La compleja permanencia de Dávalos en La Moneda y el dilema de la Presidenta Bachelet
En la Nueva Mayoría y en el
Ejecutivo asumen que “el daño ya está hecho”. El “nueragate” ya arruinó
el exitoso fin de año político del Gobierno en el Congreso, echó a
perder el nada despreciable y difícil repunte en las encuestas que había
logrado La Moneda, puso en bandeja a la derecha la posibilidad de
desviar la atención del Caso Penta y aplicar la lógica del empate
emplazando a diario a Dávalos, además de estar afectando la imagen de la
Mandataria.
Ya cuando en marzo del año pasado se supo oficialmente que Dávalos asumiría la Dirección Sociocultural de la Presidencia hubo dudas, resquemores y temores en el seno del bacheletismo. La inclinación al lujo y la ostentación que ha demostrado el hijo de la Mandataria, como también su escaso manejo político, conforman una fórmula que muchos advirtieron entonces que podría traer problemas a La Moneda, profecía que se cumplió.
En Palacio recalcan una y otra vez que no hay nada ilegal en el préstamo del Banco de Chile a la empresa de Compagnon, pero en privado han reconocido –y con evidente molestia por lo sucedido– el error garrafal en que incurrió Dávalos al usar su condición privilegiada como familiar directo de Bachelet. Eso quedó en evidencia cuando se confirmó que en la reunión del 6 de noviembre, entre la nuera de la Presidenta y el dueño de dicha entidad bancaria, Andróniko Luksic, también estuvo presente el primogénito de la Mandataria.
Así, no son pocos los que en La Moneda reconocen que Dávalos “no debería estar en el Gobierno” y que mejor se aboque a sus negocios, instalado de lleno en el mundo privado. Así no transgrede normas de ética pública, que son las que están involucradas en la polémica por el “nueragate”.
El punto es que nadie cree que la Mandataria tome la decisión de sacar del Gobierno a su propio hijo, menos cuando fueron muchos los que el año pasado afirmaron que ponerlo a trabajar en Palacio fue una decisión que tomó más “como madre que como Presidenta”.
Entre quienes han conocido de cerca a la Presidenta Bachelet y a su hijo, afirman que ella lo “adora” y que Dávalos está “plenamente consciente de eso”, lo que complica aún más la situación para la Mandataria.
En la Nueva Mayoría y en el Ejecutivo asumen que “el daño ya está hecho”. El “nueragate” ya arruinó el exitoso fin de año político del Gobierno en el Congreso, echó a perder el nada despreciable y difícil repunte en las encuestas que había logrado La Moneda, puso en bandeja a la derecha la posibilidad de desviar la atención del Caso Penta y aplicar la lógica del empate emplazando a diario a Dávalos, además de estar afectando la imagen de la Mandataria.
De hecho, lo más complejo para Bachelet en estos momentos es el impacto que el episodio ha tenido “en los propios”. Dicen que en toda la Nueva Mayoría y en funcionarios de Gobierno a todo nivel “hay molestia”, que “están sentidos” por todo el esfuerzo en vano del último tiempo y así lo han hecho sentir a las autoridades de Palacio. Eso, advierten algunos analistas del mundo progresista, se traslada al voto duro Bachelet y del oficialismo, donde este tipo de episodios afectan negativamente.
El episodio del crédito ha dado paso a un problema interno en el Gobierno. No es solo la conocida tensión entre el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, y el Director Sociocultural de la Presidencia, sino que la constatación –advirtieron desde la Nueva Mayoría– de que Dávalos, en su calidad de funcionario público, tiene una “autonomía” diferente a todo el resto del aparato público, es “distinto” a todos los demás miembros de la administración bacheletista, algo que deja en jaque el poder interno de Palacio. “Antes que ser hijo de la Presidenta es un funcionario público y eso debería primar”, recalcó un analista PS.
No es gratuito, afirman, que el ministro Peñailillo estos días haya marcado distancia pública, tratando de separar al Gobierno del matrimonio Dávalos-Compagnon y que, además, amarrara públicamente al hijo de Bachelet a hacer la declaración de intereses, de patrimonio y efectuar una declaración pública que aún está pendiente.
