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martes, 10 de agosto de 2010
Mineros víctimas de la codicia
escrito por Ricardo Candia Cares
Fuente El Clarin
El drama de los mineros de Copiapó no es distinto al de todos los trabajadores. ¿Cuántos viejos de la construcción mueren o quedan gravemente heridos en sus faenas? ¿Cuántos trabajadores se accidentan en forma grave sin que se conozca su drama? Cuando se quiera saber qué es el neoliberalismo salvaje que impera en nuestro país, la mejor manera es mediante estas desgracias.
Mientras se hacen esfuerzos sobrehumanos para desenterrar a los trabajadores, arrecian las culpas y las acusaciones. El presidente acorta su gira, los ministros y sus chaquetas rojas informan acerca de las tareas de perforación, se hacen cálculos y proyecciones.
Mientras tanto, cerca de ahí, los constructores del paraíso llamado Chile, guardan un silencio culpable. A lo sumo, el diputado Tarud propone buscar ayuda en países con mayor desarrollo en este tipo de accidentes. Pero nada dice de una legislación laboral que el mismo ha ayudado a crear, que permite el abuso a los que son sometidos los trabajadores, no sólo de las minas.
Creer que esta situación es producto de lo meado de gato que es Piñera, el que trajo consigo terremotos, tsunamis y desgracias al por mayor, es reducir una historia de veinte años a la suerte de un país maldito.
Los trabajadores han quedado al arbitrio de su suerte. Todo lo que haya sido beneficios, derechos y condiciones de trabajo, han quedado en manos del mercado, es decir, en manos de los que mandan.
Las leyes laborales son cada día más lesivas para los intereses del sector más desprotegido de este paraíso del laissez faire. Por estos días se denuncia, ya era hora, que Arturo Martínez, miembro del Comité Central del Partido Socialista y autodenominado presidente de la CUT, negocia en secreto flexibilizar el empleo de jueves y mujeres. Como si no fuera suficiente el desamparo en que deben laborar los trabajadores, como si fuera poca la flexibilización que ya tiene el Código Laboral.
Se ha dicho de las condiciones paupérrimas de los servicios que deben fiscalizar las condiciones en que las minas operan. Del mismo modo, se ha denunciado las veces que los mineros de esas faenas han sufrido accidentes y las condiciones de la mina en la que deben trabajar. Y de lo sueldos miserables que los empresarios pagan en esos verdaderos chiflones de la muerte. De lo que no se habla, es de las veces en que no han sido escuchados. Los reclamos de los trabajadores han caído en la sordera de los administradores de turno y en el desprecio de los nuevos esclavistas que sólo les interesa hartase de dinero, sin que les importe para nada la situación de los trabajadores.
Convencidos que la mano de obra es algo que se encuentra afecta a la ley de oferta y la demanda, los empresarios y los políticos consideran a los obreros como productos desechables, seres que en la cadena alimentaria de estos grandes depredadores de todo, están en el final de la escala.
Hoy hace noticia la desgracia de los mineros de la mina San José. ¿Pero cuántos trabajadores mueren a diario producto de las condiciones inhumanas en que los empresarios mantienen sus faenas? ¿Se sabe de las mujeres afectadas por los venenos usados en la fruta que deben cosechar las temporeras? ¿Alguien lleva un registro de los pescadores muertos por salir a pescar en mares depredados por las grandes empresas transnacionales a quienes los legisladores chilenos regalaron el mar?
Esperemos que los viejos atrapados hayan resistido y salgan sanos y salvo de esa mina castigadora. Y que puedan abrazar a sus familiares. Y también esperemos que haya justicia para su sufrimiento y el de sus familias. Que la cadena de irresponsabilidades e intereses inhumanos se despeje y los que cometieron delitos, paguen con cárcel. Y que el poder político y el del dinero no sean obstáculos para encontrar la justicia debida.
El presidente Piñera encarga la suerte de los mineros atrapados en ese hoyo maldito a Dios. Si Dios estuviera en condiciones de hacer justicia y evitar las tragedias que a diario viven los trabajadores y la gente humilde de este país, seguro que muchos políticos, partiendo por él mismo, estarían condenados al fuego eterno por cometer el pecado de la explotación humana. Y el de la estupidez irracional de juntar riqueza hasta no saber qué hacer con tanto.
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