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martes, 13 de enero de 2015

A la ex pareja de Bachelet se le perdió la pista después del golpe

El enigma Jaime López

Juan Azócar 13 Enero, 2015
The Clinic.


Hace pocas semanas, la Presidenta Bachelet, en un programa de televisión, aludió al dirigente del PS Jaime López, con quien tuvo una relación entre los años 1973 y 1975. La actual mandataria, esa vez, dijo que desearía saber “qué pasó realmente con él, si está desaparecido, si está muerto o si está en algún otro lado”. Aunque figura como detenido desaparecido, las extrañas circunstancias en las que se perdió su rastro y las sospechas de una eventual colaboración suya con los organismos de inteligencia de la dictadura militar, hacen que su historia sea un auténtico enigma para quienes lo conocieron. Testimonios hasta hoy inéditos señalan que habría sobrevivido a los duros años 70 con otra identidad, otorgada por los servicios de seguridad. Esta es su desconocida historia.
EL-ENIGMA-JAIME-LÓPEZ[1]
El 15 de marzo de 1976, un comunicado enviado por Amnesty International desde Frankfurt, Alemania Federal, alertaba a las oficinas centrales del organismo humanitario, en Londres, sobre la detención en Chile, a manos de la DINA, del dirigente Jaime López Arellano, pidiendo una acción urgente por la vida del detenido. Semanas después, desde las mismas oficinas se rectificaba la información, y se solicitaba detener la campaña de presión internacional, ya que “fuentes confiables” informaban, desde Chile, que el afectado “se encontraría en libertad”.
Se trataba del entonces número uno del PS, que con apenas 25 años lideraba al socialismo en el interior del país. En enero de ese año, en el café Las Lanzas, “Pablo” –como era conocido- había entregado a un alemán federal una servilleta con un inquietante mensaje: “(…) estoy detenido desde Navidad. Nuestras últimas conversaciones han sido grabadas a través de un micrófono que llevo en el cuerpo, He debido hacer esto bajo presiones que algún día espero explicarte, No rompas el contacto conmigo”.
Sin embargo, la detención de “Pablo” (uno de los nombres con los que operaba) se remontaba hacía varios meses atrás.
López nació en el seno de una familia modesta de Peñablanca, que se sustentaba gracias al trabajo de su padre, Reinaldo López Novales, un mecánico ferroviario empleado en la Maestranza Barón de Valparaíso. Jaime egresó del Liceo Eduardo de la Barra, uno de los establecimientos más tradicionales de la ciudad puerto. Jorge Guerra, antiguo compañero de curso en ese liceo, recuerda claramente la personalidad que ya entonces manifestaba su amigo: “Jaime, nos impactó a todos por su inteligencia. A pesar de no estudiar nunca y llegar siempre atrasado, mantenía un alto rendimiento escolar. Una vez llegó borracho al liceo, y tuvimos que esconderlo con otros compañeros. Era capaz de criticar, con argumentos, a toda la plana de profesores. Eso lo hacía un líder indiscutible”.
Según Guerra, López ingresó al PS a principios de 1969. De acuerdo a su ex compañero, “Jaime era medio trosko, al punto que cuando se produjo el “tacnazo” –la fallida sublevación militar del 21 de octubre de 1969, bajo la dirección del General Roberto Viaux, que se acuarteló en el Regimiento Tacna exigiendo mejoras salariales para el Ejército- dijo que no había que defender la institucionalidad burguesa, sino aprovechar el momento para impulsar una insurrección revolucionaria de masas”.
Pronto, la inteligencia y entrega de López lo hicieron granjearse el respeto de importantes dirigentes del PS de Valparaíso: Exequiel Ponce, Armando Barrientos e Isabel Cárdenas, entre ellos. Varios contribuyeron a que López, a quien veían como una joven promesa, se incorporara en 1970 al Departamento de Organización de ese partido, y a que fuera electo en 1971 como delegado por Valparaíso al XX congreso de la juventud del PS, que, con el triunfo de Allende, comenzaba a tener una progresiva visibilidad.
En aquel cónclave resultó electo como miembro del nuevo Comité Central, donde la capacidad política que demostraba hizo que destacara rápidamente. Un capital que el socialismo no estaba dispuesto a despilfarrar. Así, fue designado a formar parte de un contingente de militantes trasladados y matriculados en diversas carreras de la Universidad de Concepción. Su objetivo, hacer política y disputarle al MIR la presidencia de la federación de estudiantes de ese importante plantel.
