El 26 de julio de 1953, hace 67 años, un grupo de revolucionarios cubanos asaltó el Cuartel Moncada. Pretendían desatar una insurrección que terminara con la dictadura de Fulgencio Batista, un militar protegido por los EE.UU. En su mayoría eran muy jóvenes, Fidel Castro Ruz, abogado de 27 años, era el líder. Durante meses de paciente trabajo clandestino habían logrado reunir a poco más de 150 combatientes. La mayoría provenía del Partido Ortodoxo, agrupación política antimperialista fundada en 1947 por Eduardo Chibás.
Batista, que había gobernado anteriormente (1940-44), incluso con ministros del Partido Socialista Popular (Comunista), dio un golpe de estado en 1952 para impedir el triunfo del Partido Ortodoxo. Uno de los candidatos a diputados de ese partido era Fidel Castro. La dictadura inició una dura represión que aumentó en los años siguientes.
A partir de entonces se desencadenaron en Cuba acontecimientos políticos y sociales en rápida sucesión. A casi un año del golpe de Batista, Fidel Castro encabezó el ataque al Cuartel Moncada. 131 combatientes se proponían apoderarse por sorpresa de esa fortaleza de casi mil soldados. Era una noche de carnaval en Santiago de Cuba cuando el grupo – a bordo de autos robados y vestidos con uniformes del ejército- se encaminó hacia su objetivo. Otros 28 combatientes se dirigieron al cercano cuartel de Bayamo y 22 al hospital de Santiago. Entre ellos, dos mujeres: Haydée Santamaría y Melba Hernández, que reclamaron esa noche su derecho a combatir.
El asalto al Moncada –que hoy es una Ciudad Escolar- fracasó porque la casualidad anuló el factor sorpresa. La tropa batistiana pudo reagruparse y la superioridad en número y armamento, decidió el combate. Los revolucionarios capturados fueron asesinados. Fidel Castro y otros sobrevivientes fueron detenidos pocos días más tarde.
Sin embargo, esa derrota militar dio inicio a la Revolución Cubana. Tres meses después del Moncada, Fidel Castro hizo su defensa ante el tribunal. Esa pieza jurídica e ideológica, conocida como “La Historia me Absolverá”, es un formidable alegato del derecho de los pueblos a rebelarse contra la opresión y la injusticia, y continúa siendo la columna vertebral del pensamiento revolucionario en América Latina. No solo es un programa político –que en Cuba dio origen al Movimiento 26 de Julio-. También echó los cimientos de la conducta política y moral de quienes aspiren a constituirse en vanguardias de sus pueblos. La médula de la Revolución Cubana, en efecto, es la lucha contra la corrupción y abusos de la politiquería. Por eso la odian no solo el imperialismo y las elites de poder, sino también la clase política que vegeta al calor de los fondos públicos. El pensamiento revolucionario cubano se forjó en las consignas del Partido Ortodoxo: “Prometemos no robar”
“Vergüenza contra dinero”. Su líder, Eduardo Chibás, se suicidó en un estudio de radio al no poder probar unas acusaciones. De esa madera está hecha la Revolución Cubana.
Los sucesos de Cuba tomaron por sorpresa a la Izquierda latinoamericana. El propio PSP cubano criticó el asalto al Moncada (más adelante se incorporó a la guerrilla en la Sierra Maestra). En Chile El Siglo publicó un artículo que lo relacionaba con la CIA norteamericana.
El proceso en que la Revolución Cubana se fue dotando de su instrumento de dirección no fue fácil. Fidel Castro y otros dirigentes del M-26-7 fueron condenados a prisión. Amnistiados en 1955, marcharon al exilio en México. Solo demoraron un año en volver a bordo del yate Granma. Casi fueron aniquilados y solo un puñado logró internarse en la Sierra Maestra e iniciar la guerrilla contra ejército, marina y aviación de miles de hombres pertrechado s por el Pentágono norteamericano. Tres años después, el 1º de enero de 1959, el Ejército Rebelde entraba a La Habana aclamado por el pueblo. Fidel entendió que era necesario unificar a las fuerzas que habían luchado contra la dictadura. En 1961 el M-26-7, el PSP y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (otro movimiento guerrillero) constituyeron las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). No era suficiente. Al año siguiente fundaron el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC). El proceso solo se decantó en octubre de 1965 con la fundación del Partido Comunista de Cuba (PCC).
La Revolución Cubana es una fuente de enseñanzas. Una admirable escuela de la rebeldía –consciente, organizada y audaz- necesaria para conquistar la justicia social. Enseña a no cejar en la lucha por la unidad de los revolucionarios, a entender que la unidad no es resultado de una mesa de diálogo sino que requiere esfuerzos en la lucha social y política de cada día por reconocer y respetar diferencias y, sobre todo, mantener firme una conducta ética respaldada en hechos y no solo en palabras.

MANUEL CABIESES DONOSO
26 de julio 2020