La extraña muerte del militar que enfrentó a la DINA
Ayudó a prisioneros del MIR, se enfrentó a un oficial cercano a Manuel Contreras y finalmente su cuerpo fue hallado con un disparo en el cráneo. Luego de 40 años de mentiras y de datos que vinculan a Colonia Dignidad en el crimen del oficial, la causa está sobreseída temporalmente.
Cuarenta años se cumplen ya desde el día en que fue hallado, en un cerro cercano a Talca, el cuerpo sin vida del capitán de Ejército Osvaldo Heyder Goycolea, cuya extraña muerte es uno de los grandes misterios que aún quedan por resolver de la época de la dictadura, pues en ella habrían participado en conjunto la Colonia Dignidad y la DINA, organismo de inteligencia con el cual Heyder se enfrentó abiertamente, al ayudar a un grupo de presos del MIR que estaban en las manos de la policía secreta de Pinochet.
Durante años, la dictadura dijo públicamente que la muerte de Heyder era un homicidio. Dependiendo de quien contara la historia y a quién, los responsables eran miristas que se infiltraban por la cordillera desde Argentina, o “guerrilleros” que habían seguido al capitán desde el regimiento Maipo de Valparaíso hasta Talca, donde lo habrían ultimado de un disparo al interior de su Citroen AX-330 blanco, el cual fue hallado en la mañana del 05 de junio de 1975 en el sector del Cerro La Virgen.
En privado y en la investigación judicial que se abrió a inicios del siglo XXI, sin embargo, los militares que conocieron el caso, así como los ex miembros de la DINA sospechosos de haber participado en su muerte, cuentan otra historia: que Heyder se suicidó. Los supuestos motivos también varían: algunos dicen que tenía problemas de faldas, otros que tenía problemas económicos, otros incluso dicen que tenía problemas de drogas. No obstante, nada de ello se condice con el buen estado que tenía su matrimonio, con la buena situación económica del mismo, ni con los proyectos que Heyder abrigaba para su futuro.
Lo que prácticamente todos olvidan, sin embargo, es cómo Heyder se opuso a la bestialidad de la DINA en Valparaíso, dando un trato digno a una serie de detenidos que formaban parte del MIR y salvando la vida de varias mujeres.
EL REGIONAL VALPARAÍSO
A fines de 1974, la Agrupación “Vampiro”, perteneciente a la Brigada “Caupolicán” de la DINA, se dejó caer en Valparaíso, con un objetivo muy claro en mente: exterminar a la dirigencia regional del MIR.
Un par de meses antes había dado muerte al líder máximo del grupo, Miguel Enríquez, y luego de Valparaíso el siguiente objetivo era Concepción. Para ello contaban con un arma secreta: la ex mirista penquista Marcia Merino Vega, “La Flaca Alejandra”, en ese momento ya reconvertida en agente de la DINA. De ese modo, poco les costó capturar a los más importantes líderes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria en el puerto, en operativos liderados por el entonces teniente Fernando Lauriani Maturana, más conocido como “El teniente Pablito”.
En dichos operativos también prestó apoyo el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) del Regimiento Maipo, encabezado por su jefe, el capitán Heyder. El resultado del raid de cerca de un mes que se dio la DINA por la Quinta Región culminó con más de veinte detenciones y una muerte, la del militante Alejandro Villalobos Díaz, quien fue asesinado en una casa de calle Montaña. Además, tenían un premio de caza mayor, ya que habían capturado al jefe regional del MIR, Erick Zott, quien, al igual que Heyder y Merino, era de Concepción.
La participación de Heyder en los operativos quedó estampada en su hoja de vida, donde figura una felicitación al respecto.
No obstante, Heyder se sentía repugnado por los métodos de la DINA, como lo señaló judicialmente su esposa, Cecilia Contador, en la causa que se abrió a inicios de los años 2000 en el entonces Tercer Juzgado de Letras de Talca.
Por cierto, quienes eran sus amigos dentro de Ejército no creen en la versión del suicidio. El brigadier general en retiro Luis Eugenio Meza, quien fue uno de los primeros en llegar al cerro La Virgen ese 5 de junio, declaró ante la Brigada de Derechos Humanos de la PDI que “hasta el día de hoy tengo la duda de lo que realmente ocurrió”, mientras que el mayor en retiro Carlos Verdugo fue más directo ante los detectives, a quienes señaló que “quiero ser muy enfático en decir que Osvaldo no era una persona que tuviera la capacidad de suicidarse, por su carácter y forma de ser”, agregando que ante una injusticia “sé que se la iba a jugar entero”.
