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viernes, 17 de junio de 2011

Duopolio desprestigiado y el pueblo se moviliza sin conducción

La izquierda sabe que este es el momento para proponer y conducir, pero no sabe cómo aparecer en escena. Abundan planteamientos y discusiones estilo facultad de Ciencias Sociales, pero no hay acción
Arturo Alejandro Muñoz (Para Kaos en la Red)

EN POLÍTICA, la cosa pinta para peor. Sáquele molde a esta realidad. La derecha va en caída libre, a tal extremo que de acuerdo a las cifras entregadas por la última encuesta Adimark, los viudos de Pinochet y Schaeffer (léase: RN y UDI) tienen un nivel de aprobación ciudadana que está por debajo del guarismo histórico de su votación dura (esta es 39%, y Adimark registró sólo 36%).
La Concertación sufre, a su vez, de un claro síntoma de autopsia, ya que el nivel de aprobación ciudadana ni siquiera supera el 26%. ¿“Ave Caesar, morituri te saludant”? Si hacemos caso del trayecto que ese bloque está recorriendo, lo más seguro es que se confirme en él la frase de García Márquez respecto de la crónica de una muerte anunciada, pues el mundo patronal no requiere ya de sus mayordomos para administrar el palacio.
Y la izquierda extraparlamentaria (ergo, la verdadera izquierda chilena) tampoco goza de salud envidiable, pues lleva más de tres lustros amenazando unidad, exigiendo unidad, prometiendo unidad…pero, nada de nada. La desorganización y el individualismo han hecho carne en casi todos los movimientos y pseudo partidos que la izquierda t iene o ha intentado formar desde la caída de la dictadura. El gran problema de la izquierda –a no dudar- son los izquierdistas. ¿Huele a broma? No lo es.
Mire usted…basta que en cualquier reunión donde se arremolinen algunas personas con ideologías (¡qué palabra más antigua!) similares, para que una o más de ellas levanten la mano y esputen: “no estoy de acuerdo, compañero”, frasecita con la cual abandonan la reunión y arrastran a más de la mitad de los presentes dispuestos a formar una banda de la banda, un movimiento del movimiento, o lo que se le parezca. Así, ¿cuándo logrará la izquierda unirse bajo un mismo programa?
Definitivamente, el ego, la veleidad, es el punto neurálgico de derechistas, mayordomos e izquierdistas. Los primeros aseguran ser superiores al resto de los mortales (‘de otro pelo’, dicen) por el simple expediente de contar con capital, con dinero, con billullos, con morlacos. Los izquierdistas, a s u vez, creen estar intelectualmente un par de peldaños más arriba que los millonarios, y por ello barruntan que la madurez de las condiciones decidirá el momento de la acción, lo cual es, como bien ha demostrado la Historia, completamente falso ya que la política está muy alejada de la mecánica simple.
¿Y los mayordomos? Ah, esos se han movido cínica y gelatinosamente de una vereda a la otra buscando el acomodo temporal, consolándose con el gastado prurito de “no extremar ideas ni acciones, y estar siempre al medio, ni caliente que quema ni frío que congela”. Así sobrevivieron 20 años, pero al final del camino, en la punta de rieles, los pilló la realidad y terminaron aplastados por sus propios errores y traiciones cuando el pueblo –la gente- se percató que no eran lo que decían ni realizarían lo que prometieron, ya que, primero y siempre, eran y seguirían siendo, simples empleados de los patrones derechistas.
En lo personal, m e duele –y mucho- el estado en que se encuentra política y orgánicamente la izquierda en Chile. Lo dije antes y lo reitero ahora; en estas últimas semanas he recordado la frase que uno de los refugiados españoles, arribado a Valparaíso en 1939 a bordo del ya histórico “Winnipeg” de Neruda, expresó ante las cámaras de un programa de televisión que rememoraba la tragedia emanada del golpe de estado del año 1973: “estoy cansado de perder, estoy más que harto con tantas derrotas nuestras”.
Es verdad….la gente de izquierda está cansada de perder. Cansada de ser traicionada una y cien veces por aquellos aliados supuestamente progresistas. Cansada de ir a chocar contra los muros del capitalismo sin lograr horadarlos para que la luz de la realidad y verdad de sus posiciones ingrese al escenario de la lucha parlamentaria. Cansada, en fin, de ser vapuleada por la prensa ‘oficial’ y ver cómo el pueblo se distancia de los ideales que un día –hace ya mucho tiempo- le conmovieron y le unieron solidariamente.
Una mirada retrospectiva permite descubrir cuánto tiempo de vida lleva ya este incordio que asfixia a una izquierda debilitada, la cual, pese a sus múltiples intentos, no ha podido ni sabido reverdecer laureles desde la tarde en que el pueblo derrotó a la dictadura un día de octubre en el año 1988. Poca duda cabe respecto del papel protagónico que jugó esa izquierda en la lucha contra la dictadura, pues fue ella quien soportó el grueso de la persecución militar y el mayor peso de la fobia asesina del fascismo de aquella época, fascismo que venía siendo alimentado a ojos vista y sin tapujo alguno por las tiendas políticas de la derecha, esas mismas que hoy aseguran ser democráticas, republicanas y muy respetuosas de los derechos humanos.
Y por ahí anda un pueblo aglutinado en torno a la ira que emana del clasismo oficial y de la injusticia en todos sus aspectos, movilizado per se, sin conducción ni programa claro. Ese pueblo manifiesta una irritación casi visceral contra la derecha dura, y un rechazo consciente de la politiquería efectuada por los mayordomos de esa misma derecha, la Concertación. Pero, políticamente, se trata entonces de un cuerpo sin huesos, pues carece de guía.
Mientras tanto, la izquierda –esa izquierda que no quiere seguir conociendo derrotas- deja pasar torpemente la ocasión ya que se encuentra, cómo no, discutiendo teorías de la emancipación proletaria y miriñaques de la cuestión principal del asunto secundario de la contradicción vital. Para mostrar egos y conocimientos. Mas, en absoluto para tomar las riendas. ¿Cómo lo haya?

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