Cocina, dinero y política: el plan perfecto para que nadie vaya a votar
- Axel Callis
- Sociólogo, socio en Impakta Consultores y de Electoral.cl @AxelCallis
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- Parece un plan perfecto para que nadie vaya a votar en las próximas
elecciones. Para que la brecha entre la ciudadanía y la política se abra
aún más. Todo avanza en la dirección de ahuyentar a los electores de la
participación política y hacer aun más desconfiada la mirada sobre las
instituciones del sistema.
A diferencia de otros escándalos políticos y de corrupción, se está
conjugando una serie de factores que hieren en lo más profundo a la
democracia. Esa sensación, y en algunos convicción, de que con “mi voto”
podía trasformar las cosas, incidir en el futuro y ser un poco dueño
del destino del país, no goza de buena salud.
No es solo caso Penta y sus “aristas”, son las prácticas habituales
de los actores políticos las que van quedando al descubierto en un mundo
de total desproporción. La danza de millones en aportes reservados son
cifras muy incomprensibles para el común de los electores. No es solo la
relación de dinero y política, es una relación entre “negocios” y
política lo que esta en entredicho.
Que un candidato a senador reciba más de 500 millones de pesos en
aportes reservados, sobrepasa los márgenes culturales y de sentido común
del por qué y para qué de esos aportes. No somos Estados Unidos, donde
esas cifras pueden ser habituales, somos Chile, una pequeña nación
semi-OCDE, donde todos se conocen o se ubican.
A diferencia de otros escándalos y daños a la democracia, en esta
oportunidad los casos se dan en un contexto de voto voluntario, y no
sabemos si alcanzará el tiempo de aquí a la próxima elección municipal
para cambiar esa percepción que anda en el aire, que lo relevante para
el país no se juega necesariamente en una urna. Pues el mensaje ha sido
claro, las personas jurídicas que hacen aportes millonarios reservados a
campañas políticas, pesan más que una persona natural que concurre con
su voto. O una reunión en una cocina o living, puede más que la
correlación de fuerzas expresadas en una elección. En otras palabras,
dinero y cocina pueden más que voto y movilización.
La abstención del 60% de la última presidencial es crítica, más abajo
de ese nivel la legitimidad del sistema empieza a rechinar. El INE ya
publicó proyecciones para el 2020 de población, y nuestro padrón podría
acercarse sin problemas a 14 millones para las próximas presidenciales.
También hemos establecido que hay una relación estrecha entre edad y
participación. A mayor edad, mayor participación, pero esto no es para
siempre. Los nuevos “viejos” no votan como los antiguos “viejos”. Estos
se mueren cada año y los jóvenes que entran al padrón, en una proporción
gruesa de 2 a 1, no son capaces de reemplazar esa participación.
Los cambios al sistema binominal, que podrían haber sido la gran
noticia motivadora del sistema democrático, se ha ido opacando por los
detalles y negociaciones en el Parlamento, quedando una percepción de
que en cada trámite los parlamentarios le dan un mordisco al proyecto
original, incluyendo solo intereses individuales sobre los de la
mayoría.
Finalmente, no observamos tampoco al Estado, y en particular el
gobierno, movilizado o preocupado por combatir la abstención futura. Mi
hipótesis es que Chile está en el límite de la abstención crónica, es
decir, muy cerca de que el no votar se trasforme en cultura y se asiente
por un largo tiempo o permanentemente en sectores amplios de la
población.
Y en este sentido no hablamos solo de reformas o medidas
facilitadoras de la participación, sino de sentar las bases para cambios
culturales en los jóvenes. Pero si no sabemos ni conocemos a esos
actores, poco se puede hacer, salvo observar cómo se van restando de los
procesos políticos en medio de una danza de millones…
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