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Opinión
Cuidando el pellejo
por PATRICIA POLITZER 25 junio 2015
“Tenemos que elegir entre salvar el pellejo y nuestros cargos, o el proyecto político”. No, no, no se equivoque, la afirmación no es de ningún compatriota. Fue la crítica a su propia interna del ex Presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, en un seminario realizado el lunes en Sao Paulo en torno a los desafíos de la democracia. Brasil está en medio de una debacle bastante parecida a la nuestra, sólo que un par de pasos más adelante. La Presidenta Dilma Rousseff por el suelo, una crisis económica profunda y los más encumbrados empresarios presos por corrupción.
Si en Brasil están más al fondo del pozo es precisamente porque se pasaron años cuidando el pellejo y los cargos, en vez de poner la mirada en el proyecto político o, más claro, en las necesidades del país.
Cabe preguntarse si en Chile seguiremos el mismo camino o si, mirando un poco hacia Brasil, optamos por privilegiar, ¡ya mismo!, las soluciones que benefician a la comunidad… aunque a algunos –o a muchos– les cueste el cargo… y los privilegios.
Para nadie es un misterio que, si la economía se viene abajo, no habrá proyecto ni reforma que resista. Sin embargo, cuando el rey desnudo queda en evidencia frente a todos sus súbditos, las recetas fáciles y la manipulación del miedo se vuelven inútiles. En el Chile actual, la elite completa –gobernantes, parlamentarios, empresarios, religiosos– quedó al desnudo con prácticas espurias y la feroz disonancia entre los discursos y la práctica. Los súbditos, perdón, los ciudadanos, esperan medidas que cambien de verdad nuestra forma de hacer política, manejar los negocios, impartir educación, cuidar la salud, en síntesis, mejoren de una buena vez nuestra manera de vivir juntos.
En medio de una economía que no repunta, el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, sostuvo que la política está contaminando la economía pero, contrariamente a lo que solíamos escuchar en tales circunstancias, no propuso cuidar a los empresarios ni olvidarse de las reformas propuestas por el Gobierno de Bachelet. Para sorpresa de muchos, puso el acento en la agenda de probidad e insistió en que las reformas no se detendrán.
No está claro que los parlamentarios evalúen la situación actual del mismo modo que Bachelet y su ministro. Peor aún, pareciera que la mayoría está más empeñada en cuidar el pellejo y el cargo que en mirar las urgencias del país. Hay demasiadas señales que hacen temer que los proyectos de probidad se suavizarán para dañar lo menos posible a la elite dirigente. Basta ver los comentarios en torno a la nueva ley de partidos y la necesidad de reinscripción de los militantes.
Valdés parece tener muy claro el momento que vivimos como sociedad: los chilenos exigen más justicia social (¡hasta cuándo algunos ganan millones sin mayores méritos, mientras la inmensa mayoría apenas sobrevive!) y también conductas éticamente compatibles con la democracia, es decir, que quien tiene poder (sea político, económico o religioso) debe transparentar su comportamiento ante el pueblo.
En este contexto, se inserta su afán por destacar la relevancia de los proyectos del Gobierno en materia de probidad y, al mismo tiempo, se entiende que se niegue a mimar a los empresarios con lo que más les gustaría: suavizar la reforma tributaria y olvidar la reforma laboral.
Desgraciadamente, el futuro no está en manos del ministro Valdés, ni tampoco de la Presidenta Bachelet que se empeña en enviar semanalmente nuevos proyectos de ley en la misma dirección. Los actores principales están en el Congreso.
Hasta ahora, no está claro que los parlamentarios evalúen la situación actual del mismo modo que Bachelet y su ministro. Peor aún, pareciera que la mayoría está más empeñada en cuidar el pellejo y el cargo que en mirar las urgencias del país. Hay demasiadas señales que hacen temer que los proyectos de probidad se suavizarán para dañar lo menos posible a la elite dirigente. Basta ver los comentarios en torno a la nueva ley de partidos y la necesidad de reinscripción de los militantes.
Cerrar los ojos a la espera de que pase la tormenta será un nuevo error de nuestra clase dirigente, y un golpe duro a nuestra democracia que requiere de un urgente fortalecimiento. Si los parlamentarios no despiertan, pronto estaremos más cerca de Brasil. Allá, los esfuerzos que se hicieron por dilatar las medidas dolorosas, fueron vanos: cada día hay más empingorotados en la cárcel… y el país en una crisis profunda. No siempre es bueno cuidar tanto el pellejo, más vale asumir las responsabilidades y ponerse a tono con las exigencias de los nuevos tiempos.
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