escrito por Rafael Luís Gumucio Rivas
Joaquín Lavín es una mezcla de Profesor loco, representado por Jerry Lewis, Zelig, interpretado por Woody Allen y “San Pirulín”, apóstol del Opus Dei; salvo el actual presidente de la república, Sebastián Piñera, es el líder de la derecha que ha llegado más lejos- casi iguala a Ricardo Lagos, en la primera vuelta (1999) -.
La personalidad de Lavín es difícil de desentrañar pero, al menos se pueden describir algunos de sus rasgos: un populismo de derecha, cuya raíz podemos buscarla en la Falange española y, más contemporáneamente, en el presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez. El actual ministro de Educación siempre ha querido construir obras faraónicas y no deja de sorprender a la pacata derecha chilena con proyectos tan “geniales” que empalicen a aquellos del socialista utópico Charles Fourier. Cuando fue alcalde de Santiago inventó, nada menos que playas para que los “rotitos” capearan las olas e hicieran castillos de arena y, en el invierno, trajo nieve artificial para jugaran al ski o con los trineos, tal cual el Viejo de Pascua.
Joaquín Lavín ha tenido éxitos y fracasos, como todo político que se precie de serlo: como alcalde de Las Condes, donde fue elegido por una alta mayoría, y su gestión fue muy bien evaluada – era que no, cuando esta Comuna es una de las más ricas de Chile y con su presupuesto se puede hacer maravillas-. Fracasó rotundamente en la alcaldía de Santiago: sus botones de pánico, su “Plan Popolo”, sus playas y la nieve fueron el hazmerreír para los medios de comunicación y para unos cuantos ciudadanos – si es que seres de esta especie ya no estaban extinguidos -.
Se propone también crear, a lo largo del país, cincuenta Liceos emblemáticos, no sé con qué plazos ni con cuál financiamiento y, en el próximo año, once Liceos. En primer lugar, esta medida es completamente elitista: sólo una ínfima minoría de los estudiantes de cada provincia recibiría educación de calidad, el resto sería enviado a la huesera actual. Por lo demás, de implementarse los cincuenta Liceos, representaría menos del 1% de los estudiantes - una medida totalmente intrascendente, como lo sostiene el director de Educación 2020. En los países de más alto nivel educacional se hace todo lo contrario de lo que propone el ministro Lavín: se mezcla en una misma aula y en el mismo colegio alumnos de distinto niveles económico-sociales y alta formación cultural y deprivados. Se trata de promover la igualdad y no segregar.
Otro tema urgente, que apenas el ministro soslaya, es el completo fracaso de la educación municipal y la creación de un estado docente descentralizado, idea que la derecha sería incapaz de implementar. En el fondo, en el proyecto educacional del gobierno actual, predomina la idea neoliberal del famoso baucher, en que la elección por parte de los padres de familia esté limitada por la capacidad monetaria para dar a sus hijos mejor educación, donde los alumnos siguen siendo clientes y no personas.
La idea del “mapa” que se entregará a los padres, con una carta personal del presidente de la república, en la cual se informa, con colores rojo, verde y amarillo, sobre los resultados de las escuelas de la Comuna. A simple vista da impresión de transparencia, pero al destacar sólo los resultados de la prueba SIMCE, cuya capacidad de evaluación es bastante discutible, permite a los padres conocer cuál escuela tuvo superiores, igual o bajo el promedio. A la larga, es una profecía autocumplida que los colegios privados y algunos subvencionados – con copago- lograrán luces verdes y amarillas, y la mayoría de los colegios municipales, posiblemente luz roja. Los padres que tengan dinero podrán cambiarlo a los mejores colegios y los que tengan medios económicos tendrán que mantenerlos en las mismas pésimas escuelas. Por ejemplo, qué gano con saber que las prestaciones de la Clínica Las Condes son enormemente superiores a las de un hospital público, pues el tema de la segregación estará siempre relacionado con los recursos económicos de la familia.
Rafael Luís Gumucio Rivas
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