Cuando la derecha está a punto de hundirse... le queda el recurso de los conversos, los apóstatas y los esbirros. Longueira salvó a Ricardo Lagos en medio de una diarrea de corrupción. Esta vez la Concertación le hizo un boca a boca a la derecha. Así viven en concubinato. Una nota de Arturo A. Muñoz. |
Una no muy alegre derrotaEscribe Arturo Alejandro Muñoz
Parece que esta vez la historia no resultó tal como quería el establishment. La engañifa duró menos que un suspiro en un canasto, ya que 10 horas después del indigno show protagonizado por las desastrosas cofradías políticas la gente regresó a las calles y las redes sociales comenzaron, nuevamente, a llenarse de críticas y reclamos.
Los dirigentes derechistas –junto a los habituales ‘mayordomos’ de la dizque oposición– activaron de inmediato las maquinarias mediáticas para aparecer en canales de televisión pontificando respecto de lo magnífico que era el acuerdo firmado por las tiendas partidistas del duopolio político.
En honor a la verdad, la derecha tiene razón en mostrar alegría y orgullo, pues logró revertir una derrota aplastante, humillante (como era ver a millones de chilenos en las calles protestando contra el gobierno y contra el sistema), convirtiéndola, políticamente, en triunfo.
Mal que mal, cambiarle el nombre a la Asamblea Constituyente por el de Convención Constitucional, y establecer como mínimo un quórum calificado de 2/3 (66% de los votos) para consolidar todos y cada uno de los articulados de la futura Constitución, e imponer voto voluntario para el plebiscito de abril 2020 mediante el cual se dirimirá si habrá o no ‘Convención Constitucional” o ‘Convención Mixta’, son cuestiones que por sí solas demuestran cuán pantanoso quedó el escenario de la nueva Constitución. Ha sido un triunfo del añejo pinochetismo, sin duda alguna, que aún mantiene control del país mediante el articulado de la Constitución de las Bayonetas.
Es muy difícil argumentar que no existe un concubinato entre gobierno y oposición para mantener -“a como dé lugar”- el actual sistema político-económico, sustentado por una carta magna parida por el totalitarismo y defendida a brazo partido por patrones y mayordomos que aseguran amar la democracia. Es el duopolio que sigue presente y actuando de consuno en beneficio de intereses que no son, precisamente, los del pueblo.
Pero, helos allí… felices, orondos y forrados pontificando respecto de las bondades maravillosas producidas por el inefable acuerdo alcanzado una madrugada de viernes, al cual han disfrazado con un ropaje muy ad hoc llamado “el triunfo de la gente”… y lo venden como si fuese la novedad del año.
Quienes compran ese contubernio creyendo que es realmente un éxito popular haberlo logrado, olvidan (o tal vez desconocen) que más allá de los 2/3 y del voto voluntario en el plebiscito de entrada, es necesario obtener el triunfo en el próximo mes de abril 2020 con la opción Convención Constitucional (ergo, Asamblea Constituyente), y luego, con mayor razón aún, establecer en la discusión de la Constitución los articulados que permitan no sólo los cambios impetrados, sino también, los que aseguren justicia social e igualdad ante el estado y ante la ley.
Lo anterior requerirá, ya lo sabemos, un voto más sobre los 2/3, pero es conveniente recordar que la derecha y sus mayordomos PDC y PRSD, amén del PPD y PS, se jugarán el pellejo para obtener un alto número de constituyentes electos en octubre 2020, para así poder determinar el curso de la redacción y acuerdo de la nueva Constitución.
El camino es largo y áspero. Ello se sabía. Lamentablemente, algunos chilenos que desean el cambio real y el cumplimiento de las demandas exigidas por el pueblo en estas semanas de movilizaciones y protestas, creen ciegamente en lo que dicen y muestran los medios informativos de la “prensa canalla”, como también en las poesías recitadas por dirigentes de las tiendas partidistas que firmaron el deleznable acuerdo.
Las demandas de la población siguen insatisfechas, y el que fuera un potro bravío llamado nueva Constitución busca ser domado y ensillado precisamente por quienes son causantes de los estallidos sociales y el desdén del pueblo.
El tránsito hacia una nueva carta magna, merced al “acuerdo por la paz”, podría quedar en manos de quienes menos deberían terciar en ello. Recordemos que así como el delincuente no se autocastiga, el corrupto tampoco se autocensura.
El pueblo logró abrir cauce a un proceso histórico y no debe quedar marginado del mismo por la clase politica parasitaria.
Sería absurdo, y una no muy alegra derrota.
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