Junto a López, también fue de la partida un joven matriculado en derecho, Enrique “Chepo” Sepúlveda, quien, a la larga, se transformaría en flamante presidente de la FEC, gracias al trabajo de López y sus compañeros. Sepúlveda vivió junto a López en el hogar estudiantil de la universidad. Allí, junto con establecer férreos lazos de amistad con el dirigente, también pudo conocer de cerca sus excentricidades: “(…) Jaime era un gallo genial, sobresaliente, pero al mismo tiempo un tipo absolutamente rayado, un día podía estar resumiéndote el último debate teórico del marxismo y al otro mandarse un número de cabro chico. Era como si tuviera doble personalidad, era muy bueno para el trago, y siempre andaba metido en líos con compañeras…”
El futuro presidente de la FEC no olvidó nunca una broma que le jugó su compañero: “Un día yo estaba estudiando en la pieza cuando de repente me puso un revolver en la nuca, yo quedé helado y lo subí y bajé a puteadas. El era así, una vez se tomó todas las botellas de pisco y de vino que habían quedado de un malón universitario, y hasta que no las rompió todas no paró.”
A esas alturas, López estaba plenamente integrado a la Comisión Política de la JS, dirigida por Carlos Lorca, por quien sentía, según testigos de la época, una gran admiración. Una cercanía de la que da cuenta Mario Felmer, también dirigente de la JS: “Lorca era un tipo que cuidaba celosamente su intimidad, que compartía con muy poca gente. Jaime era uno de los que disfrutaban de ese círculo de confianza total con Carlos, aun cuando en muchas ocasiones tuvieran posiciones políticas diferentes. Jaime respetaba profundamente a Lorca, y éste, a su vez, pensaba que el “Guatón” –como le conocían- era la persona más idónea para sucederlo en el cargo.

Tras las parlamentarias de marzo del 73, en las que la juventud del PS eligió a dos de sus principales dirigentes como diputados, Manuel Rodríguez y el propio Lorca, López reemplazó al primero en la Subsecretaría General de la JS. Con la misma vehemencia que le caracterizaba, recorrió el país desarrollando la orgánica e instruyendo políticamente a los militantes de regiones. A donde iba, deslumbraba por su firmeza y convicción.
Fue precisamente por esos días que López conoció a la actual mandataria, con quien coincidió en Antofagasta. La joven, alumna de medicina en la Universidad de Chile, formaba parte del equipo de educación política de la JS. Meses después, iniciarían una relación.
Los tiempos que corrían eran complejos. Ante la agudización de la tensión social y política durante el último año de la Unidad Popular, en un discurso ante un pleno juvenil realizado esos días, López señalaba, enérgico: “Hay que demostrar que tenemos fuerzas para avanzar, y es preciso demostrar ahora esa fuerza, utilizarla e impactar con ella a reaccionarios y vacilantes. (…) Debemos perder el miedo. La única ley que el fascismo respetará es la ley de nuestra fuerza demostrada en capacidad, disciplina, unidad y combatividad. Los fascistas lo pensarán dos veces antes de iniciar un paro insurreccional cuando vean en nosotros la disposición de darlo todo por la patria, la revolución y el socialismo (…) Ese coraje y esa decisión, empero, no pueden ser solo declaraciones líricas ni románticos editoriales semanales. (…) Hoy tenemos fuerzas para avanzar y vencer.”
Entre los dirigentes del PS no había otra opinión: López era el candidato natural para suceder a Lorca en la jefatura de la JS. Muchos, además, lo veían como una carta genuinamente revolucionaria para disputar un cupo como diputado en el Parlamento burgués –como se decía en la época- en las elecciones previstas para 1976.
En la clandestinidad
Tras el golpe, López se integró a la dirección articulada en torno a Exequiel Ponce, el ex jefe del Frente Interno del PS. A comienzos de 1974, pasó a ser el encargado de relaciones internacionales de esa dirección. Entre sus delicadas funciones estaba la de ser el vínculo entre la cúpula clandestina que operaba en Chile y el Secretariado Exterior radicado en Berlín.
