Desafíos para el Chile de hoy: consolidar la democracia.
- Sebastián Massa
- Cientista Político y Diplomado en América Latina, Desarrollo y Cultura: Desafíos de la Globalización.
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- Como hemos visto en el último tiempo Chile ha estado sacudido por una
seguidilla de escándalos que ponen de manifiesto la complicidad entre
el dinero y la política. A partir de los sucesos del caso Dávalos, Penta
y SQM (por nombrar los más relucientes), el debate sobre la
consolidación y la calidad de la democracia cobra nuevos bríos.
La imposibilidad de ver en Chile una democracia consolidada se
explicaría fundamentalmente por la escasa modernización de las
estructuras de los actores políticos y la desconfianza de la sociedad
civil hacia las instituciones públicas. En términos estrictos, en un
contexto donde las coaliciones de la Nueva Mayoría y la Alianza se
encuentran desacreditadas, en que las instituciones históricas que
gozaban de mayor popularidad se desploman abruptamente y la existencia
de un descontento generalizado hacia las formas en que se conducen los
asuntos públicos, induce a que exista una disociación radical entre una
sociedad que demanda más y mejor democracia y una clase política
-desacoplada de su presunta función democrática- que se constituye
justamente en un obstáculo para consolidar dicha democracia. Lo señalado
anteriormente se refleja en que ya en sus normas procedimentales para
actuar (rule of law) está profundamente cuestionada (a la luz
de que la normativa electoral es restrictiva, el financiamiento de la
política opera como talón de Aquiles y el divorcio de la política con la
ética pública conduce inexorablemente al establecimiento de prácticas
corruptas).
Frente al cuestionamiento explícito por parte de la sociedad (que en
su mismo ADN está el gen de la desconfianza extendida), uno de los
desafíos entrañables para el Chile de hoy es precisamente lograr la
tarea de una consolidación democrática. Pero, ¿qué comprendería esto?
Básicamente la generación de ciertas condiciones para que existan
espacios e instancias de involucramiento en los asuntos públicos,
abriendo de por sí el debate sobre el desafuero parlamentario, la
interdicción del mandato imperativo, la iniciativa popular de ley (es
decir, que cada ciudadano recolectando cierta cantidad de firmas puedan
presentar una iniciativa de ley) y la revocación de mandato (para que
los representantes sientan la presión de realizar debidamente el
ejercicio de su función pública atendiendo a los principios de probidad,
transparencia y accountability).
En consecuencia, la consolidación democrática no es sólo una
democracia que no tenga o posea vicios autoritarios (algo comúnmente
llamado “enclaves autoritarios”), sino que también forjar la apertura
para concebir la participación ciudadana como una parte inherente de las
reglas del juego y una hipotética fórmula para aplacar los bajos
índices de confianza depositados en la “política institucional”
(Congreso, partidos políticos y actores). En ese sentido, si bien es
cierto que mejorar la transparencia es una de las tareas pendientes, la
consolidación requiere de manera ineludible preguntarse sobre las formas
en que son conducidos los asuntos públicos y el modo en cómo se toman
las decisiones. Por ahí se comienza o cabría orientar la discusión.
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