales y técnicos” –guardando las proporciones– son ahora los representantes de un amplio arco político, excluido el PC, que acordaron el 15 de noviembre de 2019 un cauce de salida pero exclusivamente para el taco constitucional. Ese cauce aún en ejecución es el proceso constituyente. Los trabajadores de pala y picota, son los siete millones y medio de chilenos y chilenas que pese al COVID fueron a votar en el plebiscito, construyendo y legitimando el cauce acordado.

En este escenario, el PC llamó en los últimos días a "rodear con la movilización de masas el desarrollo de la Convención Constitucional".

Por su parte, Alejandro Guillier, Marco Enríquez y otros del PC y el PS llamaron a anticipar el término del período presidencial de Piñera y de los senadores y diputados, eligiendo todo de nuevo en abril de 2021. ¿En apenas 4 meses? ¡Ni siquiera hay propuestas, programas ni candidatos alternativos! ¿Quieren ser ellos mismos? A río revuelto, ganancia de pescadores y de populistas, deben haber pensado.

Después del plebiscito del 25 de octubre, la diputada Camila Vallejo propuso cambiar  el quorum de 2/3 a 50 % para votar la nueva Constitución. Y a su vez Luis Mesina propuso que la Convención Constitucional se autodeclare soberana y cierre el Congreso.

Todas esas propuestas van contra lo acordado en noviembre de 2019 por un arco político amplísimo desde la UDI hasta el FA, del que se autoexcluyó solo el PC, y luego fue ratificado  institucionalmente por una reforma Constitucional aprobada por grandes mayorías en ambas Cámaras del Congreso Nacional y legitimada por los ciudadanos en contundentes votaciones en el plebiscito de octubre pasado.

Esas propuestas del PC, Guillier, Enríquez, Mulet, Vallejo, Mesina y otros, desestabilizan la democracia y la precaria institucionalidad en un momento muy delicado para el país, con cinco crisis gigantescas que cargamos en el cuerpo, que también requieren atención, cauces de socorro y reconstrucción que ni siquiera hemos diseñado. Sus propuestas pisotean lo ya construido a puro chuzo, pala y picota, tanto para recuperar la democracia como para dar cauce a la elaboración de una nueva Constitución. Quieren dinamitar los tacos que bloquean el desagüe y son ciegos que el alud nos sepultará a todos, y a ellos incluidos.

¿Acaso no se dan cuenta de la fragilidad de la democracia? ¿Y que cuando se intenta perforar por todas partes los acuerdos, terminan rajándose? ¿Y que de tanto infringir las reglas del juego, la democracia frágil e imperfecta muere? Es popular, fácil y glamoroso creerse Robin Hood de la película, pero cuando se ponen cabezas calientes y pierden la astucia, echan a perder la película completa, conduciendo en su euforia a muchos inocentes al paredón del sufrimiento y la muerte. Ya lo vivimos en Chile hace medio siglo. Les encanta jugar con fuego y tirar flechas encendidas, hasta que por su mala puntería se les escapa la llama y terminan quemando el bosque con todos los pobladores adentro. Pagan justos por pecadores.

¡No saquen cuentas equivocadas y no sean ciegos! Prácticamente todos los conflictos sociales y políticos de nuestra historia chilena que han descarrilado y derivado en la solución violenta y no institucional, como las revoluciones, guerras civiles y golpes de estado, han terminado en la victoria de los sectores conservadores y la oligarquía. Miren las revoluciones, guerras civiles y golpes de Estado de 1829, 1851, 1859, 1891 y 1973.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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