Bajo el alias de “Pablo”, López había hecho de “La Orquesta Roja” su libro de cabecera. La novela de Giles Perrault narraba las hazañas de Leopold Trepper (“El Gran Jefe”), un hábil espía que logró montar una poderosa red de espionaje soviética en la Europa controlada por el nazismo. Muchos de sus contemporáneos recuerdan que López estaba obsesionado con la novela y con su protagonista, una de cuyas fortalezas más distintivas era la capacidad que tenía para formar redes y equipos de trabajo totalmente compartimentados entre sí.
Jorge Sepúlveda, “Daniel”, fue uno de los enlaces de esa dirección. Ya en 1974 advirtió algunas particularidades de López en esos años. “(…) en ocasiones debíamos ir con Jaime a hacer contactos con diplomáticos o ir a regiones. El tenía una personalidad muy extraña, le gustaba mucho tomar: a las ocho de la mañana ya se ponía un pichuncho, mezcla de pisco con vermut. Además, siempre tenía líos con mujeres y compañeras. Una vez me presentó a una rubia, muy hermosa y sensual, Marilyn creo que era su nombre. Recuerdo que era demasiado observadora y preguntaba mucho. Un día fuimos a un contacto a Valparaíso, en un restaurante, cuando de pronto, contra todo lo planificado, llegó ella. Jaime se excusó porque debía ir a otra reunión, y quedé solo con ella. Me empezó a hacer muchas preguntas indiscretas, sobre el trabajo del partido, en un lenguaje poco normal. Yo me sentí muy incómodo y le dije que debía irme. Cuando salí, me di cuenta que me seguía… Me cagué de miedo, ya que andaba con documentos y con un montón de dólares que recién me había pasado un alemán. Para despistarla, entré a una tienda y simulé vitrinear, cuando de pronto me topé cara a cara con ella. Le dije que debía volver al restaurante, me alejé rápidamente de allí y me volví en tren a Santiago, dos horas más tarde de lo convenido con Jaime, por si acaso. Ya en la capital, lo esperé para comentarle la situación, pero él no apareció por tres días”.
El mismo “Chepo” Sepúlveda, que también trabajó con López durante los primeros meses posteriores al golpe, recuerda que éste, en una ocasión, le comentó que se iba a Valparaíso a cargo de una operación de rescate de los presos detenidos en la Esmeralda. Sorprendido, “Chepo” le preguntó si estaba bromeando, y le advirtió “que con los milicos y la Armada como dueños del puerto, cualquier idea así era una locura”. López le refutó, y le explicó que ya tenía todo el operativo coordinado. Antes de separarse, le dijo: “Mira hueón, vamos a hacer un pacto. Si yo caigo detenido, tenís 24 horas, después de eso estai cagado. Lo mismo tenís que hacer tú, ¿estamos?”.
Gira al exterior
En enero de 1975, la DINA detiene en su departamento en Las Condes a Michelle Bachelet y a su madre, Ángela Jeria, que son trasladadas a Villa Grimaldi, recinto en el cual permanecen por dos semanas. Justo en el momento en que fueron detenidas, López llamó a la casa de estas, y así logra enterarse de su captura. Según la madre de López, Marta Arellano, “a él lo afectó mucho la detención de su pareja. Por esos días vino a casa, estuvimos hasta tarde conversando. Yo trataba de consolarlo, pero él estaba desecho, se fue a su pieza y lloró como un niño. Esa fue la última vez que lo vimos”.
Por esos mismos días arreciaba la disputa política entre la Dirección Interior y la Coordinadora Nacional de Regionales, CNR, un sector escindido por la izquierda del PS oficial, que se consolidaba como mayoritario entre la militancia del interior del país. López asumió la representación de la primera en el pleno realizado a fines de abril de ese año en La Habana.
López tenía dos importantes misiones que cumplir durante el transcurso de esa gira: defender las tesis del Documento de Marzo -un motivo más de la dura disputa con la CNR- y lograr que Altamirano legitime a la Dirección Interior. Por esa vía, debía conseguir los cada vez más urgentes recursos financieros que requería la organización clandestina en Chile.

“Pablo” estaba consciente del riesgo que implicaba su misión. A mediados de abril sale de Chile por vía terrestre, portando un pasaporte argentino falsificado. En una primera escala de su viaje, en Buenos Aires, se reúne en el Cementerio de La Recoleta con el encargado local del PS en la capital trasandina. En el encuentro, preguntó insistentemente por las relaciones con la UCR y el PC argentinos, y por posibles contactos con Montoneros y el PRT/ERP. Además, insistió en acceder a contactos que pudieran aportar con pasaportes falsos. Para ello, se reúne, días después, con Klaus Dressel, representante de la Fundación Friedrich Ebert en Argentina.
