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martes, 18 de mayo de 2010


Piñera y su política de alianzas 2.0

Pablo Monje-Reyes.*

Durante las últimas semanas, hemos visto al primer mandatario chileno haciendo gestos políticos hacia los sectores más conservadores o de centro de la Democracia Cristiana. Al otro lado, la UDI aparece protestando por los nombramientos de autoridades y funcionarios públicos, por el proyecto de reconstrucción y la ausencia de la depreciación acelerada, exigiendo cambios en el gabinete, en fin, masticando la “derrota estratégica” de tener a Piñera como presidente.

Claramente, estos gestos tienen que ver con la forma como se están perfilando y desarrollando las políticas de alianzas, definidas por los ingenieros políticos de la derecha no UDI. Si nos remontamos a la campaña presidencial, los estrategas electorales de la derecha siempre trataron de atraer la votación de centro, del ala demócrata cristiana de la Concertación. Sin embargo, los resultados no alcanzaron para aumentar el número de votos obtenidos por la derecha, en las últimas tres elecciones presidenciales.

Pese a ello, los estrategas no han dejado de insistir en atraer, ahora sin campaña, a la elite “guatona” de la DC. Estos últimos han enfatizado, en el texto y el subtexto de sus declaraciones, que son y serán un partido de centro. Al parecer, estarían dispuestos a ver cómo la derecha no UDI les propone un pacto o alianza, para cruzar el río y gobernar.

¿Qué significa esto? La reconfiguración del plano político de alianzas hacia el centro permitiría a la derecha convertirse realmente en una alianza de centro-derecha, cuestión que hasta el día de hoy RN-UDI no han logrado. Con esto, tendrían una alianza más sólida para las futuras contiendas electorales, lo que les permitiría mantener el poder ejecutivo más allá de un período, independientemente de las bravuconadas de conspicuos líderes de la UDI, que piensan que si se sigue actuando así, el gobierno de Piñera será un paréntesis entre gobiernos de la Concertación.

Si la UDI entiende esto, es posible que baje su perfil conflictivo, y deje de comportarse como el “matón del curso” porque tiene una fuerza parlamentaria de mayoría, que en este caso es un factor de incidencia menor. Porque lo que se gana es mucho.

Si a los ingenieros de la derecha les resulta esta formula, significaría la reafirmación del modelo de desarrollo neoliberal por un par de décadas más, sin poder ser fracturado en su espacio de sustentación del poder y legitimidad política.

Para los sectores de la izquierda, la conformación de una verdadera centro-derecha implicaría el desarrollo de una política de alianzas amplia y unitaria. Sin embargo, el poder que tendría la alianza de centro-derecha sería, por una buena cantidad de años, incontrarrestable (capital + medios de comunicación).

La ampliación de la derecha hacia el centro traería consigo discursos de carácter social más fuertes y propositivos, que le permitiría a los DC “guatones” sentirse más cómodos con sus nuevos socios. Esto podría verse ratificado con la creación del Ministerio Social, que implementaría políticas de corrección para una nueva fase de reestructuración del neoliberalismo. De pasada, esto entregaría a los sectores de centro de la DC, herramientas argumentativas de carácter cristiano ideológicas, para cruzar el río y pactar con la derecha.

Si esta estrategia tiene éxito, es muy posible que los sectores de la izquierda sigan teniendo importancia en la política. Es más, algunos sectores crecerían y se desarrollarían, aunque no lo suficiente como para disputar y ganar el poder a esa posible alianza conservadora.

Para terminar este análisis, planteo a los lectores una pregunta histórica: ¿Qué hacer?


* Administrador Público, magíster en Gestión y Políticas Públicas. Profesor de Escuela Latinoamericana de Estudio de Postgrado y Políticas Públicas de Universidad de Arte y Ciencias Sociales de Chile.

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