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jueves, 13 de junio de 2013

Emotiva instalación de monolito en recuerdo de víctimas del Campo de Concentración de Ritoque

Fuente El Ciudadano

Desde el sábado, a la vera del camino costero que pasa por donde funcionó el campo de prisioneros de Ritoque (160 km al norte de Santiago) un monolito desafía el olvido al evocar el sufrimiento, tortura y muerte padecido allí por centenares de ciudadanos que cometieron el delito de tener una visión del mundo distinta al de la dictadura militar y civil que sometió a Chile por 17 años y de nuevo tiene representantes en el actual poder político chileno.
La industria inmobiliaria convirtió los terrenos del antiguo campo de concentración, inaugurado en 1973 y abandonado en 1975, en una lujosa urbanización cercana a la playa, en un sector arbolado del municipio de Quintero, a 50 km al norte de Viña del Mar y Valparaíso. En las inmediaciones también está Puchuncaví, otro campo de prisioneros. Los propietarios y residentes de ese lujoso sector playero ignoran por completo que allí donde viven funcionó un campo de concentración.

La iniciativa de erigir ese modesto monumento recordatorio fue adoptada por el Grupo Debate de Valparaíso, que reúne a ex presos políticos y a militantes de diferente signo político de izquierda. “Monolito recordatorio, Campo de Prisioneros Políticos de Ritoque, homenaje ciudadano organizado por Grupo Debate de Valparaíso”, reza un volante para el recuerdo distribuido por los organizadores. “A la memoria histórica de los prisioneros políticos que entre 1973 y 1975 permanecieron en este recinto ubicado en la Comuna de Quintero”.

La Ilustre Municipalidad de Quintero nunca les otorgó la solicitada autorización oficial para instalar el símbolo, que decidieron colocar de todas formas en las primeras horas del sábado 8 de junio. Llevaron electricidad, hierros para asegurar la base del monumento y, por supuesto, abundante café caliente para combatir el frío húmedo y penetrante del invierto costero. Afortunadamente, apareció el sol y hubo un hermoso día invernal, cálido y emotivo, con la presencia de unas 150 personas que se desplazaron por sus propios medios y en un autobús alquilado por los organizadores.
Un sobreviviente de ese campo de concentración, Sergio Vuscovic, alcalde de Valparaíso en tiempos de Salvador Allende, explicó que allí estuvieron muchas personalidades del gobierno allendista que después fueron alcanzados por la mano larga del terrorismo de Estado, dentro de Chile y en el exterior, como el periodista José Tohá, ex ministro de Interior y de Defensa asesinado en 1974 en el hospital militar de Santiago, y Orlando Letelier, también ex ministro de Defensa, asesinado en Washington en 1976. Entre los presos que no eran importantes, pasó por allí mi fallecido hermano Hernando Carmona Ulloa, quien alguna vez me contó que de noche sacaban presos de su lecho para sumergirlos desnudos en rebosantes tambores de 200 litros de agua de mar fría.

El gobierno de Salvador Allende construyó en Ritoque y la cercana Melinka balnearios para familias pobres administrados por la Central Única de Trabajadores (CUT), pero los militares cerraron los terrenos con rejas de madera y alambres de púa para convertir el balneario popular en un campo de concentración.

Entre los presos de Ritoque estuvieron Algunos miembros del gobierno de Allende detenidos en la austral Isla Dawson, cerca de la Antártica, fueron traídos a Ritoque en junio de 1974. En octubre de ese año, otros presos fueron transferidos desde Chacabuco, en el desierto de Atacama, y Tres Álamos, una prisión habilitada en un edificio público del sur de Santiago. El campo pertenecía a la cercana base aérea de Quintero, mientras la mayoría de los guardias se rotaban entre Carabineros y Fuerza Aérea.

Los presos políticos fueron hacinados en barracas de madera donde eran frecuentemente allanados, golpeados y sometidos rutinariamente a castigos colectivos, como el plantón (permanecer de pie por largas horas) y a extensas y exhaustas jornadas de ejercicio físico. En una cruel diversión castrense, ciertos cautivos eran obligados a correr perseguidos por perros policiales adiestrados para el ataque, según los relatos que me hizo mi hermano Hernando. Conducidos a la playa en horas de la noche, con los ojos vendados y amarrados, solían ser golpeados con sacos mojados. Los presos vivieron sometidos a amenazas, golpizas y amedrentamientos nocturnos, como descargas interminables de ráfagas de ametralladoras en medio de la noche.

Condujo el acto Eduardo Palma, dirigente del Grupo Debate. Además de Vuscovic, habló Arturo Pérez, hijo de un prisionero ya fallecido, y muchos otros se dirigieron al público, como Walter Caimí, periodista uruguayo, y el autor de estas líneas, quien entregó un saludo fraternal y solidario del Círculo de Periodistas de Santiago y de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap). Hubo canciones y mucha emoción. La pregunta es ¿respetarán la presencia del monolito a la vera del camino público, o lo removerán?            

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