De hecho, Cecilia Contador, la viuda de Heyder, dijo el 13 de abril de 2004, en el proceso judicial, que Meza le reconoció en privado muchos años después, ya estando en retiro, “que mi marido no se suicidó, lo mataron, nada más, muy escueto”.
EL POLICÍA BUENO
El 23 de octubre de 2002 Erick Zott se presentó ante el cónsul de Chile en Austria, donde reside, y prestó una declaración fundamental para la causa. En ella señaló que a mediados de los años 80, mientras actuaba como testigo en una causa que Colonia Dignidad había incoado en Bonn (Alemania) en contra de Amnistía Internacional, presenció una conversación confidencial entre Walter Rövenkamp, dirigente de Amnistía, y el ex número dos de la Colonia, Hugo Bäar, que a fines de 1984 logró huir del enclave regentado por Paul Schäfer.
Según el relato de Bäar, a mediados de los años 70 él estaba, entre otras cosas, a cargo de las armas de la colonia, “y de esta manera se enteró que en el invierno de 1975 dos miembros de la Colonia Dignidad, a quienes identificó y cuyos nombres no recuerdo, participaron en un atentado en contra de un oficial del Ejército chileno en la ciudad de Talca. Hugo Bäar recibió el arma de vuelta y estos dos miembros de la colonia se ocultaron temporalmente en el sur de Chile. Sobre esta conversación recuerdo que Rövenkamp tomó notas escritas y se iniciaron consultas para poder determinar la identidad de la víctima de este atentado”.
Zott no atinó de inmediato a comprender que se trataba de Heyder, el hombre a quien conoció muy de cerca en sus días en cautiverio en el regimiento Maipo, como lo declaró también en Viena, el 15 de abril de 2003, a dos detectives chilenos que viajaron a entrevistarlo.
A ellos les contó que luego de ser detenidos y llevados al regimiento Maipo, los presos del MIR fueron brutalmente interrogados y torturados por la DINA. No obstante, después se presentó ante ellos, vestido de uniforme, el capitán Heyder, quien “me dijo que él también era de Concepción, dándome a entender que no estaba de acuerdo con el procedimiento de la DINA, a cargo del teniente Lauriani, señalando que en esta ocasión no se cumplía el dicho de ‘donde manda capitán, no manda marinero’, ya que Lauriani, con un grado inferior al suyo, impartía instrucciones para detener y torturar a los detenidos, mostrándose en desacuerdo con ese tratamiento”, aseveró Zott.
Por supuesto, varios de los prisioneros creyeron que lo de Heyder era una simple impostura, suponiendo que jugaba al papel de “el policía bueno”. Sin embargo, Zott le creyó por algún motivo, quizá por haber sido casi de la misma edad, ser penquistas y ambos haber estudiado en la Universidad de Concepción (Heyder cursó dos años de derecho antes de entrar a la Escuela Militar). Además, el oficial le dijo cosas que le hicieron creer en él: “Osvaldo Heyder me reiteró en varias oportunidades su progresivo asco frente al personal de la DINA y su pleno distanciamiento de los métodos y brutalidad empleados por ellos”, precisó Zott a los funcionarios de la PDI.
TRATOS ESPECIALES
La situación hizo crisis luego de que Lauriani golpeara a Zott con su arma, tras lo cual fueron detenidos unos 50 sospechosos, muchos de ellos sin vínculos con el MIR. “Todas las personas sufrieron los malos tratos del personal de la DINA y del regimiento que los acompañaban. Este hecho enfrentó a Lauriani con Heyder, quien desaprobaba el procedimiento”, recordó “el gringo” Zott ante la policía.
En diciembre de 2003 la PDI interrogó a “La Flaca Alejandra”. Allí, ella aseveró que después de estar en Valparaíso, “me enteré que Fernando Lauriani había tenido problemas con un oficial importante del regimiento Maipo, quien no estuvo de acuerdo con los métodos utilizados por el encargado de los interrogatorios (Lauriani); es decir, con la aplicación de torturas en los interrogatorios”.
Pero no fue lo único que señaló: “Esta situación la recuerdo muy bien, por cuanto fue la primera vez que escuchaba que algún militar estuviera totalmente en contra de los métodos de la DINA y les encarara los interrogatorios o la aplicación de torturas”.
