Encontramos “casa del horror” de la CNI en pleno centro de Santiago (Primera parte)
24/06/2015 |
Por Nicolás Borcoski
Sólo algunos detalles separan al edificio ubicado en avenida Blanco Encalada Nº 1935 de ser uno de los destacados en los sitios especializados en oferta inmobiliaria. Pero sus detalles son macabros: marcas de balazos en la azotea, una losa de cemento de muro a muro en el patio del primer nivel, un dudoso diseño arquitectónico y la extraña opción de usar esquirlas de plomo en los muros.
A finales de abril pasado una inusual denuncia, de esas que congelan los huesos, llegó hastaCambio21.cl.
Una joven pareja estaba pronta a cumplir un año de arriendo en uno de los departamentos del edificio ubicado en la Av. Blanco Encalada Nº 1935, en Santiago centro. El duodécimo mes fue el último que pudieron soportar. Necesitaban sacar su voz. Que se sepa. "Tengo sospechas, y evidencia, de que mi departamento fue un cuartel de la DINA o de la CNI". Sin filtro. El golpe fue certero.
En pleno 2015, la mayoría de los chilenos podrían esperar que lo peor de la dictadura ya estuviera siendo investigado por los tribunales. Es lo que pasó con edificios de historia escrita con sangre como los cuarteles: Simón Bolívar 8800 (el descubrimiento más reciente), Londres 38, Tejas Verdes, Venda Sexy, Villa Grimaldi... la lista suma y sigue.
Aún así, todavía quedan en el anonimato edificios o casas que guardan secretos de sangre en sus muros, gritos silenciosos en los rincones más profundos de su historia. Es posible que uno de esos edificios sea el de Blanco Encalada. Hay evidencias.
La casa de Blanco Encalada está a una cuadra del Parque OHiggins |
Las marcas del horror
Vayamos por parte. Hay puntos que sustentan la versión de los ocupantes de uno de los seis departamentos del edificio, quienes prefieren conservar su identidad en reserva.
Lo primero que dicen es que la distribución habitacional es "peculiar". Un living-comedor ajustado, una kitchenette, un closet en el pasillo que las hace de bodega pequeña, sostienen la teoría: el edificio era de oficinas, readecuado para el arriendo como vivienda.
Segundo. Cuando la pareja que nos contactó realizaron arreglos a su depto, detectaron "astillas" de plomo en la mezcla del cemento. Curioso. Eso explicaba la mala señal de los celulares. El padre de la denunciante, coronel en retiro de Gendarmería, les alertó sobre el dato. Ese metal pesado era frecuentemente usado para interferir las señales de radio. Método poco efectivo, pero eso no se sabía en los 70's.
Un tercer factor llama a las sospechas sobre la existencia de este irregular "departamento". El más fuerte. El edificio de tres pisos cuenta con un patio pequeño en el primero, exclusivo para esa vivienda.
Con la venta de las primeras viviendas, el primer dueño del departamento "A" dio inicio a trabajos de ampliación hacia el patio, según relató a los denunciantes. Comenzó a cavar. Solo pudo hacerlo unos centímetros. Se encontró con una losa de cemento que va de muro a muro. Dentro de la mezcla había elementos que corresponderían a restos orgánicos. Luego se sabría, por medio de equipos especiales, que el cemento tenía 1,5 metros, aproximadamente, de profundidad. Todo esto transcurrió al inicio de los años 90, en el período más duro de la transición a la democracia.
La persona que hizo el hallazgo (y cuya identidad se mantiene bajo reserva), se puso en contacto con organismos de Derechos Humanos. Sin embargo, no fueron ellos los que llegaron a tocar a su puerta, sino que militares, los que se ofrecieron a realizar el trabajo, sin costo. Una condición: silencio.
En esa misma conversación dijo a nuestros confidentes que el edificio había funcionado como cuartel de la CNI. Dato que reveló con total liviandad y sin explicar cómo lo sabía, dando cuenta que aún hay personas que no le toman el peso a las situaciones que vivió nuestro país o el nivel de atrocidades que hubo , con crímenes de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos.
Por último, según los denunciantes, en los muros de la azotea hay perforaciones que corresponderían a marcas de impactos de bala. Los reconocieron al tener familiares con formación militar que lograron identificar las perforaciones como tales. El padre de él, marino.
Estas son las marcas de los supuestos balazos en uno de los muros de la azotea. |
Esto no existe. El árbol de los secretos
Existe un cuarto factor que prende las alarmas sobre la oficina/departamento de Blanco Encalada: no tiene historial que acredite su existencia, es decir, no está registrado en el Conservador de Bienes Raíces. Es aire.
Saquemos las telarañas, desempolvemos las repisas y los secretos saldrán a la luz.
El baúl de los secretos resultó estar a plena vista. El "clóset" del pasillo principal tenía más pasado que el que aparentaba. Cuando comenzó la mudanza y a medida que se comenzó a ocupar el espacio, encontraron documentos que simplemente no pertenecían al lugar ni a ningún otro.
Varios fajos de documentación oficial correspondiente al Instituto Nacional de Estadísticas (INE) estaban en el fondo de esta bodega. Documentos en blanco, listos para usar, apilados.
Nunca supieron de dónde aparecieron. La única certeza que tenían es que su arrendador, era un hombre de secretos. Un árbol cuyas ramas crecen a otros misterios.
Los hallazgos siguieron apareciendo. El "dueño" aseguró que la vivienda había sido recientemente desocupada. Aún así, su estado era deplorable, con marcas propias del paso del tiempo. Piso manchado, murallas en malas condiciones y otras señas de abandono, además de varios objetos "olvidados" en la bodega, como cintas de video y audio y un calendario de 1992 en un muro.
Después de un año viviendo ahí, la pareja denunciante estaba agotada. Dicen haber vivido el peor tiempo que recuerden. Acusan que durante los doce meses que soportaron, su arrendador los presionaba por el pago. Debía ser depositado los días 21 de cada mes, sin posibilidad de otro. Misma fecha en que los antiguos funcionarios públicos recibían sus sueldos.
Los denunciantes pasaron un año completo con un montón de teorías sobre los hombros. Es bajo esa razón que denunciaron el supuesto ante el programa de Derechos Humanos del ministerio del Interior.
La autoridad tomó el caso y comenzaron las pericias. Sin embargo, poco pudieron hacer en primera instancia. Para poder indagar en profundidad, necesitaban tomar control de la vivienda, lo que no ocurriría con ellos viviendo ahí.
Solo pudieron obtener muestras de los muros para comprobar la presencia de plomo. El ministerio se llevó parte de las hojas supuestamente pertenecientes al INE. La Policía de Investigaciones (PDI), hizo lo suyo con el resto.
Esta es sólo la primera parte de la historia. Espere la siguiente parte en la próxima edición.
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