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domingo, 26 de octubre de 2014


Siempre hemos expuesto en el Pulso lo que creemos se debe destacar cada semana, pero también estamos abiertos a considerar todas las observaciones y aportes que nuestros lectores y difundidores nos hacen.
Saludar a los curas fue una forma de expresar el apoyo a personas valientes, que siendo parte de la iglesia se permiten en algunos momentos diferir de las orientaciones que ésta hace y, más aún, son capaces de exponer valientemente sus diferencias.
Esto no significa que sean seres santificados que no cometen errores. Por lo mismo y junto con saludar la valentía de quien envió los antecedentes, queremos hacer pública la queja que da cuenta del actuar que tuvo años atrás el cura Felipe Berríos y que significó problemas para trabajadores sindicalizados. Me reservaré el nombre de quien reclama pues así se me ha solicitado:
“Felipe Berríos no se merece ninguna consideración. En 1995 despidió a todos los trabajadores de Infocap por haber osado pedirle mejoras salariales a través de una negociación colectiva, ya que durante 11 años se negó a hacer ninguna mejora a través del diálogo con el sindicato, hasta que los trabajadores dijeron basta. Su precio fue el despido una vez que terminó el fuero laboral. Lo único que concedió fue una caja de tomates para el paseo anual. Entre otras cosas se negó a considerar días por defunción de familiar directo”.

Hace varios años, un cura junto a un religioso de otra grey no se comportaron muy bien con algunos trabajadores, la mayoría profesionales dignos y grandes defensores de los derechos humanos, y los despidieron. Di algunas asesorías laborales y me permití cuestionar el uso de causales de despido, propias de explotadores y cobardes y no de seguidores de Dios. Aproveché de denunciar estas prácticas no muy santas en una columna de opinión semanal, que por entonces tenía en una radio, lo que provocó gran malestar (tengo muy bien guardados todos los documentos que prueban lo que digo). Entonces el partido donde militaba me exigió desmentir lo que había expuesto, a lo que me negué. No vale la pena profundizar en los costos pagados por esto, solo decir que no me arrepiento para nada de lo que hice.

Esta cualidad de meterse en la patas de los caballos es propia de algunos dirigentes sindicales y se pagan costos por ello, sin embargo hay que seguir echando para adelante. Por eso, cuando hace algunos años recibimos la denuncia de algunos trabajadores que habían sido dejados fuera de una demanda en base a engaños, no dudamos en reunir antecedentes, cerciorarnos de su validez y hacerlos públicos.
Eso nos costó una querella por difamación. Expuse nuestra verdad y finalmente se me absolvió. Meses después los mismos dirigentes querellados que debieron pedir disculpas, lograron se les pagará lo que reclamaban. O sea, no era falso su reclamo.
Entre los testigos del querellante se presentaron dirigentes sindicales y abogados.
Uno de estos últimos fue don Eduardo Contreras M. quien por estos días está  en la cresta de la ola por hablar cosas que se supone no hablan los embajadores.

¿Que dijo este señor que ha provocado tanto enojo al extremo que aún hoy, al cierre de este Pulso, diversas personas le piden que renuncia a su cargo. Es que acaso ha mentido poniendo en riesgo la estabilidad y la credibilidad del país al que está representando?.
Nada más lejos que esto. Lo que Contreras M. hizo, fue exponer una verdad histórica del porte de una catedral, así como una teoría sobre algunos hechos recientes ocurridos en Chile.


Es indesmentible que la DC jugó un importante rol en la generación de las condiciones para el golpe de estado en 1973, hay miles de testimonios escritos y grabados que dan cuenta de ello.
Si el único problema hasta ahora es que ese partido no ha pedido perdón al país por su nefasto rol. Y eso no empaña para nada el gran aporte que a la recuperación de la democracia hicieron miles de sus militantes en los más diversos planos.
Así es que convengamos que hasta aquí Contreras no ha hecho más que decir la verdad.
Discutible podría ser su afirmación en cuanto a que la derecha empresarial está tras los bombazos. Y digo discutible solo por la carencia, hasta ahora  de antecedentes, aunque todos tenemos claro como trabaja la derecha económica.
Sin embargo Contreras, don Eduardo, este valiente defensor de los derechos humanos, que no trépido en pararse firme ante los esbirros de Pinochet y demandar juicio y castigo, parece sufrir de la misma enfermedad que afecta a la cúpula de su partido y a otros, que hace no mucho tiempo se paraban ante cualquiera que quisiera retrotraer la historia. Como se dice vulgarmente, Contreras  tiró el poto pa’ las moras

Primero dijo que las declaraciones las hizo en una conversación privada y que no correspondían totalmente a lo dicho (la consabida muletilla, me sacaron de contexto). Eso llevó a que los responsables del periódico La Diaria ratificaran que todo es tal como lo informaron y que no hay nada que rectificar.
Llamado a informar, y cuando se esperaba que reconociera que se había equivocado pero por que los embajadores no deben decir esas cosas y no por que estuviera errado en sus apreciaciones, en vez de renunciar dignamente se manda el numerito.
Eduardo Contreras M., ha pedido perdón por sus declaraciones.
Patético, impresentable.
Podría entenderse en política y con un aliado, ¿pero pedir perdón a los empresarios?, a los mismos que abusan y explotan a los trabajadores que su partido se dice llamado a defender?
Cada quien sacará sus conclusiones, cuestionará o apoyará al individuo, pero es claro que los derechos de los explotados no serán defendidos por los que piden perdón a los explotadores. Así de simple, así de claro.

Es una obligación seguir poniendo elementos en la mesa, cuando de reformas laborales se trata. Nosotros lo hemos hecho e incluso hay un proyecto de ley presentado  por 4 diputados, proyecto en el que se tocan demandas de mucho tiempo.
En esta ocasión debemos llamar la atención sobre algo que está pasando colado y que no parece ser preocupación, por ahora, del gobierno ni de “representantes laborales”.
Me refiero específicamente a la indemnización por años de servicios, establecida sin tope hasta el golpe militar, disminuida a 150 días por la dictadura y elevada a 330 días por el gobierno de Aylwin y desde ahí congelada hasta la fecha.
No solo se hace necesario demandar la restitución de un derecho tan importante, sino también iniciar la exigencia de cambios al Seguro de Cesantía, tanto en aquello que permite  la declaración y el no pago, como en la facultad patronal de descontar de la indemnización por años de servicio su aporte al mismo, lo que implica en los hechos que el trabajador recibe un 20% menos.
Es urgente que los dirigentes asumamos la educación sobre este y otros temas para comenzar a entregar elementos a los trabajadores para la defensa de los derechos.


MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE

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