Otro hecho que enemistó a Heyder con la DINA fue lo que sucedió con Liliana Castillo Rojas (esposa de Neftalí Carabantes Olivares, quien hasta el día de hoy se encuentra desaparecido), la que se encontraba en avanzado estado de embarazo y dio a luz a dos gemelas en la enfermería del regimiento. “Osvaldo dispuso todos los recursos a disposición para que el parto y la convalecencia fueran satisfactorios, a pesar de que Lauriani se opuso a los ‘tratos especiales’ aplicados”, contó Zott a los agentes de la Brigada de DD.HH.
Luego de ello, “recuerdo que el capitán Heyder solicitó mi intervención para que convenciera a un militante, conocido con el apodo de ‘Mota’ para que proporcionara la ubicación de armas que había escondido. Heyder me comenta que este joven estaba siendo salvajemente torturado y que Lauriani estaba dispuesto a matarlo si no confesaba. Yo hablé con el ‘Mota’ y lo obligué a proporcionar la información requerida, bajo mi responsabilidad ante el partido. Los agentes realizaron el desentierro y encontraron un par de armas cortas, completamente oxidadas e inservibles”.
Sergio Vásquez, en tanto, a quien le decían “El Mota”, expresó a la PDI, en 2004, que “creo también que sería Osvaldo Heyder quien el día 27 de enero dio permiso para que nos sacáramos las vendas y nos relajáramos, e incluso Sergio Vesely pudo cantar ‘Gracias a la vida’ de Violeta Parra y otras canciones”.
HEYDER, HEIDER, HEIDEN
A fines de enero de 1975, la DINA estaba a punto de volver a Santiago y Heyder sabía lo que significaba aquello. Por eso se acercó a hablar con Zott, “preguntándome qué podía hacer por nosotros, haciendo presente que por mí no estaba en condiciones de intervenir. Yo le solicité que, bajo el pretexto de diligencias pendientes, solicitara que permanecieran en el regimiento las mujeres”, recordó el ex prisionero ante la policía.
El 29 de enero, quince prisioneros fueron trasladados a Santiago, entre ellos dos mujeres que Heyder no logró retener. Desde allí, Zott fue después llevado a Concepción y luego a Colonia Dignidad, donde quedó en manos del segundo hombre de la DINA, Pedro Espinoza. Luego de una serie de vejámenes y una larga detención, Zott finalmente quedó en libertad, lo mismo que otros seis de sus compañeros, pero los ocho restantes fueron hechos desaparecer. Recientemente la Corte Suprema dictó condena por este caso, conocido como “Los ocho de Valparaíso”. Las víctimas de estos hechos son Horacio Carabantes, Alfredo García, María Isabel Gutiérrez, Fabián Ibarra, Sonia Ríos, Carlos Rioseco, Abel Vilches y Elías Villar.
Entre los condenados por estos secuestros se cuenta Fernando Lauriani, pese a que este dijo, en el proceso judicial del caso Heyder, que en esa época pertenecía al Departamento de Educación de la DINA, donde trabajaba como “encargado de la infiltración marxista” en los liceos, sin haber estado nunca en Valparaíso: “No recuerdo haber formado parte de una comisión de servicio a dicha ciudad en ese periodo”, afirmó, olvidando no solo su viaje a la Quinta Región, sino el hecho de que existen varios testimonios que lo sitúan en esa época como un interrogador estable al interior de Colonia Dignidad.
Por cierto, el jefe de la Brigada Caupolicán, el mayor Marcelo Morén Brito, tampoco recordaba haber viajado a Valparaíso a ese operativo.
Heyder, en tanto, fue trasladado a Talca hacia febrero de 1975. Aunque nunca estuvo claro a qué función llegó, las detalladísimas fichas de la Colonia Dignidad, desclasificadas el año pasado, relatan que fue destinado al mismo Servicio de Inteligencia Militar (SIM), organismo al cual la DINA le tenía un odio profundo… lo mismo que Colonia Dignidad, que mantenía fichas de todos los miembros del SIM del sur de Chile, atribuyéndoles a cada uno de ellos las más nefastas características, a diferencia de los integrantes de la DINA, de quienes también tenían fichas, aunque por lo general estas mostraban alabanzas hacia los agentes de Contreras.
Un hecho curioso de las tres fichas halladas en Colonia Dignidad sobre Heyder es que, pese a quien las escribía era un germanoparlante, Gerd Seewald, el apellido “Heyder” está mal escrito, pues figura con “i”, es decir, “Heider”, en las tres fichas que se encontraron a su nombre.