En plena sintonía con Peñailillo, tampoco fue casual que el vocero (s) José Antonio Gómez reconociera públicamente que este episodio “no es grato en lo absoluto” para el Gobierno.
En La Moneda afirman que todos estos gestos apuntan a presionar a Dávalos, porque en privado no habría dado señales de comprender el negativo impacto político que ha generado el “nueragate”.
Sacan a colación, como ejemplo de esto, la polémica respuesta que el lunes habría dado Compagnon por teléfono tras la insistencia desde Palacio por comunicarse con el Director Sociocultural: “No es tanta plata tampoco”, bajando el perfil al conflicto.
Pero también está el hecho, reconocen en el Gobierno, de que hasta este momento Dávalos “no ha renunciado ni tampoco lo hará”. Es más, en Palacio agregan que esa certeza en cuanto a que no dará un paso al costado la sustentan en el antecedente de que “otro, en su lugar, ya habría tomado la decisión” y al menos habría dado señales internas de ello, para ahorrar al Gobierno el mal momento que le provocó.
A eso apuntaron las declaraciones que hizo el jueves el senador independiente, pero elegido en un cupo del Partido Radical, Alejandro Guillier: “Un hijo que ama a su madre y ve que la complica da un paso al lado”, al tiempo que agregó que “es una situación incómoda, se ve mal. Y cuando las cosas se ven mal, causan hechos políticos y esto está dañando a la Presidenta (…) él tomará las decisiones que correspondan no solo para proteger a su madre, sino a la Presidenta de la República, que se está viendo afectada por algo en que ella no tiene ninguna vinculación”.
Sin garantías
La preocupación en Palacio estos días no es solo salir de esta polémica, sino lo que sucederá más adelante, si es que Dávalos no renuncia o la Presidenta Bachelet no resuelve reemplazarlo. En el oficialismo es transversal el temor de que en el futuro se vuelva a repetir un episodio de esta índole, con iguales o peores efectos, porque reconocen que “no hay garantías” de que el hijo de la Presidenta no ponga a La Moneda, nuevamente, en problemas.En el Gobierno afirman que el hijo de la Presidenta es “un personaje complejo” y es “bien especial”, que más allá de que no tiene vínculos en Palacio ni en el PS –partido en el que milita– y ser despectivo con varios en su entorno, como con Peñailillo –a quien se refiere como el “galán rural”–, ha quedado demostrado con este episodio que no comprende las lógicas políticas.
Quienes lo conocen hace años en el Gobierno, afirman que siempre ha recurrido y usado su vínculo con Bachelet para obtener lo que quiere. Así entró a la Cancillería a la Unidad Asia de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon), donde tuvo un desempeño sin pena ni gloria.
Algunos de los que trabajaron en esa administración precisan que, ya en el primer mandato de Bachelet, obligó a instalar a un par de sus amigos en La Moneda, pese a que ninguno era un profesional destacado o necesario para las tareas de Palacio en ese momento.
Pero sobre todo está el gusto por el lujo. Los autos Lexus –cada uno en promedio cuesta 25 millones y el matrimonio Dávalos-Compagnon tiene cuatro–, los negocios que realiza la nuera de Bachelet, como la venta de los terrenos en Machalí que compró la empresa Caval con el préstamo del Banco de Chile, que le permitió una ganancia de 2 mil 500 millones de pesos tras cerrar trato con una inmobiliaria de la VI Región.
Entre quienes conocen a Compagnon hace años, hay quienes afirman que ella ya el año 2006, aún en calidad de polola de Dávalos, afirmaba que su intención era tener una empresa y “vivir de las rentas”.
La Presidenta está de vacaciones en su casa en el lago Caburgua hasta el 23 de febrero, cuando retomará sus funciones. Dávalos se encuentra con ella y desde Santiago, afirman, el único que ha tenido la “difícil tarea” de hablar estos días con la Mandataria ha sido el ministro Peñailillo.
Está pendiente la declaración pública de Dávalos, que hasta ahora todo indica que no sería una conferencia de prensa sino una entrevista escrita. No son pocos los que creen que eso, si no se asume el error cometido, puede terminar siendo bencina a la hoguera.
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