Luego llega a Lima y se reencuentra con Luis Lorca, hermano del Secretario General de la JS y activo colaborador de la Dirección Interior. En el Perú, Lorca ha montado una eficiente red de apoyo a los que se mantienen clandestinos en Chile. López se muestra alegre, aunque un tema parece obsesionarlo: ¿de qué forma prevenir a sus compañeros en el caso de que llegue a caer en manos del enemigo? Fiel a las lecciones de su libro de cabecera, “Pablo” apela a “La Orquesta Roja” para plantear la necesidad de un intrincado código de alerta, que sólo pueda ser conocido por contados dirigentes. En esa misma conversación, adelanta a Lorca los nombres de los “correos” que en adelante enviará desde Santiago a Lima, cada uno con distintos niveles de información, y todos ellos “compartimentados” entre sí.
Ya en La Habana, muchos testigos recuerdan que López se plantó con aplomo y firmeza ante Altamirano y el resto de los dirigentes históricos de la colectividad, que valoraron su audacia de llegar clandestino a Cuba, burlando el omnipresente acecho de la DINA. Andrés García, ex dirigente del Regional Cordillera y miembro suplente del Comité Central, presente en aquella reunión, recuerda al delegado del interior como un “joven histriónico (que) señaló que la dirigencia del PS en Chile había llegado a tal nivel de conciencia que cada uno de sus miembros portaba una pastilla de cianuro, para usarla en caso de ser capturado por el enemigo”.
Tras su participación en el Pleno de La Habana, López prosiguió su gira, trasladándose a Berlín, ciudad en la que se encontraba instalado el Secretariado Exterior del PS, y en la que también residían varios de sus compañeros de generación. Con estos precisamente se encontraría a comienzos de mayo de 1975, una fecha que coincidió con la celebración de los 30 años de la caída del Tercer Reich.
En la RDA, el joven dirigente fue recibido con honores oficiales por el gobernante Partido Socialista Unificado Alemán (PSUA) y mantuvo reuniones con los máximos dirigentes del socialismo chileno en el exilio y con altos funcionarios del régimen de Erick Honecker.
Luego de sus compromisos oficiales, López concreta por fin el encuentro con sus amigos de la JS. En la residencia de Fernando “Gato” Arraño se reúne con éste y con Mario Felmer, Rigo Quezada y Enrique “Chepo” Sepúlveda. Bromista e histriónico como siempre, López, en un momento, se tira al suelo y comienza a simular los espasmos que los detenidos tienen cuando son torturados en la parrilla. Sus compañeros quedan boquiabiertos: la broma es cualquier cosa menos divertida.
Con todo, “Pablo” es el amigo de siempre, y tras hacerle un city tour por la histórica ciudad, se lo llevan a cenar al restaurante húngaro “Budapest”, uno de los establecimientos más tradicionales de Berlín. Allí, en medio de la música de los violinistas que amenizaban la velada, nuevamente López aludió a situaciones narradas en “La Orquesta Roja”: informaciones transmitidas subrepticiamente, redes, agentes y contra-espionaje. Sus amigos querían agasajarle, pero “Pablo” insistía en especular con la idea del “doble juego” practicado por Leopold Trepper.
Algunas semanas después, López abandona la RDA y retorna al Chile hostil y peligroso de la DINA y de Pinochet. Luis Lorca, que sigue a cargo de la red limeña, recuerda que “Pablo” informó haber sido retenido en el Aeropuerto de Pudahuel y devuelto a Buenos Aires, desde donde la red limeña chequea, positivamente, que vuelve a salvo a la RDA. En Berlín, comenta, su idea es capear el temporal y retornar más tarde a Chile:
“(…) Efectivamente, López fue detenido a su regreso del Pleno de La Habana en el aeropuerto de Santiago. Había hecho la conexión La Habana-Lima-Buenos Aires-Santiago y portaba una identidad argentina. López relata, luego de su vuelta vía Buenos Aires, que en esa ocasión es detenido en Santiago por Investigaciones, que le descubren una parte de la remesa en dólares que nosotros enviábamos a Chile, y que dado lo impecable de su fachada de próspero empresario argentino, logró coimear con 16 mil dólares a los policías, evitando que estos alertaran a la DINA. Gracias a eso, habría sido deportado desde el mismo terminal aéreo hacía Buenos Aires. Algo sumamente extraño. Aún así, nosotros, saltándonos ese episodio, lo enviamos hacia Alemania. Ahí es devuelto a Chile con identidad y pasaportes falsificados en la RDA”.