En español no existe a nivel fonético diferencia alguna entre la “y” y la “i”. Sin embargo, en alemán, la combinación de letras “hei” se pronuncia distinto que la combinación “hey”. Mientras la primera suena a oídos de un hispanoparlante como “jai”, la segunda suena a “jei”.
Lo anterior no pasaría de ser anecdótico, si no fuera porque en una confusa declaración prestada en alemán por el ex guardaespaldas de Paul Schäfer, Kurt Schnellenkamp, se le preguntó al respecto, ante lo cual dijo no conocer el nombre Osvaldo Heyder, pero sí el de un tal “Heide” o “Heiden”, respecto del cual aseveró que “no puedo decir si este corresponde a Osvaldo Heyder. Sobre este ‘Heiden’ se discutía bastante en la colonia, aunque de forma reservada. La discusión se terminaba prontamente bajo el argumento de que era una sarta de mentiras”. Al respecto, más adelante agregaría un detalle muy llamativo, que mencionó fuera de contexto, cuando ya había dejado de hablar de “Heide”: “Se trataba de un arma particular con silenciador, que Hugo Baar debió haber proporcionado, pero que nunca llegó”.
Sobre este punto, en su declaración de 2003, Zott agregó un detalle importante: que a Hugo Bäar le constaba la participación de la colonia en el crimen “porque le tocó entregar las armas ocupadas en dichos operativos, recordando además que una de estas era una pistola marca Luger, calibre 9 mm., la cual fue devuelta por estos y recibida por él mismo”.
Y hay otro detalle nada de menor: tanto Lauriani como Morén Brito reconocieron ante la justicia haber estado en Talca en junio de 1975, enviados por Manuel Contreras a “investigar” la muerte del capitán. Por supuesto, de acuerdo a sus conclusiones, fue un suicidio, aunque en 1975 Morén Brito, quien se acercó a Cecilia Contador, le señaló algo distinto: además de asegurarle que Osvaldo era “su amigo”, le dijo que debía consolarse pensando “que Osvaldo había peleado cuerpo a cuerpo antes de morir, ya que tenía piel en las uñas y algo en los botones”.
SOBRESEÍDA TEMPORALMENTE
Si a principios de los años 2000 sonaba descabellado pensar que los alemanes participaban de operativos en conjunto con la DINA, las fichas revelan hoy que eso sucedía en forma constante. Aun cuando en el sumario del caso Heyder, el ex director de la DINA, Manuel Contreras, negó toda relación con la colonia, la lectura de las 45 mil fichas entregadas el año pasado a organizaciones de DD.HH. por parte del juez Jorge Zepeda muestran cómo la colonia espiaba para sí y para la DINA desde Santiago al sur, la forma en que acopiaba información de todo tipo y las misiones de inteligencia que realizaba en ciudades como Concepción, Talca, Chillán, Los Angeles y San Carlos.
Pese a toda la información, la causa se encuentra hoy afecta a un sobreseimiento temporal. A este respecto, Hernán Fernández, el abogado que representa a Adriana Heyder, puntualiza que se están haciendo todos los esfuerzos posibles a fin de reabrir el sumario, para lo cual, entre otras cosas, se está en la búsqueda de un testigo que tendría información clave al respecto.
Adriana Heyder, en tanto, señala que “por todas las declaraciones hechas hasta ahora durante el proceso estoy convencida de que mi hermano fue asesinado, especialmente por mi análisis de las contradicciones de los militares, pero también por los resultados de la autopsia. Se hizo una exhumación, para la cual viajé a Chile especialmente, la cual sugiere la intervención de terceros. Creo saber quién fue el asesino de mi hermano, pero no lo puedo comprobar”.
Luego de casi 15 años de trámites judiciales, Heyder se declara “desilusionada de la justicia chilena”, ya que asevera que “todo está paralizado y los posibles testigos se están muriendo”.
Finaliza recordando que, luego de la muerte de su hermano, el propio Augusto Pinochet les dio el pésame en Concepción, para lo cual mandó a buscar a su familia en un Mercedes Benz blindado (que, comenta, quizá era de la Colonia Dignidad), oportunidad en la cual dijo a Lola Goycolea, su madre, que “usted debería estar orgullosa de haber perdido un hijo por la patria”. Vaya ironía.
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