Un caso que comprometía e involucraba a muchos conocidos personajes de la política criolla.
¿Se atreverá alguno de los gobiernos del aún existente duopolio ChileVamos-NuevaMayoría a hincarle el diente a esos crímenes cometidos por la DINA y la CNI que siguen sin ser resueltos debido al interesado silencio cómplice de nuestros gobernantes y representantes políticos?
El caso que usted leerá a continuación es uno de ellos, y compromete a varias figuras públicas que todos conocemos…las que siguen gozando de una libertad que tal vez no merezcan. Pase y lea, por favor.
El domingo 29 de mayo de 1977, en el aeropuerto de Ezeiza (Buenos Aires), el matrimonio chileno-judío formado por Jacobo Stoulman Bortnik y Matilde Pessa Mois fue detenido por un operativo conjunto de agentes de las dictaduras militares argentina y chilena, sacado rápidamente de la terminal aérea y conducido a lugares de interrogación y tortura. En la losa de Ezeiza, al pie de la escalerilla de un avión de la línea Braniff y subiendo a un auto como presuntos pasajeros VIP fue la última vez que se vio al matrimonio Stoulman-Pessa con vida.
La Operación Cóndor había dado un nuevo golpe maestro, y a partir de ese momento una densa madeja de elaborados operativos distractores, traiciones familiares, deslealtades societales y comunitarias, e intereses económicos, comenzó a tejer una densa niebla sobre el doble secuestro y otros once crímenes y desapariciones relacionadas en Buenos Aires y Santiago. En este oscuro asunto tuvieron algún importante grado de participación (y de responsabilidad) relevantes miembros de la comunidad judía en Chile, muchos de ellos partidarios de la dictadura pinochetista hasta hoy, y notorios votantes UDI.
A los 43 años de edad, Jacobo Stoulman Bortnik era, paradójicamente, el menos anónimo de esos personajes. Sin militancia política conocida, inteligente y seductor, en sólo ocho meses -en 1976- su empresa ‘Cambio Andes’, ubicada en Agustinas al llegar a Ahumada, había captado a los más codiciados inversores, en particular a los de la comunidad judía. Estrella en alza del mundo financiero, Stoulman no podía ser secuestrado en Chile sin que se armara un escándalo.
La DINA, la poderosa central de inteligencia de Manuel Contreras que asesinó a Orlando Letelier en Washington y al general Carlos Prats en Buenos Aires, buscó la captura de ese matrimonio tanto por las necesidades de financiamiento de una DINA vetada desde el gobierno de Jimmy Carter, como también interesada en dar un severo golpe político al Partido Comunista y a su aparato financiero, el que utilizaba los caros y eficientes servicios del cambista Stoulman.
La policía secreta sabía que Jacobo Stoulman manejaba los dineros de grandes inversores locales, los suyos propios y los que el financista chileno-húngaro Klein (tío del ahora famoso y generoso empresario minero Leonardo Farkas Klein, que heredó y reinició hace algunos años las actividades de su rentable Minera Santa Bárbara), pudiese haber enviado a través de Cambios Andes para el Partido Demócrata Cristiano y para el ex presidente Eduardo Frei Montalva, que ya había recibido en 1973 (y antes también) importantes apoyos financieros desde Suiza del empresario minero Klein para su campaña senatorial y la desestabilización anti-Allende en marcha. Además, la DINA había detectado que el cambista Stoulman era también el intermediario de un operativo financiero del Partido Comunista chileno para ingresar al país fondos que permitieran rearmar su estructura.
Efectuar el secuestro en Chile podía arriesgarlo todo. Entonces entró en acción el Plan Cóndor que, como todos los de la conexión chilena de la coordinación represiva en el Cono Sur, abundaba en misterios y se le armó al cambista un bien elaborado plan para hacerlo viajar a Buenos Aires, utilizando a un militante comunista chileno-suizo de apellido Jaccard, aún desaparecido, secuestrado en un hotel de Buenos Aires dos semanas antes del fatal viaje Brannif (Jaccard fue esposo de Paulina Veloso, ex ministra de la administración Bachelet).