A partir de ese minuto, los pasos de López entran en una nebulosa espacio-temporal.
En el intertanto –durante todo el mes de junio de 1975-la DINA ha logrado capturar a toda la Comisión Política del PS y a sus enlaces más cercanos. Todos pasan a engrosar la extensa lista de militantes desaparecidos.

La nebulosa
En el intertanto y tras la debacle que produjo el golpe represivo de la DINA, se constituye una dirección de emergencia, conformada por militantes universitarios y del frente campesino. Dada la mayor experiencia que le imputan, todos coinciden en nombrar a López -en ausencia- como el nuevo número uno. Su presencia en el recién formado colectivo afianza –sostienen- una línea de continuidad con el trabajo desarrollado por la descabezada dirección anterior.
Sin embargo, los días pasan y “Pablo” no aparece por ninguna parte. Según Patricio Martínez, un militante que tiene la misión de reconectar a López cuando éste regrese a Chile, el enigmático dirigente no concurrió a ninguno de los puntos de retoma pre-establecidos.
Cuando por fin aparece, pide reunirse con todos los equipos internos del PS: organización, informaciones, propaganda, logística y regiones. Se le sugiere mantenerse aislado, pero él se rehúsa arguyendo razones de compromiso y ética militante.
A fines de diciembre, se desata el vendaval: a partir del 26 de ese mes comienzan a caer los miembros de la nueva dirección, algunos de ellos en sus casas de seguridad, sólo conocidas por López, como en el caso de Eduardo Reyes, encargado de organización. Cuando llegan los agentes, se van directo a un envase de talco donde oculta una fuerte suma de dinero que el propio López le había pedido guardar. En tanto, cuando la DINA allana el hogar de Carlos González, los hombres de la DINA se dirigen de inmediato a un closet donde oculta documentos y una cédula de identidad falsificada que le habían confeccionado a “Pablo”.
La situación es catastrófica, cada caída da pie a otra, y en apenas dos semanas, los detenidos suman ya treinta personas.
Sin embargo, nada se sabe de la suerte corrida por el enigmático dirigente, hasta que a fines de diciembre algunos de los detenidos del PS en Villa Grimaldi logran ver a López en ese centro clandestino de detención. Sin embargo, el dirigente parece estar en condiciones distintas a las del resto: no se ve golpeado, y la DINA lo mantiene en una celda ocupada sólo por él, en la que hay una radio, periódicos y una máquina de escribir. En los interrogatorios, cada vez que entregan algún dato susceptible de ser falso, los agentes se jactan de que van a confirmar con “la computadora”, llevándose consigo el carnet de los detenidos. Cuando vuelven, lo hacen con un pormenorizado detalle de las funciones y responsabilidades de cada detenido. Gladys Cuevas, también detenida en el recinto, señala que, inequívocamente, “la computadora era él”.
Los presos del PS no son los únicos que lo ven. Gabriela Salinas, una joven militante del MIR que llegó a fines de diciembre a Grimaldi, en una temprana declaración ante la Vicaría de la Solidaridad (inmediatamente posterior a su liberación), señala que conversó con “un detenido alto, de pelo claro, de anteojos, oriundo de la zona de Valparaíso, y que tenía convencida a su familia de que se hallaba en Europa”. El detenido le confidenció que “llevaba seis meses detenido y controlado por la DINA”. Le dio su nombre: “Jaime López”.
Mientras, la familia de López, informada de los rumores, no se quedó de brazos cruzados. Manuel, uno de sus hermanos menores, señaló que el padre interpuso una denuncia ante la Vicaria de la Solidaridad. “Por esos mismos días, llegó a la casa María Teresa Segovia –una militante muy cercana a López- quien nos dijo que venía de parte de Jaime, a decirnos que él se encontraba bien y a pedirnos, extrañamente, que no siguiéramos con el proceso por presunta desgracia y que retiráramos una foto de Jaime que papá había dejado en la Vicaría, porque según ella, todo eso perjudicaría mucho más a nuestro hermano”.
