Las imágenes del bombardeo aéreo y el ataque terrestre contra el Palacio de La Moneda coinciden desde hace 10 años con el recuerdo de otra visión terrorífica: los ataques de tres aviones repletos de pasajeros y guiados por pilotos suicidas, que también un martes 11 de septiembre, pero de 2001, se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York
Chile evoca los 38 años de ese martes 11 de septiembre, cuando el general Augusto Pinochet tomó el poder tras el cruento golpe contra el presidente constitucional Salvador Allende.
Las imágenes del bombardeo aéreo y el ataque terrestre contra el Palacio de La Moneda coinciden desde hace 10 años con el recuerdo de otra visión terrorífica: los ataques de tres aviones repletos de pasajeros y guiados por pilotos suicidas, que también un martes 11 de septiembre, pero de 2001, se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York y las instalaciones del Pentágono, en Washington.
Sorprendente coincidencia histórica.
En Chile son las 09:00 de la mañana del martes 11 de septiembre de 1973 cuando los tanques inician el ataque al Palacio de La Moneda, símbolo de la vida republicana de una de las democracias más antiguas del continente americano.
En Estados Unidos son las 09:00 de la mañana del martes 11 de septiembre de 2001 y densas columnas de humo se desprenden de las Torres Gemelas, en Nueva York, heridas de muerte por el choque de los dos aviones de pasajeros. Una hora después se derrumba la primera torre y a las 10:00 se derrumba la segunda, mientras el mundo atónito contempla por la televisión cómo se desploma el símbolo de la vida económica de la nación más poderosa de la Tierra.
En Santiago los relojes marcan el mediodía de aquel martes 11. Aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea bombardean La Moneda. En su interior, el presidente Allende se suicida con un fusil que le había regalado su amigo, el presidente cubano Fidel Castro. Pero en su último mensaje difundido por Radio Magallanes, vaticina que "mucho más temprano que tarde abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor".
En Washington llega el mediodía de ese martes 11 y el presidente George W. Bush anuncia una "guerra frontal contra el terrorismo". Los ataques al World Trade Center han dejado casi 3.000 muertos, muchos de los cuales quedan bajo los escombros de las torres y siguen desaparecidos.
En Chile, tras el derrumbe de su democracia y la "vía chilena al socialismo", la dictadura militar implanta el Estado de Sitio y el Toque de Queda. El terrorismo de Estado se impone durante 17 años y deja más de 3.000 muertos, un tercio de los cuales aún permanecen desaparecidos. Y cuando el calendario señala que han transcurrido 38 años de aquella mañana, los tribunales de justicia aún investigan para sancionar a los culpables. Pero el principal acusado, el general Pinochet, muere sin recibir condena el 10 de diciembre de 2006, el mismo día en que se cumplen 58 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por las Naciones Unidas.
Diez años después del ataque a las torres, que sembró el pánico en Nueva York, Estados Unidos ya no busca al principal acusado, Osama bin Laden, líder de la organización islámica Al Qaeda, que murió el 1 de mayo pasado tras el asalto de un comando norteamericano a su residencia en Pakistán.
Para los chilenos y norteamericanos bien informados, no es un secreto que la intervención de Estados Unidos en Chile, a través de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), fue decisiva para derrocar al presidente Allende. Eran los tiempos de la "Guerra Fría" entre el "mundo libre" que representaba Estados Unidos y el "bloque socialista" encabezado por la Unión Soviética. Washington no estaba dispuesto a permitir que en América del Sur emergiera un país socialista, una "segunda Cuba".
Pero en los tiempos actuales, las crudas escenas del fuego que cayó del cielo, en Santiago y Nueva York, reflejan la culminación de un proceso de intolerancia, que todavía persiste.
En Chile el 11 de septiembre de 1973 marcó una profunda división dentro de la sociedad, donde la figura de Salvador Allende aparece reivindicada por el heroísmo con que defendió su utopía. Otro sector, cada vez más minoritario, rescata la imagen de Pinochet como el salvador de la Patria en una guerra interna contra el comunismo. En Estados Unidos, el 11 de septiembre de 2001 creó una división no sólo dentro de su sociedad sino a lo largo y ancho del mundo. Hay quienes creen que Bush tenía razón en su guerra contra el terrorismo. Otros, en cambio, observan con alarma cómo el país del norte utiliza su poderío militar para extender su influencia sobre vastas zonas del planeta, ahora que ya no hay ningún adversario como en los tiempos de la "Guerra Fría".
