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viernes, 20 de agosto de 2010

Los estudiantes no se rendirán


Entusiasmados con la perspectiva de un arreglo en las condiciones laborales, las fuerzas policiales dejaron ver su fruición por el palo, el gas y el agua pestilente, en la heroica jornada de ayer. Los estudiantes ofrecen la oportunidad de poner a punto guanacos, zorrillos, lumas y espías.

Los afanes restauradores del Ministerio del Interior no han perdido un minuto y ante los anuncios de movilizaciones estudiantiles las tropas se cuadran, salivando ante la oportunidad. No es nueva la emoción policial. Ya la Concertación diseño la política de no aceptar manifestaciones que enturbien las bucólicas avenidas. Manifestarse frente a ministerios y oficinas oficiales ha pasado a ser motivo de apaleo inmisericorde.

Lo que en países con frecuencia mencionados por las autoridades como ejemplos en un sinnúmero de políticas sociales y económicas, es un derecho indiscutido, en este país copión de todo lo malo, es una hecho criminal. Que un estudiante de enseñanza media pida a gritos lo que debiera hacer toda la sociedad, es constitutivo de delito mayor. Si los trabajadores desfilan en demanda de mejores condiciones, el apaleo, el gas, las fotografías clandestinas y las detenciones arbitrarias, no permiten decir más allá de esta boca es mía.

Entre las varias responsabilidades que son posible evidenciar en la cultura dominante, la Concertación debe culparse de no haber desinfectado las instituciones policiales de esa incontenible tendencia a resolver todo palo mediante.

Hemos caminado para atrás. La represión, que antes era un escándalo mundial, hoy es soportada por los políticos y muchos autodenominados dirigentes sociales, como parte del paisaje de esta ciudad altanera y sucia. Las autoridades, miopes y tartamudas, no conocen otro lenguaje que la represión indiscriminada y cobarde.

Autoridades crecidas en ambientes en que la disciplina significa castrar y prohibir, no sólo se escandalizan ante los panfletos y los gritos. También lo hacen ante la piel desnuda de las mujeres y sus ropas sexys. Liberales hasta la prostitución en lo económico, en lo que respecta a derechos y libertades, los aprendices de dictadores no trepidan en prohibir todo aquello que les desordene la pax ciudadana y las hormonas.

La esquizofrenia de un país polarizado, binominal y malagradecido, criminaliza a sus estudiantes que protestan y ponen el acento donde debieran hacerlo muchos otros, apoltronados y rendidos.

Los estudiantes volverán al ataque. Idearán nuevos métodos de protesta y canalizarán la indignación mediante métodos ingeniosos y fructíferos. Lo que no harán, a pesar de la violencia fascista que desatan las autoridades, será rendirse. Por mucho que les infiltren las manifestaciones, les amordacen sus opiniones o les apaleen a sus muchachos, los estudiantes chilenos volverán al ataque tantas veces como sea necesario.

En este aspecto se equivocan los fachos con piel de demócratas: resulta difícil rendir a la gente cuando les asiste la razón y los impulsa la indignación. Por más que importen técnicas de Medio Oriente, bombas de Estados Unidos, razones del Opus Dei o funcionaros asexuados de la empresa privada.

Ricardo Candia Cares

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