La hora de Rosenblut
por XIMENA PÉREZ VILLAMIL 23 junio 2015
El 25 de mayo el directorio de Enersis escuchó por primera vez el detalle de las boletas y facturas entregadas a Endesa por personas expuestas políticamente (PEP), incluidos Pedro Yaconi, recaudador de las campañas de Frei y Bachelet, y Giorgio Martelli, el autodenominado operador político.
Cuando el gerente de auditoría de Enersis, Alain Rosolino, concluyó su presentación, Jorge Rosenblut, el presidente de la compañía, hizo un comentario. Dijo haber visto a Yaconi y Martelli reunidos con Sebastián Fernández, gerente de desarrollo de Endesa hasta febrero pasado, y con Massimo Tambosco, subgerente general de Enersis hasta noviembre de 2014, cuando asumió la gerencia de desarrollo de generación de Enel para Latinoamérica.
El resto de los presentes guardó silencio. Las palabras de Rosenblut no cayeron bien, porque en su estilo elegante, nunca agresivo, deslizaba los nombres de dos gerentes –uno de los cuales, Fernández, ya no trabaja en el grupo eléctrico– a los que no acusaba de nada, pero cruzaba sus nombres con los de Martelli y Yaconi.
Lo que Rosenblut pareció olvidar, a juzgar por sus palabras, es que él promovió la contratación de Yaconi y su empresa C2P ante el mencionado gerente de desarrollo, a poco de asumir la presidencia de Endesa, en diciembre de 2009, para que lo ayudara a destrabar los conflictos con la comunidad originados por el proyecto Punta Alcalde, en Huasco.
Al interior de Endesa el asunto fue motivo de comentarios, porque históricamente la empresa trabajó con Tironi y Asociados, a la que le habría correspondido cumplir ese mandato.
A Martelli lo conoce hace mucho tiempo. Rosenblut lo convocó en 2004 para asumir como administrador electoral de la primera campaña presidencial de Michelle Bachelet, según afirmó Reportajes de La Tercera.
El asunto es extremadamente delicado: Endesa es una empresa regulada, al igual que Chilectra, es decir, sujeta a fijaciones tarifarias. Y resulta más complejo por el doble sombrero de Rosenblut. Mientras era presidente de Endesa, fue mandatado por el directorio para distribuir aportes reservados por US$1 millón, entregados a través del Servel a las campañas presidencial y parlamentaria de 2013. En paralelo al cumplimiento de esa función, gestionaba aportes fuera de la ley en Endesa.
De ahí en adelante hicieron una dupla en la que Rosenblut se reunía con los gerentes generales o altos mandos de las empresas –como Patricio Contesse, en Soquimich, y José Tomás Guzmán, en el grupo Angelini–, concordaba un monto “para financiar la democracia” y luego Martelli se encargaba de la parte operativa, léase facturas, boletas y estudios para justificar los pagos políticos.
Así lo declaró Martelli en los maratónicos interrogatorios del Fiscal Nacional Sabas Chahuán: “Rosenblut me contactó con José Tomás Guzmán y me dijo el monto autorizado para la operación con el grupo Angelini. Guzmán estableció la distribución de financiamiento entre las empresas del grupo y me indicó los montos de cada empresa de un monto general que se había pactado entre Guzmán y Rosenblut”.
Con esa fórmula, Asesorías y Negocios, la sociedad de Martelli, recibió $223 millones de Soquimich Salar y $208 millones de Empresas Copec, Celulosa Arauco y Cruz del Sur –del grupo Angelini– entre 2012 y 2013, los que sirvieron para financiar a un conjunto de profesionales que trabajó durante el período de precampaña y, más tarde, ingresó al Gobierno de Bachelet.
Endesa y Enersis alistan querellas
El 28 de mayo, tres días después de la reunión de directorio de Enersis, el auditor Rosolino realizó la misma exposición frente a los representantes de la mesa de Endesa. El trabajo abarcó tres años –desde 2012 a 2015–, por lo que se le pidió ir más atrás, hasta 2005, para tener un panorama completo que no dejara dudas sobre la transparencia de la compañía y porque los delitos tributarios, si son reiterados, prescriben a los seis años.
Según los antecedentes entregados por el gerente de auditoría, Yaconi recibió $186 millones a partir de un contrato firmado con Endesa en diciembre de 2011. Y Martelli, $30 millones por el presupuesto para confeccionar un mapa turístico en Neltume, donde Endesa planea levantar una central. Anteriormente, Martelli realizó junto a su hermano Nicolás un mapa turístico del Cajón del Maipo para Alto Maipo, el proyecto que entonces era controlado sólo por AES Gener.
