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lunes, 1 de agosto de 2011

“Los archivos del cardenal”: ¿y dónde hubiera estado yo?





Si hay algo que me ha ocurrido a partir de la serie “Los archivos del cardenal” es que se me ha instalado una pregunta: ¿Y dónde hubiera estado yo? ¿Y cómo hubiese reaccionado? La pregunta no es sólo anecdótica, me interpela para adelante: Y si esto volviese a ocurrir en el transcurso de mi vida futura (tengo 33 años, es probable que así sea), ¿Dónde estaría? ¿Cuál sería mi participación? ¿Sería yo el que no quiere ver? ¿Sería yo el que ve y no hace nada? ¿Sería yo el perseguido?

Creo que la respuesta está condicionada primeramente a mi personalidad y mi libertad frente a ella misma: ¿Me retraería en el conflicto, lo enfrentaría, o lo pronunciaría? ¿Tendría ojos y fuerza para ver lo que buena parte no quiere ver? ¿Sería libre de defender a los perseguidos aún a riesgo de perder status, comodidad, o incluso más, ver amenazada mi vida o la de gente que quiero? La verdad es que no lo sé, desearía ser uno de aquellos valientes que arriesgaron el pellejo por la justicia, pero no puedo asegurarlo.
De todas formas la personalidad no es todo. Si hay algo que se realza en la serie, una vez más, es la importancia de dónde se está ubicado: “La cabeza piensa donde pisan los pies”, dice un teólogo brasileño. Cuánto marca el dónde vives, a quiénes conoces, de qué información te nutres… Más todavía cuando los grandes medios de comunicación tergiversan la realidad.

Ahora bien, aquí también entra en juego la libertad. Donde piso es finalmente una elección. No estuve ni estaré destinado a ver la realidad con los mismos anteojos. Moverse hacia otras posiciones es una elección… El caso del joven abogado de familia de derecha que termina colaborando en la Vicaría de la Solidaridad es una buena imagen de esto. ¿Dónde moverse? Parece que si se quiere estar del lado de la justicia la elección que no falla es elegir estar con la parte débil. Estar ahí, cerca del amenazado en su dignidad.
El principal fruto de la serie probablemente no se dé en aquellos que, con gusto o muy a su pesar, han tenido que justificar o explicar el por qué estuvieron o no estuvieron en la lucha a favor de los derechos humanos. Quizás para alguno es una oportunidad más de arrepentimiento o gratitud, ojalá. Pero donde sí puede haber un aporte grande es en las generaciones que no tuvieron gran responsabilidad en esa época y que hoy necesitamos la historia no para juzgar a otros, los mayores, sino sobre todo para juzgarnos a nosotros mismos y nuestro actuar futuro.
Si hoy volvieran a violarse los derechos humanos de forma sistemática y extensiva, con los medios de comunicación a favor de lo establecido, dada mi personalidad, dado dónde estoy parado, dado con quién me relaciono, ¿dónde estaría? Siempre hay tiempo para la conversión pero en la gran mayoría de los casos, no es casualidad que unos terminen siendo perseguidos, otros persiguiendo, y otros viviendo como si nada pasara. El abogado y el cura de la Vicaría no nacen espontáneamente, se forman en contacto con el conflicto y los perseguidos. Están formados en principios y tienen un temple para luchar desde ellos que no se da en todos. Otros los formaron y ellos libremente se dejaron formar y tomaron opciones antes de estar trabajando allí que permitieron que ellos fuesen capaces valientemente de dar la vida por otros.
Los futuros abogados, abogadas y religiosos de la Vicaría se forman hoy en la cercanía de los mapuches, comprendiendo sus luchas y defendiendo hoy sus derechos; se forman conociendo interiormente a los migrantes y trabajando en las hacinadas cárceles de Chile. Trabajando en campamentos y villas. Los futuros defensores de los derechos humanos se forman dejando sus barrios acomodados y protegidos donde nacen y aprenden hoy a ver el mundo con los ojos de los más vulnerables.
¿Y dónde hubiera estado yo y tú? La respuesta en buena medida se responde con esta otra pregunta: ¿Y dónde estamos hoy? “Los archivos del Cardenal” no sólo gana así en sintonía, gana en interpelación al presente y al futuro de todos.

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