Si usted cree que son de quienes cotizan mes a mes, se equivoca. Las AFP son administradoras de fondos de pensiones de Chile, cuyos propietarios están vinculados a instituciones financieras privadas, que se crearon en dictadura. Se encargan de administrar los fondos de las cuentas individuales de ahorros, el dinero de ustedes, para ser destinados a las pensiones.
Otros, las ven como servicios domésticos, lavanderías o casas de empeño, que para enriquecerse, dirigen los privilegiados. Si usted lo estima, también podrían ser casinos, donde está cargada la ruleta y los naipes marcados. Quienes las administran, verdaderos mercaderes, han estudiado en universidades extranjeras. Encargados del bienestar de sus compatriotas, utilizan los recursos para jugar a la especulación financiera —dinero que no es de ellos— y así engrosar su patrimonio. ¿Acaso no arriesgan su prestigio familiar en estas andanzas de equilibristas?
Durante largas jornadas, enfrentados a enormes pantallas, especulan en los mercados, al alza o la baja del dólar, cobre, petróleo y del codiciado oro. Claro, a esas horas de turbulencias, usted piensa levantarse para ir a trabajar, y si no tiene donde trabajar, a buscar trabajo. Rutina que distrae su ocio y a olvidarse de las deudas. Quienes manejan los dineros en la AFP, no saben de vacaciones, días libres, viajes en helicóptero o vivir un mes viajando en yate. De poder abrazar a sus hijos y nietos, mientras usted, va con ellos a comprar a los “Mall” —las iglesias modernas de la idolatría— a tomar helados, comer papas fritas y felices regresan al hogar, a sacar cuentas de cómo financiar el próximo mes. ¿Acaso no se trata de una rutina placentera? Sea realista y evite amargarse por las nimiedades de la vida.
Cierto especulador financiero se jactaba: “Si uno no tiene úlceras, no es un buen empresario”. Murió de viejo, no de úlcera, mientras jugaba metrópolis en la soledad del salón. Bueno, si hay remanentes en las AFP al cabo de los años, debido a las buenas gestiones financieras de estos privilegiados, algo le queda a usted para aspirar a una jubilación, que más parece lapidación. Como día a día nos quejamos de todo y miramos la vida con el ceño fruncido, no sabemos entender a los esforzados dueños de las AFP. Usted dirá que se trata de una casta mimada, sin embargo, han estudiado para serlo. Constituye una ofensa gratuita, dudar de su honorabilidad, inteligencia y servicio a la clase trabajadora. La aman, porque también son trabajadores, se jactan. Si ellos realizan, por ejemplo, una especulación fallida, son los perjudicados, no usted. ¿Y sabe la razón? Usted pierde una bicoca, en cambio ellos, infinidad de millones de dólares en una pasadita, y su prestigio de empresarios, queda por los suelos.
Corresponde tener un mínimo de comprensión hacia estos humanitarios hombres de bien, dedicados desde niñitos a la caridad, educados en colegios exclusivos, donde se les enseña a amar al prójimo. Rezan y comulgan a toda hora. Deben ser comprendidos, admirados por su bonhomía, inteligencia y su respetada misión altruista. Hace unas semanas uno de ellos dijo en un programa de TV. “De entregarles a los afiliados un 10% de sus cotizaciones, se debe estimar como una expropiación”.
Si usted tiene la oportunidad de ver alguno de estos querubines, observará en su expresión de beatitud, a un candidato a ser santificado por El Vaticano. A la fecha, van a seguir administrando las AFP, por los siglos de los siglos, hasta que no quede ni el raspado de la olla. Bueno, esto empieza a cambiar. El miércoles 15, la Cámara de Diputados votó a favor de entregar a los cotizantes, si así lo deseen, un 10% de sus ahorros. Esta semana el Senado debe votar y aprobar o rechazar el proyecto. Si lo rechaza, el pueblo sabrá cómo responder a tamaña estafa.
Por Walter Garib
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