Ambos aportes, entregados fuera de la ley, son atribuidos a Rosenblut mientras era presidente de Endesa, cosa que la empresa no dice en el hecho reservado enviado a la Superintendencia de Valores, en el que precisa que hasta 2012 existen $549 millones en aportes a campañas al margen del Servicio Electoral. De esos, $$333 millones corresponden a PEP y $216 millones a Martelli y Yaconi, a quienes no identifican por sus nombres, sino como “proveedores que han sido señalados públicamente por medios de prensa por estar relacionados con el financiamiento de campañas políticas”.
El próximo 30 de junio, el informe definitivo de las platas políticas será dado a conocer por Rosolino en las reuniones de directorio que Enersis y Endesa celebrarán separadamente. Incluirá si existen informes de respaldo, si eran necesarios para generar renta en la empresa o si no los hay.
Con el detalle en mano, ambas empresas tienen previsto presentar querellas por defraudación en contra de los que resulten responsables, no sólo por el daño patrimonial sufrido, sino para precaverse de las acciones legales que podrían emprender accionistas minoritarios, entre ellos, las AFP.
Algo que ya ocurrió: la semana pasada Óscar Gajardo, un accionista de Enersis, presentó una querella por apropiación indebida en contra del directorio de Enersis por no informar a los accionistas acerca de los aportes políticos. La acción legal incluyó a SQM, Copec, Banco de Chile, Cencosud, Lan, Falabella, Quiñenco y AntarChile, donde tiene papeles Gajardo, pero no figura Endesa.
Hasta ahora, en Enersis no se encontraron aportes ilegales y está pendiente Chilectra, la distribuidora que Rosenblut presidió entre 1999 y 2005, a la que se le solicitó información, pero aún no ha sido entregada.
Las presiones sobre Rosenblut, quien viajó el miércoles pasado a Miami a una mesa redonda de la Alianza del Pacífico fijada con anticipación, se acrecentaron la semana pasada. El ex presidente de Enersis, de la AFP Habitat y de la Confederación de la Producción y el Comercio, José Antonio Guzmán, sostuvo que “es impresentable para los accionistas y para la opinión pública que Jorge Rosenblut siga en su cargo, ya lo deberían haber apartado”. El involucramiento del presidente de Enersis, agregó, “en hechos que rayan lo ilícito, impide que siga al mando de la empresa”.
Mientras, el economista Paul Fontaine, en una carta al director publicada en El Mercurio este sábado, pide a Enel –controladora de Enersis y filiales– que lo “destituya e inicie un juicio en su contra por los daños y perjuicios ocasionados”. Menciona que, al gestionar aportes ilegales en Endesa cuando era su presidente, la llevó a cometer un delito tributario, infringir la ley electoral, al tiempo que introdujo el financiamiento extranjero en la política chilena y perjudicó a los accionistas minoritarios. Y, asimismo, exhorta a las AFP a solicitar el resarcimiento del daño causado.
Rosenblut sería citado a declarar como imputado esta semana, según publica Ciper. Su defensa está integrada por Paula Vial y su socio Mario Vargas –de Vial, Vargas & Compañía–, quienes trabajan en equipo con el penalista Gabriel Zaliasnik, a su vez defensor de Rodrigo Peñailillo, quien declaró la semana pasada en completo sigilo. Se trata de una estrategia coordinada de defensas que incluye a un hombre de enorme poder: Enrique Correa, el dueño de Imaginacción, quien maneja todas las aristas del caso.
Su empresa fue contratada por Penta para integrar el comité de crisis, es el asesor de Soquimich, y ahora entró de lleno a la cancha política, asesorando a Peñailillo y Rosenblut. Estos se reunieron por separado con Giorgio Martelli antes de que prestara declaración –informa este domingo Reportajes de La Tercera– para buscar una estrategia común, pero no tuvieron éxito en sus afanes.
El asunto es extremadamente delicado: Endesa es una empresa regulada, al igual que Chilectra, es decir, sujeta a fijaciones tarifarias. Y resulta más complejo por el doble sombrero de Rosenblut. Mientras era presidente de Endesa, fue mandatado por el directorio para distribuir aportes reservados por US$1 millón, entregados a través del Servel a las campañas presidencial y parlamentaria de 2013. En paralelo al cumplimiento de esa función, gestionaba aportes fuera de la ley en Endesa.
Su encanto hacia el poder
Egresó del Instituto Nacional en 1968 y entró con 16 años a Ingeniería Civil en la Universidad de Chile. De su vida institutana y del campus Beauchef no hay mayores recuerdos.
No había desarrollado aún las habilidades sociales que con el tiempo le permitirían entrar fácilmente a cualquier círculo. Alegre, buen conversador, puede ser muy cercano y amable, lo que le ha sido útil para tejer redes por donde pasa.