La angustiada familia, pese a la desconfianza inicial, le solicitó a la joven algún documento o prueba que verificara lo que ella indicaba. La mujer se comprometió a ello. Pasado un tiempo, al hogar de los López Arellano llegó una carta, despachada supuestamente desde Bogotá -pero con timbre postal de Santiago, según observó su hermano- en cuyo interior venia una carta escrita por López. En la misiva, el joven dirigente señalaba que estaba bien y que su detención “solo eran rumores.” Manuel certifica la autenticidad del documento, porque incluía alusiones a “pinino”, la mascota del hogar, “cuyo nombre habíamos acordado como código clave por cualquier cosa”.
El doble juego
En el intertanto, en Berlín, Mario Felmer recibe un mensaje -a través de un correo vinculado a la Fundación Friedrich Ebert y a la embajada germano occidental en Santiago- en el que le piden trasladarse a la RFA. Felmer lo hace y el contacto le entrega una carta manuscrita de López, en la que “Pablo” le informa que ha sido detenido y que está engañando a la DINA, “haciendo un doble juego, una farsa de colaboración”.

Felmer se estremeció al leer la carta de su viejo compañero. Y le respondió, por la misma vía, advirtiéndole “que estaba profundamente equivocado, que la DINA era un organismo especializado, una entidad peligrosa que sabía hacer muy bien su trabajo, y que era muy difícil que él pudiera salir airoso de su doble juego”. A Felmer no le costó mucho advertir que lo que López necesitaba era una colaboración de su parte, alguna instrucción o respuesta que hiciera más sostenible y verosímil su historia ante la DINA.
La situación fue informada a funcionarios del PSUA vinculados a temas de inteligencia: entre estos no hubo espacio para la duda, y concluyeron que si López planteaba un escenario de esa naturaleza, evidentemente estaba involucrado en una colaboración, inscrita en una operación mayor.
Pero aún había más: A comienzos de enero del 76, Luis Lorca es contactado en Lima por el enlace de confianza que López y él mantienen en esa ciudad. El objetivo es que Lorca reciba a un “correo” que López envía desde Chile. Reunidos en el Hotel Bolívar, el militante “del interior” le informa sobre la captura masiva de la dirección de recambio en Chile, solicitando la reorganización del trabajo a partir de un contacto que permita ubicar a “Daniel” (Patricio Barra), el único miembro de ese equipo que no ha sido detenido y probablemente el más experimentado para articular una nueva dirección. También le pide establecer un contacto con José Weibel, dirigente clandestino del PC, para “reestablecer la coordinación de la UP en Chile”.
Sin embargo, el “correo” llegado desde Chile no le inspira confianza. Convienen un segundo encuentro, esta vez en el Cabaret Crillón, en el que Lorca disipará todas sus dudas: en medio de la conversación, le pregunta por la suerte de militantes ficticios que el “correo” afirma conocer. Lorca hace denodados esfuerzos para no exteriorizar su temor. Enfrente suyo, no cabe duda, tiene a un agente de la DINA.
Mucho tiempo después, ya en democracia, Lorca reconocerá en las noticias de los diarios y de la televisión el rostro del “contacto” con el que se reunió dos veces en Lima: Armando Fernández Larios, ex Mayor de Ejército y activo agente del Departamento Exterior de la DINA.
También en democracia -a comienzos de la década de los 90-, Leonardo Schneider (alias “El Barba”), un detenido que integró la Fuerza Central del MIR y que luego de ser capturado colaboró con los servicios de seguridad en la represión a sus ex compañeros, declaró que “a mediados del 75 se sabía había un importante miembro de la dirección del PS colaborando con la DINA. Ese era López”.
Los cercanos a López desconfiaron del rumor que ya circulaba respecto a que el dirigente se encontraba detenido, y aludieron a varios militantes que se reunieron con “Pablo” en el verano del 76. Efectivamente, a fines de enero de ese año, López apareció en Castro, Chiloé, y visitó a su amigo “Johnny” Pérez, a quien había conocido en Arica. También en Arica conoció al constructor civil Carlos López, quien declaró haberse reunido con López en enero y febrero del 76 en el restaurant “Munchen”, en Santiago, y en una fuente de soda cercana a la Vega Central.

