"¿Qué hay de común entre Ieschua y los papas del Renacimiento? Solo el nombre desafortunadamente, porque Alejandro VI como Julio II se presentaban como los 'vicarios' de Jesucristo (...) El drama comenzó con Constantino, agravado por Teodosio. El cristianismo 'religión de Estado', con la policía a sus órdenes, fue su sentencia de muerte. Ser cristiano, antes, era un riesgo, y se transformó en carrera. De perseguido ayer, el cristianismo se hizo opresor y la historia está ahí enseñándonos de manera lúgubre que la Iglesia suscitó 'más verdugos que mártires'". (El caso Jesús. Henri Guillemin. Ed. Seuil. 1982) |
escribe Felipe PortalesEn sus primeros siglos, en que el cristianismo no se unió al poder estatal, mantuvo básicamente el ideal evangélico de dura crítica al afán de riquezas y al contraste de éstas con la pobreza experimentada por las mayorías. Incluso, posteriormente a la muerte de Cristo, las primeras comunidades hicieron plena aplicación del mensaje fraternal e igualitario del Evangelio: “Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo cuanto tenían. Vendían sus bienes y propiedades y se repartían de acuerdo a lo que cada uno de ellos necesitaba” (Hechos de los Apóstoles; 2; 44-45). Además, los apóstoles reiteraron las profundas críticas al afán de riquezas expresadas por Cristo. Así, Pablo señaló: “La religión es una riqueza para quien se conforma con lo que tiene, pues al Además, agregó: “Aconséjale a los ricos que no se sientan orgullosos y que no pongan su confianza A su vez, Santiago expresó: “¿De dónde vienen esas guerras, de dónde esos conflictos entre ustedes? ¿Quién hace la guerra sino los malos deseos que tienen dentro? Ustedes codician lo que Más específicamente dijo: “Pues bien, ahora les toca a los ricos. Lloren y laméntense por las desgracias que les han llegado. Sus reservas se han podrido y sus vestidos están comidos por la Por otro lado, Santiago señaló: “la religión verdadera y perfecta delante de Dios, nuestro Padre, consiste en esto: visitar a los huérfanos y a las viudas que necesitan ayuda y guardarse de la corrupción de este mundo” (1; 27); y que “si a un hermano o a una hermana les falta la ropa y el pan de cada día, y uno de ustedes les dice: ‘Que les vaya bien; que no sientan ni frío ni hambre’ sin darles lo que necesitan, ¿de qué les sirve? Así pasa con la fe si no se demuestra por la manera Y Juan señaló en sus epístolas: “Él (Jesucristo) sacrificó su vida por nosotros y en esto hemos conocido el amor; así, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Cuando alguien goza de las riquezas de este mundo, y viendo a su hermano en apuros le cierra su corazón ¿cómo permanecerá el amor de Dios en él? Hijitos, no amemos con puras palabras y de labios afuera, sino verdaderamente y con obras” (1 Juan 3; 7-8, 10-11 y 16-18). Es cierto que a medida que se extendió el cristianismo bajo el Imperio Romano, se fue diversificando cada vez más la composición social de sus miembros y se fue haciendo cada vez más difícil el desarrollo de comunidades sólidamente integradas y “autárquicas”. Además, la diversidad social interna se fue justificando cada vez más. Recordemos que Jesucristo había dicho claramente que los ricos debían compartir su riqueza y también que él hacía realidad las profecías de Isaías de que: “El Espíritu del Señor (…) me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su libertad (…) a despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia del Señor” (Lucas 4; 18-19). Sin embargo, ya Pablo había dicho: “Siervos, obedezcan a sus patrones de este mundo con temor y respeto, con corazón sencillo, como quien obedece a Cristo (…) sean como siervos de Cristo, Más aún, el destacado obispo, Ignacio de Antioquía, a comienzos del siglo II urgía a los amos a “no ser altaneros con los esclavos” y a éstos a “soportar la esclavitud para gloria de Dios” (W. H. C. Frend.- The Rise of Christianity; Darton, Longman and Todd, London, 1984; p. 133). Lo mismo vemos en los escritos aceptados por los primeros cristianos como la Didache que instaba a los esclavos “a servir a su amo con reverencia y temor”, como una “contraparte de Dios” (Ibid.). En definitiva, la esclavitud -aunque dulcificada- fue aceptada como una institución normal. Pero, de todas formas, el cristianismo debió su poder de atracción al contraste que su fraternidad provocaba en un mundo profundamente autoritario y machista como el del Imperio Romano. Desde el trato de “hermano” y “hermana”, y de “nuevas relaciones entre ricos y pobres, entre amos y esclavos, hasta poner al servicio de todos los recursos y el mantenimiento de todos aquellos que, temporal o definitivamente, están necesitados” (Adalbert G. Hamman.- La vida cotidiana de los primeros cristianos; Edic. Palabra, Madrid, 1986; p. 90). De este modo, “para la antigüedad cristiana, evangelización y diaconía (servicio) son inseparables, no se concibe la una sin la otra. El culto a Dios bien entendido exigía el servicio al hombre concreto, en la totalidad de su ser, de sus necesidades, de sus aspiraciones. ‘Imitad la equidad de Dios y nadie será pobre’ dice un texto cristiano de la época” (Ibid.; p. 171). E incluso, dicha fraternidad se extendía a los paganos. “Decimos a los paganos –especifica Justino-: sois hermanos nuestros". Y Tertuliano concluye su descripción de la comunidad dirigiéndose al mundo pagano: "Somos hermanos incluso de vosotros” (Ibid.; p. 90). |
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