Quienes han compartido directorios con él –Ripley, Chilectra, AFP Cuprum (representando a la canadiense Sun Life), Endesa y, desde el 4 de noviembre, Enersis– coinciden en que puede ser extremadamente halagador y, en ocasiones, obsecuente. Cuentan que presenta efusivamente a Francesco Starace, el vicepresidente de Enersis y gerente general de Enel, cuando se integra al directorio por videoconferencia con frases del tipo “el señor vicepresidente se ha sumado a la reunión, bienvenido Francesco”. O puede aplaudir con entusiasmo los dichos del representante del dueño o del mismo dueño, como ocurría con Lázaro Calderón, el gerente general y socio de Ripley, en las reuniones de directorio de la multitienda.
“Cuanto más poder tiene una persona más encantador es”, lo describe un director que compartió con él. Ha sabido manejar muy bien su imagen en los medios, apareciendo como un tecnócrata liberal en el Gobierno de Frei –en el que fue subsecretario de Telecomunicaciones y subsecretario general de la Presidencia–, en oposición a los políticos que eran parte del círculo de hierro del ex Mandatario, lo que generó una pugna de poder que trajo insospechadas consecuencias.
En un comité político, Edmundo Pérez Yoma, entonces ministro de Defensa, molesto por las publicaciones de prensa que destacaban a los tecnócratas por sobre los políticos, usó el término la “troika judía”, refiriéndose a Rosenblut, al secretario de comunicaciones, Pablo Halpern, y al gerente general de la Corfo, Eduardo Bitran, también tecnócratas. El tema escaló, se le atribuyeron al entonces subsecretario de Obras Públicas, Guillermo Pickering, dichos antisemitas en una reunión de la DC, lo que él desmintió, pero el asunto no se zanjó sino hasta un par de años después con los mandamases del Comité Representativo de Entidades Judías (Crej). En el intertanto, Rosenblut dejó el Gobierno, ya que no tuvo sintonía con Juan Villarzú, el ministro de la Segpres que sucedió a Genaro Arriagada, y porque el antisemitismo atribuido a Pickering, que nunca pudo ser probado, terminó también jugándole en contra al propio Rosenblut.
Cuando The Clinic publicó que se reunió con Patricio Contesse, entonces gerente general de Soquimich, con el fin de recaudar fondos para la última campaña de Bachelet, al día siguiente, el 16 de abril, Rosenblut apareció en El Mercurio intentando dar visos de normalidad a un hecho que no lo era. “Hay un intento por desvirtuar una actividad que es perfectamente legítima, necesaria y bien intencionada, como es la de aunar apoyos para la política en una causa en la que uno cree y que tiene una dimensión país, sea del sector que sea”, señaló. De la reunión con Contesse, sostuvo que la “única finalidad fue promover un apoyo económico a lo que sería una eventual candidatura presidencial de la Nueva Mayoría. Y no hay nada irregular en eso ni hubo otro encuentro”.
Sin embargo, antes de la entrevista con El Mercurio, Rosenblut tuvo otra reunión con Contesse –esa vez en el Hotel Ritz-Carlton– para intentar conocer cómo serían sus declaraciones ante la Fiscalía.
Su pololeo con Ximena Rincón, actual ministra del Trabajo y antes de la Segpres, ha sido manejado con precisión. Para evitar los rumores, la relación amorosa apareció en un Top Secret de La Segunda, el 21 de noviembre, y una semana después, Rosenblut daba una extensa entrevista a Capital, en la que confirmó una relación “seria y formal” con Rincón, por lo cual –adelantaba– pasaría más tiempo en Chile que en Miami. No fue todo: a los pocos días acompañó a Rincón a la premiación como una de las 100 mujeres líderes galardonadas por El Mercurio, y fue fotografiado junto a ella, al director del diario, Cristián Zegers, y a su dueño, Agustín Edwards. El vínculo amoroso le suma influencia y él lo muestra.
Está emparentado políticamente con Rodrigo Valdés, el ministro de Hacienda, quien está casado con su sobrina Ilana Meller Rosenblut, hija del economista Patricio Meller y Clarita Rosenblut, su hermana.
Su fallido paso por el sector inmobiliario
Una de sus típicas frases es que en la vida hay que viajar liviano, tener pocos bienes, no comprarse varias casas y tener en ellas no más diez objetos, o sea, los que puedan contarse con los dedos de las manos.
El año pasado como presidente de Endesa (enero a noviembre) y de Enersis durante el mes de diciembre, recibió una dieta de $95,9 millones, descontados los impuestos, lo que da un sueldo mensual de $7,9 millones. En Chilectra era un poco menos, por lo que debe ser un hombre ordenado en sus gastos.
Levantó anclas en 2002 y recaló en Miami. Fue el que impulsó a Archiplan, la firma de arquitectura de Raimundo Onetto, Ignacio y Jaime Hernández (Las Tacas, Cantagua, Imago Mundi) a abrir una oficina en Miami. Convenció a Hernández, a quien conocía, pues ambos eran apoderados del mismo curso en el Santiago College.
