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martes, 18 de junio de 2013

Un botón de muestra. Por Alfredo Peña. Cientista político y Periodista


El violento asalto de Carabineros a la casa central de la Universidad de Chile ha sido un pequeño “botón de muestra” para todos aquellos jóvenes de hoy sobre cómo era vivir bajo la dictadura de Pinochet.
Lo que sufrieron sólo por algunos minutos los estudiantes universitarios, que fueron perseguidos y duramente apaleados por la policía y asfixiados por los gases lacrimógenos, es sólo una pequeñísima muestra de lo que tuvimos que vivir todos los días, durante 17 largos años, los chilenos y chilenas soportando el terrorismo de Estado.

Los estudiantes sintieron en carne propia una pincelada de la represión que sufrimos en esos años. En ese tiempo de oscuridad, no sólo los apaleaban, sino también los torturaban, los asesinaban o los hacían desaparecer. Fue lo que le ocurrió al joven dirigente socialista Carlos Godoy Echegoyen, al joven dirigente universitario DC, Mario Martínez que fue encontrado "ahogado" en 1986 en una playa de Santo Domingo o a los hermanos Vergara Toledo, mientras que Rodrigo Rojas Denegri y Carmen Gloria Quintana fueron salvajemente quemados por participar en una protesta callejera, sólo por nombrar algunos de los casos más emblemáticos.


Durante la dictadura, caer detenido era un pasaje a la incertidumbre. Estar preso en una comisaría no era garantía de nada, pues pasaban por ellas los agentes de la CNI que se llevaban a algunos detenidos, para hacerlos aparecer después muertos en falsos enfrentamientos. Como ocurrió con la matanza de Corpus Christi que la CNI la bautizó como Operación Albania, donde murieron doce jóvenes en supuestos enfrentamientos en junio de 1987.


Hoy, en democracia, la sociedad se horroriza -y con razón- por la ocupación armada que hizo Carabineros de la casa central de la Universidad de Chile. Pero en dictadura, atentados como éste ocurrían todos los días, pues el rector era un funcionario más de la dictadura nombrado por Pinochet, así como los agentes de la CNI disfrazados de estudiantes, creaban un clima insoportable de represión y persecución de todos los días.


En las calles, portar un spray era sinónimo de opositor. Llevar panfletos, un extremista. Una molotov, un terrorista, a todos los cuales se les podía asesinar impunemente, a vista y paciencia de una aterrorizada población. Recuerdo a la joven estudiante universitaria María Paz Santibáñez, hoy una eximia pianista que vive en Francia, al que un carabinero le disparó en la cabeza al mediodía de un día de septiembre de 1987 en plena calle Agustinas con San Antonio. Quedó gravemente herida y su largo tratamiento de rehabilitación tuvo que realizarlo en Paris, gracias al gobierno francés.

La policía y también las patrullas militares podían disparar a destajo contra los civiles, con el aplauso de los ministros y autoridades dictatoriales.


Por ello, cuando hoy los jóvenes preguntan "¿Y por qué no hicieron más?", "¿Por qué no fueron capaces de derrocar a Pinochet?" Bien valdría responder con el poema de Pablo Neruda sobre el sufrimiento del pueblo español bajo la dictadura de Francisco Franco: "Venid a ver la sangre por las calles".


Más de 3.500 muertos o desaparecidos, medio millón de chilenos exiliados, decenas de miles encarcelados, torturados, exonerados. Un pueblo entero aterrorizado. Y, a pesar de todo aquello, a pesar de los tanques y las balas, ese pueblo se puso de pie y dio su lucha contra la dictadura.


Ojalá que esta pequeña muestra de represión policial que sufrieron en estos días les sirva a nuestros jóvenes para reflexionar y entender las difíciles condiciones que tuvo que enfrentar el pueblo chileno para sacar a la dictadura de La Moneda, lucha que sigue hoy, tratando de terminar con la pesada herencia del pinochetismo, como la Constitución de 1980 y las leyes de "amarre". Para ello, no bastan unos iluminados. Es el pueblo entero el que se debe movilizar para luchar por más justicia, más igualdad y más democracia.

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