Fifty-Fifty, miti-mota, 50 y 50. Esa fue la propuesta que le habría realizado el prefecto de el Loa, Eduardo Bustos Parra, al excapitán Carlos González en junio del año 2003, después de una reunión en la prefectura del Loa, en Calama, 14 años antes que se destapara el millonario fraude por malversación de fondos al interior de Carabineros.
González recuerda que mucho antes que el actual fiscal Eugenio Campos investigara delitos asociados al pago irregular de viáticos, una de las tantas aristas que encabeza por la defraudación que hoy alcanza más de 13 mil millones de pesos en Carabineros, su jefe directo le ofreció una práctica que cumplía gran parte de los oficiales de la zona en ese tiempo: firmar planillas de viáticos inexistentes y dividirse el dinero recaudado. La excusa: cooperar con divisas frescas para “arreglos” de la prefectura. González, hijo y sobrino de funcionarios de la institución, recordó lo que le había dicho su padre antes de entrar a Carabineros: “No manches el uniforme con cosas que no corresponden”.
El excapitán le habría respondido a su superior que agradecía el ofrecimiento, pero que prefería que le hicieran un descuento de su liquidación de sueldo todos los meses. “Ya González, eso sería todo”, le habría respondido el prefecto. En aquel tiempo, recuerda el exuniformado, no existían celulares para registrar esas cosas y tuvo que atenerse a las consecuencias de su desacato. “Fue el principio de mi infierno”, dice.
En juerga policial, asegura González, lo “encargaron”, o sea, comenzaron a hacerle la vida imposible dentro de la institución. “Empezaron a recargarme con servicios. Salía siempre de oficial de ronda. Sufrí malos tratos verbales. Gritos. Faltas de respeto. Humillaciones. Hasta me hacían la ley del hielo cuando se reunían a conversar en el patio. Cerraban el círculo y no me dejaban entrar”, cuenta.
En enero de 2004 nuevamente el prefecto Eduardo Bustos Parra, asegura el excapitán, le volvió a reiterar la propuesta. La respuesta fue idéntica a la que le había dado unos meses atrás. La nueva negativa del uniformado terminó por sentenciar su carrera. Cuatro meses más tarde fue acusado de falsificar la firma de un sargento y, asegura, habría sido obligado a declarar bajo amenaza. “Mi capitán en ese entonces me dijo que tenía que firmar un documento donde reconocía que yo había imitado la firma, si no lo hacía iban a seguir bombardeándome con servicios, no me iban a dejar dormir y me darían la baja. Tuve que firmar”, reconoce.
La institución abrió una investigación en contra de González, lo amonestaron y le dieron 4 días de arresto pese a que estaba en trámite de apelación. El 1 de enero de 2005 fue dado de baja. El 26 de abril del año siguiente el coronel Eduardo Bustos Parra fue condecorado con la “Gran Cruz al Mérito de Carabineros de Chile”, luego de cumplir 30 años de servicio en la institución. Poco antes de jubilarse, a mediados de ese mismo año, el exprefecto de la provincia de el Loa, fue detenido junto a un oficial y un CPR (Personal contratado por resolución). Los tres fueron dados de baja y procesados por la fiscalía militar por malversación de caudales públicos por 80 millones de pesos provenientes de la Unidad de Finanzas de la Prefectura. Los acusaron de cobrar pasajes aéreos que descontaban por planillas a funcionarios, una regalía por vivir en una zona extrema, y cuyos dineros no reembolsaron durante un año a la línea aérea. Nada se supo entonces de los viáticos denunciados por González.
“Si hubiera aceptado la propuesta habría terminado igual que ellos. Los oficiales salen de la escuela honestos, pero lentamente se meten al cajón de las manzanas podridas y son obligados a podrirse junto al resto. Esto no es de ahora, se ha hecho siempre: los antiguos le tiran la pelota a los nuevos. Tienen que apoyarlos porque tienen más jerarquía. El oficial nuevo sabe que está haciendo algo malo pero, al mismo tiempo, se lo está pidiendo su jefe, un gallo que es ladrón con jinetas. Si no lo hace, le pasa lo que me pasó a mí”.
LISTA 4
El excapitán González tuvo que presentarse a la Dirección Nacional con el director de entonces, el general Alberto Cienfuegos, en su calidad de miembro de la temida lista 4 de eliminación. Llevaba casi 14 años de servicio y si lo expulsaban se iría con las manos vacías. No así como otros que llevaban más de 20 años en la institución y que aun siendo procesados podían cobrar su jubilación mensualmente, tal como sucedió con el exprefecto Bustos Parra. “Este señor salió con sus 30 años de servicio y yo que no hice nada he tenido que pasar en el hospital como indigente para tener salud. Todo por no darle en el gusto a este gallo”.
González ha debido reinventarse. Dice que ha trabajado en la minería, que ha limpiado los baños de un restorán y que incluso estudió un año Derecho. También que le sacaron la cresta en un paradero poco después de ser expulsado de carabineros y que no le robaron nada.
Es primera vez que cuenta su historia públicamente. La única prueba que tiene, dice, es su testimonio que se atrevió a contar después de 16 años, cuando la fiscalía investiga el mayor desfalco en la historia de Carabineros.
Este jueves, después de 11 largos años, la corte marcial resolverá la apelación de sentencia y consulta de sobreseimiento temporal solicitada por la defensa del exprefecto Eduardo Bustos Parra. “Cómo se puede demorar tanto una causa en un tribunal. Esperan que se enfríe todo el problema. Al final a nadie le importa. Va a salir libre de polvo y paja”, comenta González.
The Clinic solicitó información sobre las investigaciones respecto a las bajas del excapitán Carlos González y del exprefecto Eduardo Bustos Parra. Al cierre de esta edición no obtuvimos respuesta.