Los organismos de derechos humanos, ya en democracia, lo declararon como detenido-desaparecido, y su familia, no volvió a verlo nunca más. Sin embargo, seguían reportándose, esporádicamente, significativos avistamientos del misterioso dirigente: En 1977, un militante lo divisó en la vereda de la entonces Clínica Santa Lucía de la DINA, conversando distendidamente con dos sujetos; un año después, David Olave, vinculado al trabajo del PS en el frente poblacional, lo divisa en un acto religioso-social de la Vicaría Oeste, dirigido por Monseñor Enrique Alvear, en la Basílica de Lourdes. A ninguno le cupo dudas y ambos informaron a sus respectivas estructuras. El dato más revelador, sin embargo, lo entregó el profesor Héctor Riffo, también militante del PS, que el 4 mayo del 78 fue detenido por la CNI y trasladado hasta la Quinta Comisaria de Conchalí y luego a un local del organismo de seguridad. Allí, reconoció al “ex dirigente socialista Jaime López” como la persona que lo interrogó.
Una nueva identidad
Años después, en un temprano informe sobre la DINA sistematizado por miembros de un equipo de inteligencia del MIR, en su capítulo referido al reclutamiento de militantes de izquierda por parte de ese organismo, se daba el ejemplo de ocho casos. Uno de ellos era “Jaime: un caso más conocido, pero que no ha sido analizado sistemáticamente. Fue dirigente universitario del Partido Socialista. A comienzos del 73 fue promovido al Comité Central de dicho partido. Con la caída del equipo de dirección del PS, asumió como Secretario General por cuestiones de orden de sucesión. En ese momento fue detenido, rápidamente se desmoralizó y ofreció su colaboración, la que fue puesta a prueba, saliendo en libertad pero viviendo en casas proporcionadas por la DINA, lo que le permitió vivir con su compañera, que también colaboraba. Se mantuvo un buen tiempo a la cabeza del PS, ubicando en conjunto con el Estado Mayor de la DINA a los distintos niveles del PS, pero el objetivo principal que se le asigno fue el control del exterior, para lo cual envió agentes en gira hacia Europa y Cuba; el mismo viajó a un pleno en el exterior y se entrevistó en calidad de secretario general del PS con altos dignatarios de países socialistas y de la socialdemocracia.
El reporte agregaba que “todo el manejo de comunicaciones lo desarrolló en conjunto con oficiales de la DINA. Su periodo de actividad comprendió más de un año en la función de secretario general. ¿Cuánto construyó? Es una pregunta sin respuesta; en todo caso, se le mantuvo alejado de su familia hasta el día de hoy, que viviría con otra identidad, pues al ser detectado pasó a funciones de análisis y asesoría”.

La alusión a una compañera “que también colaboraba” apunta a Clara Rubilar, una militante muy cercana a López, también declarada como desaparecida por los organismos de derechos humanos, pero cuya historia aparece igualmente envuelta en una gran nebulosa. El dato más estremecedor al respecto lo proporcionaría “Daniel” Sepúlveda: “(…) en la época de la Mesa de Diálogo, en 1999, me llegó la siguiente información: López estaría viviendo con otra identidad y dispuesto a hablar.
El mensaje recibido señalaba que él pedía respaldo y condiciones para hablar, y solicitaba le aseguraran su seguridad y refugio en México, donde daría una conferencia de prensa. La persona que me avisó me preguntó si estaba dispuesto a trasladarme a México y conversar con él. Yo respondí que no era el indicado y reenvié lo medular del mensaje a quienes podrían estar interesados. La única respuesta fue la sugerencia de que López hablara con un cura. Como no advertí mayor interés, corté el contacto y me desentendí del tema”.
Un oficial de inteligencia, proveniente del Ejército y con formación en la Escuela de las Américas, que perteneció a la DINA y a la CNI, da pistas, por primera vez del destino del ex dirigente socialista durante todos estos años: según el ex agente, se topó con López en un país de Sudamérica, a mediados de los años 90, asesorando a un gobierno civil en la generación de un organismo centralizado de inteligencia nacional.
El ex agente recuerda haber conocido a López durante el año 73, en Arica, en casa de Odlanier Mena, comandante del Regimiento “Rancagua” de esa ciudad. Odlanier Mena, uno de los pioneros del área de inteligencia en el país, reemplazaría a Manuel Contreras en la CNI, la entidad que se creó tras el fin de la DINA.

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