Archiplan invitó a Patricio Kreutzberger y se asoció con el cubano estadounidense Pedro Martin y la familia argentina Grosskopf , crearon Terra Group, levantaron tres edificios, pero los agarró la crisissubprime, la que paró las ventas en seco de los proyectos Quantum y 900 Biscayne. Y la primera torre, Metropolis, que se salvó de la caída inmobiliaria, se inundó con los huracanes Katrina y Wilma y las ganancias se esfumaron.
Rosenblut era miembro del directorio que se reunía semanalmente, pero no recibía ingresos. Vivía en una casa sencilla en Coconut Grove junto a su mujer, la arquitecta Lyora Hayman, y sus dos hijos, describen quienes lo visitaron. Viajaba una vez al mes al directorio de Chilectra y también a España, porque Endesa España era la dueña del grupo Enersis. Los pasajes los pagaba la empresa, así como su alojamiento en el Hotel Ritz-Carlton. El Mercedes Benz en que se mueve actualmente también corre por cuenta de Enersis.
Su apuesta era ganar cuando los edificios se vendieran, pero las utilidades no llegaron. Su paso por el negocio inmobiliario dejó secuelas: los inversionistas chilenos que fueron invitados –algunos por el propio Rosenblut– terminaron enojados, ya que cuando se produjo la crisis subprime, en 2008, él se fue de Terra Group y nunca más dio la cara. Archiplan se asoció más tarde con la chilena Aconcagua, en Alta Developers, y siguió con otros proyectos residenciales.
A pesar del fallido negocio, Rosenblut se quedó en Miami, obtuvo la ciudadanía norteamericana, se trasladó a vivir a un departamento de un amigo en el mismo Coconut Grove, tras su separación matrimonial, pero no existe claridad respecto de las actividades empresariales que emprendió posteriormente. Hay quienes afirman que comenzó a asesorar a un consorcio italiano, no descartándose que haya sido Enel, la compañía mixta –controlada por privados y el Estado– que en 2009 tomó el control de Endesa España.
Si así fuera, explicaría su salto desde la presidencia de Endesa a la de Enersis, la matriz. Mientras la mayor parte de los directores y gerentes nombrados por Endesa España fue removida, él ascendió. O puede que se haya ganado el lugar haciendo gala de sus redes, de su cercanía con la Presidenta Bachelet y de sus contactos empresariales.
“Boeninger me cambió la vida”
Militó en PPD, donde trabó amistad con Guido Girardi y Sergio Bitar, pero se retiró hace 15 años. Fue uno de los hombres claves del centro de pensamiento liberal Expansiva, que reunió a parte de los tecnócratas del Gobierno de Frei, como Bitran, Halpern, Daniel Fernández, además de Jorge Marshall, Andrés Velasco, Pilar Armanet, Vivianne Blanlot, Karen Poniachik. Cinco de ellos serían ministros del primer Gobierno de Bachelet.
Nada queda de su pasado hippie en Estados Unidos. Sólo las historias que le gusta contar: la del joven de pelo largo, que no se perdía recital y soñaba con conocer a Barbra Streisand, a la alguna vez le envió una carta declarándole su admiración. A Estados Unidos llegó acompañando a su mujer que iba a estudiar un postgrado en el MIT de Boston, donde él también hizo lo suyo gracias a Bitar. “Siempre le cuenta a todo el mundo que una vez se encontró conmigo en Washington mientras yo estaba exiliado y me pidió si podía ayudarlo con un contacto en la Universidad de Harvard, donde yo había estudiado y conocía a uno de los rectores. Siempre cuenta que fue aceptado y sacó su máster en administración pública”, cuenta Bitar.
Trabajó en el BID hasta que, en 1990, lo llamó Edgardo Boeninger, titular de la Segpres, invitándolo a trabajar como jefe de la división interministerial. “Yo no conocía a Edgardo. Y me cambió la vida”, contó a Capital. Él fue su mentor e incluso adoptó una de sus costumbres. “Él, entre reunión y reunión, se paraba al baño a peinarse, para refrescarse. Yo hoy hago lo mismo. No puedo no hacerlo, es una cuestión que ya está en mi ADN”, confidenció a la revista de negocios.
Ese cariño hacia su mentor podría explicar la reciente llegada de la economista Iris Boeninger –hija del fallecido Edgardo y ex directora de ProChile en Argentina– al directorio de Chilectra. Fue nombrada por Enersis, dueña del 99% de su propiedad, o sea, por Enel. Hay quienes ven la mano de Rosenblut en esa designación, lo que sería una muestra más del que ha sido, hasta ahora, su enorme poder.
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