En el caso Stoulman la inteligencia operó para ‘demostrar’ que el matrimonio había proseguido tranquilamente viaje a Montevideo, versión que se dio oficialmente a la cancillería chilena en un cable firmado por el general Rafael Videla y, después, inexplicablemente “extraviado”. Junto con esto se desplegó una acción psicológica exitosa.
El boca a boca -y en especial el dirigido a la comunidad judía- travistió a Stoulman en una suerte de demoníaco chileno que traficaba fondos recolectados en secuestros subversivos en Argentina y Uruguay (Montoneros y Tupamaros) en aras de la célebre “conspiración judeo-bolchevique apátrida”. Instalada esta falsa versión, que “justificaba” así su secuestro por los militares argentinos y liberaba a la DINA de toda responsabilidad, nadie –salvo sus hijas y un hermano de Matilde Pessa Mois- osó reclamar por su suerte. Menos aun lo hicieron los grandes financistas amigos o conocidos de Stoulman, cuyas inversiones habían sido prolijamente detectadas por la agencia represora que dirigía Manuel Contreras.
LA TROIKA CHILENO-JUDÍA ENTRA EN ACCIÓN
Para tapar un escándalo en ciernes, que a principios de octubre de 1976 podía afectar a buena parte de la cúpula empresarial y dirigencial de la comunidad judía chilena en dictadura -por las razones espurias, encubridoras y corruptas, hasta con negociación con la DINA a través del abogado pinochetista Ambrosio Rodríguez, y de su inacción ante el doble secuestro de 1977-, se montó apresuradamente otro escándalo mediático, esta vez con el apoyo de toda la prensa del duopolio: había estallado el asunto de la ‘Troika Judía’, es decir, la acción de importantes personeros y personajes que estructuraron un montaje finamente pensado y activado para echar tierra sobre asuntos que cuestionaban duramente el comportamiento ético y político de muchos inversionistas, educadores, dirigentes religiosos y conocidos empresarios de la comunidad judía chilena durante la dictadura.
Además, los medios de prensa que mencionaremos a lo largo de este artículo develaron también otra arista de este deleznable caso: el asunto de la hermana de Jacobo Stoulman, quien junto con su marido –Isaac Pessó- después del doble secuestro cambiaron rápidamente de ‘pelo’, pues de modestos empleados de una Casa de Cambios y Turismo pasaron a constituirse en importantes empresarios de ambos rubros, y hoy son, además, co-dueños del Hotel Intercontinental y de otras empresas. El cuñado de Stoulman –Isaac Pessó- en los años 80 y 90 fue directivo del CREJ y Tesorero del Estadio Israelita.
Lo de la ‘Troika Judía’ habría sido un apresurado montaje en el que participó decisivamente el entonces alto dirigente PPD Jorge Schaulsohn para aplacar otro escándalo de Derechos Humanos que se empezaba a develar después de 17 años de mentiras y silencios. De paso, Schaulsohn intentó también proteger al menos a tres dirigentes importantes de la comunidad judía que tuvieron una muy cuestionable actuación en el doble secuestro (los señores Gil Sinay Sestopal, León Dobry Folkman e Isaac Pessó Faraggi), y proteger, por cierto, a dos abogados pinochetistas que estaban relacionados con ellos en el encubrimiento y falsificación del verdadero origen y consecuencias del secuestro del matrimonio Stoulman-Pessa. Uno de esos abogados era Ambrosio Rodríguez Quiroz, fiel servidor del tirano durante los 17 años de gobierno totalitario.
Todos estos personajes, seguramente consideraron que estaban amenazados por las revelaciones de un reportaje -redactado por el periodista Iván Cabezas y por el investigador político Juan Pablo Moreno- publicado el 29 de septiembre de 1996 por la Revista Semanal del diario La Nación, en el cual se demostraba el verdadero origen del doble secuestro efectuado por la DINA y su Operación Cóndor en mayo de 1977, y la forma en que se había encubierto y silenciado el asunto durante 19 años.
Menos de dos semanas después de aquella publicación estalló el distractor asunto de la “Troika Judía”, sepultando el impacto de la publicación de prensa que daba las primeras pistas de los cómplices y culposos manejos de la cúpula de la comunidad judía en dictadura, puesto que algunos de sus dirigentes aparecieron como posibles encubridores y cómplices por omisión y falsificación del doble secuestro en Ezeiza, y el señor León Dobry -junto con Jorge Schaulsohn- terminó en reuniones de alto nivel en La Moneda, hecho que significó que el caso Stoulman-Pessa quedara sepultado convenientemente, y durante años no fuera abordado por la prensa chilena.