Chile evoca los 38 años de ese martes 11 de septiembre, cuando el general Augusto Pinochet tomó el poder tras el cruento golpe contra el presidente constitucional Salvador Allende.
Las imágenes del bombardeo aéreo y el ataque terrestre contra el Palacio de La Moneda coinciden desde hace 10 años con el recuerdo de otra visión terrorífica: los ataques de tres aviones repletos de pasajeros y guiados por pilotos suicidas, que también un martes 11 de septiembre, pero de 2001, se estrellaron contra las Torres Gemelas en Nueva York y las instalaciones del Pentágono, en Washington.
Sorprendente coincidencia histórica.
En Chile son las 09:00 de la mañana del martes 11 de septiembre de 1973 cuando los tanques inician el ataque al Palacio de La Moneda, símbolo de la vida republicana de una de las democracias más antiguas del continente americano.
En Estados Unidos son las 09:00 de la mañana del martes 11 de septiembre de 2001 y densas columnas de humo se desprenden de las Torres Gemelas, en Nueva York, heridas de muerte por el choque de los dos aviones de pasajeros. Una hora después se derrumba la primera torre y a las 10:00 se derrumba la segunda, mientras el mundo atónito contempla por la televisión cómo se desploma el símbolo de la vida económica de la nación más poderosa de la Tierra.
En Santiago los relojes marcan el mediodía de aquel martes 11. Aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea bombardean La Moneda. En su interior, el presidente Allende se suicida con un fusil que le había regalado su amigo, el presidente cubano Fidel Castro. Pero en su último mensaje difundido por Radio Magallanes, vaticina que "mucho más temprano que tarde abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor".
En Washington llega el mediodía de ese martes 11 y el presidente George W. Bush anuncia una "guerra frontal contra el terrorismo". Los ataques al World Trade Center han dejado casi 3.000 muertos, muchos de los cuales quedan bajo los escombros de las torres y siguen desaparecidos.
En Chile, tras el derrumbe de su democracia y la "vía chilena al socialismo", la dictadura militar implanta el Estado de Sitio y el Toque de Queda. El terrorismo de Estado se impone durante 17 años y deja más de 3.000 muertos, un tercio de los cuales aún permanecen desaparecidos. Y cuando el calendario señala que han transcurrido 38 años de aquella mañana, los tribunales de justicia aún investigan para sancionar a los culpables. Pero el principal acusado, el general Pinochet, muere sin recibir condena el 10 de diciembre de 2006, el mismo día en que se cumplen 58 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por las Naciones Unidas.
Diez años después del ataque a las torres, que sembró el pánico en Nueva York, Estados Unidos ya no busca al principal acusado, Osama bin Laden, líder de la organización islámica Al Qaeda, que murió el 1 de mayo pasado tras el asalto de un comando norteamericano a su residencia en Pakistán.
Para los chilenos y norteamericanos bien informados, no es un secreto que la intervención de Estados Unidos en Chile, a través de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), fue decisiva para derrocar al presidente Allende. Eran los tiempos de la "Guerra Fría" entre el "mundo libre" que representaba Estados Unidos y el "bloque socialista" encabezado por la Unión Soviética. Washington no estaba dispuesto a permitir que en América del Sur emergiera un país socialista, una "segunda Cuba".
Pero en los tiempos actuales, las crudas escenas del fuego que cayó del cielo, en Santiago y Nueva York, reflejan la culminación de un proceso de intolerancia, que todavía persiste.
En Chile el 11 de septiembre de 1973 marcó una profunda división dentro de la sociedad, donde la figura de Salvador Allende aparece reivindicada por el heroísmo con que defendió su utopía. Otro sector, cada vez más minoritario, rescata la imagen de Pinochet como el salvador de la Patria en una guerra interna contra el comunismo. En Estados Unidos, el 11 de septiembre de 2001 creó una división no sólo dentro de su sociedad sino a lo largo y ancho del mundo. Hay quienes creen que Bush tenía razón en su guerra contra el terrorismo. Otros, en cambio, observan con alarma cómo el país del norte utiliza su poderío militar para extender su influencia sobre vastas zonas del planeta, ahora que ya no hay ningún adversario como en los tiempos de la "Guerra Fría".
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