El entonces director de la Revista Semanal del diario La Nación –Luis Alberto Ganderats- debió renunciar por no haber solicitado permiso al Director PDC de La Nación para publicar ese autocensurado reportaje del periodista Iván Cabezas, quien nunca más volvió a publicar en La Revista Semanal de aquel medio informativo. El reclamo lo hizo directamente al diario gubernamental quien fuera en esa época Ministro Secretario General de Gobierno, José Joaquín Brunner, ex MAPU-OC y PPD.
Un intento de reflotar el caso ocurrió en agosto del 2000, en el diario electrónico El Mostrador, con un largo y completo reportaje de la periodista Pascale Bonnefoy, a raíz de la querella criminal contra Pinochet de las tres hijas del matrimonio Stoulman-Pessa. Pero, el intento fue frustrado por la censura que consiguió el propio León Dobry con su amigo y compañero de directorio en un banco: Juan Agustín Figueroa, socio mayoritario de la empresa que publicaba El Mostrador. La censura duró cuatro años y el reportaje de Pascale Bonnefoy sólo fue subido a la web de El Mostrador el 2004, cuando Pinochet estaba procesado por el juez Juan Guzmán en el caso Cóndor y el doble secuestro de Ezeiza de 1977.
AUGUSTITO JR. APARECE EN EL HORIZONTE DE LAS TURBIEDADES
Algunos investigadores políticos (Juan Pablo Moreno es uno de ellos) conocían las razones de fondo que animaban a varios denunciantes en el asunto de la ‘troika judía’, los que estaban relacionados con el secuestro en Buenos Aires -en mayo de 1977- del cambista Jacobo Stoulman y su mujer, quienes sacaban de Chile las platas evadidas de impuestos -y otros dineros negros- pertenecientes a su entonces socio León Dobry y a otros importantes empresarios y rentistas de la comunidad judía.
Por ello, ¿qué pasó con el dinero que poseía y manejaba el matrimonio chileno-judío, así como los dólares que traía a Chile –para el PC- Alexei Jaccard, persona que también fue detenida por DINA en Buenos Aires y asesinada, presumiblemente, en Chile? Esa plata desapareció… no hay registro alguno de su paradero.
O mejor dicho, no había registro… hasta ahora, ya que con la confirmación de que los restos óseos encontrados en Cuesta Barriga pertenecían al matrimonio asesinado por agentes de la DINA en Chile, una nueva arista necesaria de ser investigada rigurosamente surgió en este caso. Esa arista ya la había entregado hace algunos años el investigador político Juan Pablo Moreno al plantear una duda válida y razonable respecto de dineros que, ‘milagrosamente’, llegaron a las manos de Augusto Pinochet Hiriart en esa misma época, dineros con los que el hijo del dictador habría adquirido una lujosa y carísima mansión en Santiago.
Ello es lo que se desprende de lo publicado por la revista ‘Punto Final’ del 10 de julio del 2015. Pero, nunca hubo una investigación para develar que el ‘hijo pródigo’ del dictador podría haber estado envuelto en las turbulencias de las turbiedades en que ha vivido desde que abandonó el uniforme militar para exprimir las posibilidades de ganar dinero fácil y dulce –legal e ilegalmente- que le reportaba el hecho de contar con su progenitor al mando de un gobierno dictatorial.
Resulta probable que algún día nuestra inefable justicia abra proceso al hijo del dictador por esta causa, pues si bien en la desaparición y asesinato del matrimonio Stoulman-Pessa hay otras personas comprometidas, el nombre de Augusto Pinochet Hiriart se ha mantenido ausente, sin embargo, una de las hebras del caso salió a la luz luego de haber dormido un largo sueño durante años, y ella debería haberlo metido de lleno en un nuevo escándalo, en una nueva y grave acción desglosada de los avatares de la dictadura más sanguinaria habida en América.
Esa que encabezó su padre.
Por Arturo Alejandro Muñoz
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